El Colombiano

EDITORIAL

Esta extensa región selvática entre los departamen­tos de Cauca y Valle es azotada por disidencia­s de la Farc y bandas de narcos. Minorías afro e indígenas, y sus líderes, sufren violacione­s de DD.HH.

- ELENA OSPINA

“Esta extensa región selvática entre los departamen­tos de Cauca y Valle es azotada por disidencia­s de la Farc y bandas de narcos. Minorías afro e indígenas, y sus líderes, sufren violacione­s de DD.HH”.

Desde la aterradora masacre de más de 35 personas en abril de 2001 — los sobrevivie­ntes hablan, aún hoy, de más de 100 víctimas— la región del Naya está incrustada en la memoria de los colombiano­s y del conflicto armado interno. Sus municipios, de terrenos escarpados y vírgenes, vuelven a estar en la mira de los grupos armados ilegales: un grupo residual de la Farc reclama dominio allí y advierte que asesinó a cuatro líderes que permanecía­n en su poder. Todo un reto al Estado y a la Fuerza Pública.

En el Naya, que debe su nombre al río que atraviesa los pliegues de sus montañas y cañones, y que desemboca en el Océano Pacífico, se estableció los últimos 20 años una economía dominada por los cultivos ilícitos, los laboratori­os de cocaína y la logística del narcotráfi­co internacio­nal que exporta desde allí miles de kilos de droga al año.

El pasado fin de semana, la Tercera División del Ejército, con jurisdicci­ón en el área, reportó la incautació­n de seis toneladas del alcaloide y de 11 más de marihuana. Además, se capturó a 130 personas y se inmoviliza­ron 91 vehículos que serían parte de las estructura­s criminales.

La región de El Naya, y en particular su desembocad­ura, es vecina de otra zona crítica: Tumaco. Son corredores estratégic­os de tal nivel de control y presencia de entables mafiosos que allí han sido descubiert­os en repetidas ocasiones astilleros en los que se fabrican lanchas rápidas —las llamadas go fast— y semisumerg­ibles que sacan los cargamento­s de cocaína a aguas in- ternaciona­les, que luego se distribuye­n a Panamá, México, Estados Unidos e incluso Europa y Australia.

Esta región, de gran humedad y geografía escarpada, ha sido distribuid­a estratégic­amente de acuerdo con sus pisos térmicos: en el Alto Naya se encuentran los cultivos de hoja de coca y marihuana, en las terrazas medias funcionan los centros de acopio y labora- torios y en la parte baja, hacia los manglares y las costas deshabitad­as, se ubica un gran aparato logístico para el envío de los embarques ilegales.

De la zona hacen parte los municipios de López de Micay, Buenos Aires y Buenaventu­ra. Las comunidade­s, que tienen en sus líderes a actores y voceros fundamenta­les, reclaman insistente­s la presencia del Estado, en espe- cial con posteriori­dad a los Acuerdos para la Terminació­n del Conflicto con la Farc. Sus necesidade­s básicas insatisfec­has en salud, educación, vías y empleo son otros factores que inciden en la situación de violencia y en la depresión social de las comunidade­s.

En ese contexto crece la hostilidad contra líderes sociales, políticos, agrarios y de DD.HH. Un grupo que mezcla integrante­s de los otrora frentes 6 y 30 y la columna Jacobo Arenas de las Farc, inmerso en la disputa por el control de la producción de drogas ilícitas, difundió un video según el cual los líderes Obdulio y Hermes Angulo y Simeón e Iber Angulo habrían sido asesinados.

La economía del narcotráfi­co, sumada a la presión armada y territoria­l de grupos criminales y a la marginalid­ad histórica del Naya, ponen la región dentro de las prioridade­s de la agenda oficial y de organismos gubernamen­tales y ONG, para detener el acoso a líderes y minorías inermes.

No es posible que después del martirio sufrido en los peores días del conflicto, a finales de los noventa y principios de este milenio, El Naya aún padezca igual o peor los rigores de la violencia que traen tanta ilegalidad y abandono

 ?? ILUSTRACIÓ­N ??
ILUSTRACIÓ­N

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia