CÉSAR GAVIRIA Y EL TRAVESTISMO POLÍTICO
Los políticos colombianos son expertos en ocultar su verdadera apariencia. No solo los de baja estofa, que deben reptar durante años mientras consiguen volverse importantes y aceptados por las castas de mayor recorrido y apellido en la historia de los partidos tradicionales y sus engendros recientes (Cambio Radical, el Partido de la U y el Centro Democrático, entre otros). También se arrastran expresidentes y congresistas.
Ese esfuerzo por mantener fachadas en el espectáculo del poder público, con el efecto de que no se sepa al final quién se esconde tras la inmediata apariencia, es otra manifestación de travestismo. Andrés Pastrana sostuvo en algún momento que Álvaro Uribe era un paramilitar y Cé-
sar Gaviria denunció que el gobierno de Uribe tuvo actitudes dictatoriales, fue nido de clientelismo y metió delincuentes a la Casa de Nariño. Pero luego, necesitados de aquel rey midas del ajedrez electoral, salen a recoger diezmos y dicen a los parroquianos que ellos apenas han tenido insignificantes, mínimas, diferencias con Uribe Vélez.
César Gaviria acaba de travestirse sin rubor. ¿Alguien sabe quién es o qué representa hoy? De las banderas de la firmeza en la lucha contra el narcotráfico que le cayeron encima con el asesinato de
Luis Carlos Galán, pasó a tenderle almohadas a Pablo Escobar en La Catedral. Ahora, para dejar a Hum
berto de la Calle, su chamuscado y endeudado candidato presidencial, quien advertía a los electores que Iván Duque haría trizas los acuerdos con las Farc, Gaviria muda otra vez y se pone el traje del “posturibismo” del que habla Francis
co Santos. Se trata, en el fondo, de que no sepamos quién es quién. En esta “fiesta democrática”, Gaviria termina también al lado de Germán Vargas
Lleras, de quien sus pupilos no querían ni un vaso de agua.
A los conservadores la historia política de Colombia los ha señalado siempre de “lambonerías abyectas” con los jefes de turno, para no ver desde fuera las cortinas de palacio. Pero lo que han hecho en los últimos tiempos Pastrana y Gaviria es de perritos falderos como caricaturiza Matador.
La revista Semana califica de “voltereta insuperable” la corte que acaban de hacerle los liberales a Duque, para garantizarse alguna migaja en el próximo gobierno. Habrá que esperar que asomen a la plaza publica, con inspirado acento “veintejuliero”, a gritar que respaldan a Duque para “salvar la Patria, queridos compatriotas”. ¿Será el mismo César
Gaviria que pasó por una decena de recintos y salas de juntas buscando apoyo al proceso de paz para salvarlo de la oposición y las amenazas del Centro Democrático?
A Colombia hay que salvarla, pero de personajes de semejante histrionismo. De truhanes, como él mismo cree que puede calificarlo la gente. Personas sin vergüenza que viven de engaños, reza el diccionario. Políticos capaces de vestirse de cualquier cosa