El Colombiano

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Jesús es la síntesis asombrosa de lo divino y lo humano, de Dios y del hombre. El corazón es la persona misma en su intimidad, que se manifiesta en cada sentimient­o, pensamient­o, palabra y acción. Según el Eclesiásti­co (17,6), Dios “les dio a los hombres un corazón para pensar”, y así el corazón genera decisiones sabias.

Dios tiene un corazón de oro, como se lo expresó Jesús a Nicodemo, magistrado judío, la noche en que éste vino a verlo, lleno de admiración. Al escucharlo, el asombro no le cabía en el corazón. “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Jesús es el amor de Dios, amor perfecto, infinito.

El zorro tiene un secreto para compartir con el Principi- to. “Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. La sabiduría del zorro deja en el colmo de la admiración la mirada del Principito.

Adam Smith, famoso economista, veía la belleza en todo, en una acción virtuosa, en un gesto de desprendim­iento, en una mañana de sol, en una música armoniosa, no menos que en la acogida, el respeto y la prudencia, expresione­s de amistad. Su corazón de oro llevaba a Smith más allá de las matemática­s. Gran lección para los economista­s.

Hablar del corazón es referirse a la máxima grandeza de Dios y del hombre. Lo propio del corazón es amar. En la medida en que ama, cada uno manifiesta su grandeza, su corazón.

Las historias de amor son conmovedor­as. S. Teresita soñó que la Madre Genove-

va, ya fallecida, “estaba haciendo testamento, y que a cada una de las hermanas le dejaba algo”. Y cuando le llegó el turno a ella, pensó “que no iba a recibir nada, pues ya no le quedaba nada”. Pero, mirándola, le

dijo por tres veces: “A ti te dejo mi corazón”.

Baltasar Gracián escribió un pensamient­o luminoso. “¿Qué importa que el entendimie­nto se adelante si el corazón se queda?”. Según el papa Francisco, Francisco de

Asís “vivía en una maravillos­a armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo”. Lo conducía el corazón.

En la celebració­n de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús unimos la grandeza divina y la grandeza humana. La luz para entender a San Juan de la Cruz: “Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor”, y a San Agus

tín: “Ama y haz lo que quieras”. La verdadera identidad del hombre del siglo XXI

Hablar del corazón es referirse a la máxima grandeza de Dios y del hombre. Lo propio del corazón es amar. En la medida en que ama, cada uno manifiesta su grandeza, su corazón.

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