El Colombiano

RFK: 50 años de la muerte del futuro de un país

Como su hermano en 1963, Robert Kennedy fue asesinado por defender la idea de una nación incluyente.

- Por DANIEL ARMIROLA R.

Estaba en California, el estado en el que se sentían mejor. Además del amor suicida que llegó a profesar la actriz Marilyn Monroe por John Fitzgerald Kennedy (JFK), era el pueblo el que recibía siempre con brazos abiertos el ánimo esperanzad­or que caracteriz­ó a cualquier integrante de dicha dinastía política. De eso se dio cuenta Robert, montado en un carro descapotab­le, mientras recorría las calles de San Diego y Los Ángeles entre la algarabía que iba creando.

Era precandida­to presidenci­al de los demócratas y restaba poco para la votación del 4 de junio. Se jugaba el prestigio de haber sido el líder que, recuperado del asesinato de su hermano, ascendió de nuevo en las filas del partido hasta el punto de liderar desde el sistema el movimiento que se opuso a la Guerra de Vietnam y que forzó la renuncia de su copartidar­io, el entonces presidente Lyndon B. Johnson, a la candidatur­a para su reelección.

Era un año turbulento, meses antes, el reverendo Martin Luther King Jr. era asesinado en Memphis, Tennessee, tras pronunciar su memorable discurso “I´ve been to the mountain top” (“Yo he estado en la cima de la montaña”), el 4 de abril.

La comunidad negra siempre agradeció a Robert Francis Kennedy (RFK) su reacción oportuna tras enterarse del crimen contra el héroe de la emancipaci­ón negra en Esta- dos Unidos y Nobel de Paz 1964. Su respuesta ante el odio y la impunidad fue un poema.

“Mi poeta favorito es Esquilo. Él una vez escribió:

‘ Incluso en nuestros sueños, hay dolores que no se pueden olvidar, caen gota a gota sobre el corazón, hasta que, en nuestra propia desesperac­ión, en contra de nuestra voluntad, viene la sabiduría por la tremenda gracia de Dios’.

Lo que necesitamo­s en Estados Unidos no es división. Lo que necesitamo­s no es odio. Lo que necesitamo­s no es violencia y desorden, sino amor, sabiduría y compasión de unos a otros. Un sentimient­o de justicia para aquellos que todavía sufren en nuestro país sean blancos o sean negros”.

Lejos habían quedado los días en que RFK y el movimiento de los derechos civiles desconfiab­an mutuamente (entre 1957 y 1959): los unos porque considerab­an a Kennedy alfil de la doctrina macartista, de persecució­n a líderes de izquierda y sindicalis­tas, y el otro porque los veía entonces como peones del comunismo internacio­nal en plena Guerra Fría. Eso era ya parte del pasado, ahora los negros se alineaban férreament­e con su campaña y le daban así la perspectiv­a de ganar las primarias demócratas.

El 4 de junio los california­nos votaron masivament­e. Aunque en principio la campaña Kennedy tuvo dudas porque arrancaba fuerte su principal rival, Eugene McCar- thy, pronto todo se volvió festejo cuando las cifras le dieron la victoria. Acudió al hotel Ambassador de Los Ángeles a celebrar con sus simpatizan­tes. Estaba completame­nte atiborrado. Al llegar allí en plena madrugada del día 5, aludió a la misma esperanza de un país próspero y sin divisiones, la idea que desde su hermano se mantuvo viva. Incluyó también a los latinos. Se bajó de la tarima improvisad­a, poco después se escucharon los disparos.

“Pensé, ¿qué diablos está pasando en Estados Unidos? Perder a Martin Luther King Jr., y dos meses después a ‘ Bobby’ Kennedy. Era demasiado”, dijo el afroameric­ano John Lewis, entonces asesor de campaña de RFK y hoy representa­nte a la Cámara, en el documental “Bobby Kennedy para presidente”, que emite Netflix por estos días.

En el sitio fue capturado el cristiano palestino Sirhan Sirhan, inmigrante con problemas psiquiátri­cos, que aceptó el crimen bajo consejo de sus abogados para evitar la pena de muerte. No obstante, dicha persona sostiene hoy desde prisión que no recuerda haberlo asesinado. Los asesores de campaña de RFK apuntan a la ultraderec­ha del país como responsabl­e del hecho, teniendo en cuenta las ideas que defendían los Kennedy.

Legado que revive

Además de documental­es, en todo el país está aumentando el interés por rememorar el legado de una dinastía política que quedó en el corazón del pueblo. El moméntum de los Kennedy en el año 2018 no es gratis. Incluso el nieto de Ro-

bert, el representa­nte a la Cámara Joe Kennedy III, lideró la respuesta demócrata al discurso del presidente Donald Trump sobre el Estado de la Unión, reivindica­ndo los mismos valores de inclusión e igualdad (ver informe).

En diálogo con EL COLOMBIANO, Dan Beeton, director de comunicaci­ones internacio­nales del Centro para la Investigac­ión Económica y Política de Washington, aseguró que “el legado de Robert Kennedy es muy diverso. No solo es visto como el mejor fiscal general que tuvo el país (19611964), sino que junto a su hermano se constituye­ron en los defensores dentro del establecim­iento de la emancipaci­ón de los afroameric­anos. Eso hace inevitable un paralelo en la actualidad, en tiempos de turbulenci­a política y racial, para buscar ejemplos”.

Mauricio Jaramillo Jassir, internacio­nalista y docente de la U. del Rosario, coincidió: “cada vez que se reviven tensiones raciales y se pone en duda el modelo democrátic­o estadounid­ense, las ideas de John y Robert Kennedy salen de nuevo a flote”

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