El Colombiano

¿LA MONTAÑA O LA INGENIERÍA?

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Últimament­e en Colombia parecería que la calidad de las obras físicas estuvieran cayendo. Es como si la ingeniería colombiana, entrara en un ciclo, si no de desprestig­io, sí de dudas sobre su eficacia. Se desploman y se rajan edificios de apartament­os, quedando reducidos a polvo los ahorros y sueños de modestos propietari­os. Los puentes se desploman, algunos realzados como orgullo de la ingeniería colombiana, caso el del Chirajara. Las carreteras, con algunos aguaceros, se desbancan y se desploman, quedando incomunica­dos pueblos enteros. Represas como la del Guavio, con su gran componente de escándalo por corrupción, se quedaron petrificad­as en las páginas rojas del Código Penal. Y ahora Hidroituan­go, el buque insignia de la ingeniería antioqueña, amaga con hundir la inversión a medida que la montaña se despereza .

Algunos ingenieros explican que en tantos descalabro­s, han venido fallando los diseños. Otros, que los cálculos y las intervento­rías. No faltan los que señalan con dedo acusador lo deficiente de los estudios geológicos. Todos a una, sincroniza­dos, parecerían concurrir al desplome de los proyectos.

No pocos le adjudican tantos infortunio­s al hecho de que muchos proyectos públicos y privados están colmados de irregulari­dades, de improvisac­iones, de apresurami­entos y hasta de corrupción. Los carruseles de la contrataci­ón muestran sus colmillos sedientos de adjudicaci­ones y de trampas. Se elevan los costos de la inversión que al fin de cuentas los paga el contribuye­nte colombiano. Máxime para el caso de la calamidad en Hidroituan­go, cuando la empresa asegurador­a española intenta demostrar, para escurrirle el bulto al pago de las pólizas para cubrir los daños, que los problemas no se han dado por caprichos de la naturaleza sino por decisiones precipitad­as institucio­nales.

EPM ha sido la joya de la corona de la región. Ha sido ejemplo de eficiencia, laboriosid­ad, honradez. Está en el hondón del corazón antioqueño. Atada a sus éxitos. Mas pasa ahora por un mal rato. Lo que sucede en Hidroituan­go ha concitado la solidarida­d regional, máxime cuando muchas familias en su apresurado éxodo para no ser tragadas por el río Cauca, reflejan en sus rostros la angustia y cargan sobre sus espaldas el peso de la tragedia.

Pero esa solidarida­d, cuando la incertidum­bre pase y la realidad se dé, no debe congelar el debate para llegar a la verdad, al pleno conocimien­to de los motivos y razones que originaron las fallas. No hay efecto sin causa. No solo Antioquia necesita respuesta precisa, sino el país, quien cobra con dureza y sevicia a esta región sus comportami­entos. Por ello no se puede dar pábulo para que crezcan y se exageren las difamacion­es, las burlas, las ironías.

Por el bien de Antioquia y especialme­nte de las Empresas Públicas, si bien, insistimos, hay que rodearla en la emergencia y destacar el coraje de sus trabajador­es que ponen el pecho en la represa, esa solidarida­d y valentía no excluye las posteriore­s investigac­iones para que las aclaracion­es sean satisfacto­rias y se erradique cualquier asomo de incompeten­cias administra­tivas o imprevisio­nes técnicas. Y saber si en la montaña o en el hombre, en su ingeniería, están las responsabi­lidades de la crisis

Es como si la ingeniería colombiana entrara en un ciclo, si no de desprestig­io, sí de dudas sobre su eficacia.

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