¿LA MONTAÑA O LA INGENIERÍA?
Últimamente en Colombia parecería que la calidad de las obras físicas estuvieran cayendo. Es como si la ingeniería colombiana, entrara en un ciclo, si no de desprestigio, sí de dudas sobre su eficacia. Se desploman y se rajan edificios de apartamentos, quedando reducidos a polvo los ahorros y sueños de modestos propietarios. Los puentes se desploman, algunos realzados como orgullo de la ingeniería colombiana, caso el del Chirajara. Las carreteras, con algunos aguaceros, se desbancan y se desploman, quedando incomunicados pueblos enteros. Represas como la del Guavio, con su gran componente de escándalo por corrupción, se quedaron petrificadas en las páginas rojas del Código Penal. Y ahora Hidroituango, el buque insignia de la ingeniería antioqueña, amaga con hundir la inversión a medida que la montaña se despereza .
Algunos ingenieros explican que en tantos descalabros, han venido fallando los diseños. Otros, que los cálculos y las interventorías. No faltan los que señalan con dedo acusador lo deficiente de los estudios geológicos. Todos a una, sincronizados, parecerían concurrir al desplome de los proyectos.
No pocos le adjudican tantos infortunios al hecho de que muchos proyectos públicos y privados están colmados de irregularidades, de improvisaciones, de apresuramientos y hasta de corrupción. Los carruseles de la contratación muestran sus colmillos sedientos de adjudicaciones y de trampas. Se elevan los costos de la inversión que al fin de cuentas los paga el contribuyente colombiano. Máxime para el caso de la calamidad en Hidroituango, cuando la empresa aseguradora española intenta demostrar, para escurrirle el bulto al pago de las pólizas para cubrir los daños, que los problemas no se han dado por caprichos de la naturaleza sino por decisiones precipitadas institucionales.
EPM ha sido la joya de la corona de la región. Ha sido ejemplo de eficiencia, laboriosidad, honradez. Está en el hondón del corazón antioqueño. Atada a sus éxitos. Mas pasa ahora por un mal rato. Lo que sucede en Hidroituango ha concitado la solidaridad regional, máxime cuando muchas familias en su apresurado éxodo para no ser tragadas por el río Cauca, reflejan en sus rostros la angustia y cargan sobre sus espaldas el peso de la tragedia.
Pero esa solidaridad, cuando la incertidumbre pase y la realidad se dé, no debe congelar el debate para llegar a la verdad, al pleno conocimiento de los motivos y razones que originaron las fallas. No hay efecto sin causa. No solo Antioquia necesita respuesta precisa, sino el país, quien cobra con dureza y sevicia a esta región sus comportamientos. Por ello no se puede dar pábulo para que crezcan y se exageren las difamaciones, las burlas, las ironías.
Por el bien de Antioquia y especialmente de las Empresas Públicas, si bien, insistimos, hay que rodearla en la emergencia y destacar el coraje de sus trabajadores que ponen el pecho en la represa, esa solidaridad y valentía no excluye las posteriores investigaciones para que las aclaraciones sean satisfactorias y se erradique cualquier asomo de incompetencias administrativas o imprevisiones técnicas. Y saber si en la montaña o en el hombre, en su ingeniería, están las responsabilidades de la crisis
Es como si la ingeniería colombiana entrara en un ciclo, si no de desprestigio, sí de dudas sobre su eficacia.