Primeros pasos para el nuevo Murindó
La comunidad cuenta con algunos estudios para el traslado, preocupa la falta de recursos.
Helga Castillo Zúniga llegó a Murindó, Urabá antioqueño, hace 15 años. Para ese entonces, el municipio que la recibía luego de salir de Bojayá, Chocó, estaba recién construido: casi 10 años atrás el viejo Murindó había desaparecido tras dos sismos y una avalancha, lo que obligó al traslado de la cabecera municipal a orillas del Atrato.
Pero los retos que les impone la naturaleza no parecen dejar en paz al territorio. El afluente, al menos dos veces al año, arrecia e inundada calles, casas y zonas comunes de la población entre seis y ocho meses al año.
Así han vivido los residentes de Murindó durante los últimos 26 años, época en la que el pueblo fue trasladado, de manera provisional, a un lugar “más seguro”. Se valen de la madera para levantar el piso de sus casas y evitar que las aguas del Atrato se lleven sus enseres o dañen los electrodomésticos.
Helga también aprendió a habitar así. Tratando de rehacer su vida al ser desplazada trabajó en procesos de restitución de derechos y proyectos similares hasta que comenzó el propio: un hotel para los visitantes de Murindó, para el cual también ha tenido que crear estrategias cuando el río hace de las suyas.
“Cuando el agua sube y las calles desaparecen bajo la misma, entonces nos toca trasladar o recibir a los huéspedes en canoas”, detalló Helga.
Aunque este no es el único problema. Si en los tiempos de invierno el agua es su vecino, en el verano esta escasea, en especial la potable, hecho que los obliga a abastecerse del río Atrato para las actividades cotidianas, incluso para cocer y lavar los alimentos.
Todo esto hace que la idea de trasladar el municipio a otra lugar más segura sea más una urgencia que un anhelo. Precisamente, la semana pasada, luego de una consulta y varias reuniones entre comunidad y representantes de la gobernación de Antioquia y el gobierno Nacional, se aprobaron los estudios y planos del lugar donde quedará el nuevo poblado.
Lo que se tiene, lo que falta
Jorge Eliécer Maturana, alcalde de Murindó, comentó que actualmente se cuenta con el plan parcial, el censo poblacional de quienes serán reubicados y la ordenanza que aprobó el traslado, el cual será a 12 kilómetros del sitio actual (ver gráfico).
Dijo que espera que a finales de este mes sea entregado el Plan de Acueducto y Alcantarillado del nuevo municipio.
El mandatario reconoció que ha sido complejo la consecución de licencias y permisos ambientales, pues se debían adelantar otros procesos previamente como la desafectación del predio nuevo o la creación de convenios, antes de enviar solicitudes.
“Estamos pendientes del proyecto más importante, el del plan de Acueducto y Alcantarillado, pues este permitiría solucionar una de las grandes falencias actuales del municipio que es el acceso a servicios de saneamien-
to. Pero contamos con el visto bueno de la comunidad y el respaldo de la Gobernación, lo que le da más fuerza al proyecto”, agregó.
Sin embargo, uno de los aspectos más relevantes, y en el cual, según el diputado Luis
Peláez Jaramillo, no hay claridad, es el del presupuesto. “Valoro la iniciativa del traslado, es algo que necesita el municipio, pero no sabemos nada de financiación. Los planes entregados los últimos días corresponden a actualizaciones, mas no se ve una apropia- ción o certificación de recursos. Cuánto va a costar y quién va a aportar”, enfatizó Peláez.
Ante esto, Maturana, aclaró que los recursos, presupuestados inicialmente en $266.000 millones, están dentro del plan parcial y que, para su consecución, fue designado un gerente del proyecto.
“Él se encargará de contactar a cada secretaría o dependencia de la Gobernación para conocer cuanto aportará cada una y en qué ámbito. Ya tenemos información de algunos rubros. Pero se debe esperar a conocer la cifra definitiva de la inversión necesaria para el traslado, lo que se dará una vez sean entregados los planes y tareas pendientes.
Peláez insistió que en no se debería ilusionar o entusiasmar a una población que necesita una solución sino se tienen los recursos asegurados.
Respecto al censo, Maturana explicó que se manejaron dos aspectos clave: que vivieran o que tuvieran vivienda en Murindó, y uno secundario: habitantes que por razo-
nes del conflicto u otros aspectos hubieran salido del municipio. “Tenemos proyectadas la construcción de 600 viviendas para un censo de 580 familias. Las casas restantes corresponden a un posible margen de error y son respaldo en caso de necesitarlo”, puntualizó Maturana.
Lo que se sueña
Helga ya ha ahorrado y preparado su vida para habitar un nuevo territorio y está a la espera de saber cómo podrá trasladar también su negocio. Para ella, es importante que el traslado también incluyan nuevas ofertas laborales y académicas. “Si ya no se darán las inundaciones, podemos pensar en universidades y labores como la agricultura. Acá se vive casi que dentro del río, pero esto puede ser la oportunidad para cambiar”, indicó