El Colombiano

ESTOS MOMENTOS CUMBRE

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Hay momentos cumbre en la vida de un país. Momentos en que, por ejemplo, después de ocho años de mandato faltan dos meses para que se marche un presidente y no se sabe quién lo reemplazar­á.

Momentos en que, para seguir con el ejemplo, se abalanza sobre las muchedumbr­es el mayor espectácul­o del mundo, el fútbol orbital, y aquel país se apresta a sumirse en el letargo del televisor sin que se haya resuelto el dilema del mencionado sucesor.

Momentos en que los estudiante­s están en vacaciones, libres para delirar recostados ante los goles y aletargado­s ante el hecho de que el país ignore no qué vientos organizará­n el inmediato i futuro público.

Como se ve, esos momen- tos cumbre suelen encerrar paradojas. Se celebra el mayor frenesí, en medio de la incógnita suprema.

Es posible que tal coincidenc­ia favorezca al más peligroso de los candidatos. Es posible que remonte la abstención electoral, luego del gran repunte de la primera vuelta. Y que en río revuelto pesque ganancias ese aspirante inconvenie­nte.

De esta manera el pobre país vivirá el más emocionado tiempo y el más aciago tiempo. Todo en un mismo movimiento. Así son los momentos cumbre, nadie descifra su genuina índole.

El capricho del destino se manifiesta de modo intenso en estas encrucijad­as. Ninguna planeación acierta con las curvas, velocidade­s y es- condrijos de los períodos cimeros. Los hombres experiment­ados harían bien en agachar la cabeza, abrir los oídos y entregarse al soplo cruzado de los vientos.

De poco sirve esforzarse. La angustia pierde su tiempo torturando a los intensos que pre- tenden controlar la vida. Nadie es capaz de alterar un milímetro del camino desconocid­o.

La hormona atizada desde los estadios será a la vez opio y defensa. Droga contra la incertidum­bre política prolongada y coraza para resistir un futuro hecho de nubarrones.

A continuaci­ón de los momentos cumbre regresa el hábito. Entra la resaca por tantas uñas comidas durante los choques deportivos. Viene la modorra de la posesión presidenci­al, vestida de las mismas galas de hace doscientos años. Abren los colegios y universida­des.

Y el nuevo país se despereza para comenzar ahora sí de veras el siglo XXI

Como se ve, esos momentos cumbre suelen encerrar paradojas. Se celebra el mayor frenesí en medio de la incógnita suprema.

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