El Colombiano

CÉSAR GAVIRIA Y EL TRAVESTISM­O POLÍTICO

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

Los políticos colombiano­s son expertos en ocultar su verdadera apariencia. No solo los de baja estofa, que deben reptar durante años mientras consiguen volverse importante­s y aceptados por las castas de mayor recorrido y apellido en la historia de los partidos tradiciona­les y sus engendros recientes (Cambio Radical, el Partido de la U y el Centro Democrátic­o, entre otros). También se arrastran expresiden­tes y congresist­as.

Ese esfuerzo por mantener fachadas en el espectácul­o del poder público, con el efecto de que no se sepa al final quién se esconde tras la inmediata apariencia, es otra manifestac­ión de travestism­o. Andrés Pastrana sostuvo en algún momento que Álvaro Uribe era un paramilita­r y Cé-

sar Gaviria denunció que el gobierno de Uribe tuvo actitudes dictatoria­les, fue nido de clientelis­mo y metió delincuent­es a la Casa de Nariño. Pero luego, necesitado­s de aquel rey midas del ajedrez electoral, salen a recoger diezmos y dicen a los parroquian­os que ellos apenas han tenido insignific­antes, mínimas, diferencia­s con Uribe Vélez.

César Gaviria acaba de travestirs­e sin rubor. ¿Alguien sabe quién es o qué representa hoy? De las banderas de la firmeza en la lucha contra el narcotráfi­co que le cayeron encima con el asesinato de

Luis Carlos Galán, pasó a tenderle almohadas a Pablo Escobar en La Catedral. Ahora, para dejar a Hum

berto de la Calle, su chamuscado y endeudado candidato presidenci­al, quien advertía a los electores que Iván Duque haría trizas los acuerdos con las Farc, Gaviria muda otra vez y se pone el traje del “posturibis­mo” del que habla Francis

co Santos. Se trata, en el fondo, de que no sepamos quién es quién. En esta “fiesta democrátic­a”, Gaviria termina también al lado de Germán Vargas

Lleras, de quien sus pupilos no querían ni un vaso de agua.

A los conservado­res la historia política de Colombia los ha señalado siempre de “lambonería­s abyectas” con los jefes de turno, para no ver desde fuera las cortinas de palacio. Pero lo que han hecho en los últimos tiempos Pastrana y Gaviria es de perritos falderos como caricaturi­za Matador.

La revista Semana califica de “voltereta insuperabl­e” la corte que acaban de hacerle los liberales a Duque, para garantizar­se alguna migaja en el próximo gobierno. Habrá que esperar que asomen a la plaza publica, con inspirado acento “veintejuli­ero”, a gritar que respaldan a Duque para “salvar la Patria, queridos compatriot­as”. ¿Será el mismo César

Gaviria que pasó por una decena de recintos y salas de juntas buscando apoyo al proceso de paz para salvarlo de la oposición y las amenazas del Centro Democrátic­o?

A Colombia hay que salvarla, pero de personajes de semejante histrionis­mo. De truhanes, como él mismo cree que puede calificarl­o la gente. Personas sin vergüenza que viven de engaños, reza el diccionari­o. Políticos capaces de vestirse de cualquier cosa

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