El Colombiano

ALEJANDRO Y LOS RIESGOS

- Por MANUELA ZÁRATE @manuelazar­ate

“Macedonia es demasiado pequeña para ti.” Así le había dicho su padre a Alejandro Magno y desde entonces el futuro rey de Babilonia, conocido como Alejandro Magno asumió la grandeza de su destino. Pero tenía treinta y tres años y ya Alejandro, sin cumplir dos de sus grandes sueños: explorar el Mar Caspio y adueñarse de la península arábiga, se moría. Alejandro Magno es quizás una de las figuras históricas que más fascinació­n causa entre la gente. Ha sido uno de los pocos hombres en poder considerar­se dueño del mundo. Su vida fue arrebatada, acontecida, marcada por una vocación de poder extraordin­aria, pero sobre todo por esa cualidad que tienen los hombres que cambian la historia: la de asumir riesgos.

Una de las primeras cosas que aprendemos los seres humanos es a evitar el riesgo. Los padres pasamos horas detrás de nuestros hijos enseñándol­es a alejarse de él, a veces incluso induciendo la paranoia.

Cada año se hacen billones de dólares en la industria de prevenir el riesgo. Desde compañías asegurador­as, hasta las que nos venden productos orgánicos nos venden esa necesidad de evitar el riesgo. Vivimos tratando de alejar la muerte, el dolor, el sufrimient­o, en esa obsesión terminamos tratando de evitar hasta lo inevitable, como el paso del tiempo.

No es que esté mal evitar el riesgo, a veces, es sentido común como la de prevenir un mal con algo tan sencillo como una vacuna, un cinturón de seguridad o un extintor de incendios. A veces anticipar un riesgo y evitarlo es lo que te salva la vida. Pero también es cierto de que no se por la voluntad de asumir riesgos el mundo no hubieses conocido muchos adelantos, descubrimi­entos, conocimien­to.

Vivir es un riesgo. Un riesgo constante e ineludible. Vivimos esperando la garantía y tratando de construir un mundo de seguridad, a veces incluso basados en una apuesta por felicidad constante, a todas luces irreal por no decir que imposible. No hay éxito que no se haya construido sobre la base de más de un fracaso.

Pero para poder saber realmente lo que significa una fortuna, para valorar un abrazo, una compañía, tenemos también que haber pasado una noche oscura asediados por una soledad solo comparable al infinito. Por eso las metas no valen por los milímetros que ocupan, sino por las decenas de kilómetros que abarca el viaje que nos lleva hasta ellas.

Alejando III de Macedonia asumió el poder cuando tenía dieciséis años. Lo primero que vivió fue un conspiraci­ón armada en su contra. Aristótele­s le sugirió que aguardara pero Alejandro le contestó “Si espero perderé la astucia de la juventud”. Y más que gastarla en un acto la cultivó, salvó su gobierno y unos años más tarde conquistó Persia. Alejandro nunca se detuvo, no pudo salir airoso de todos los riesgos que asumió, pero conquistó el deseo más grande del hombre: vencer la muerte y alcanzar la inmortalid­ad

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