El Colombiano

DE UN MUNDO FUTURISTA A UNO MEJOR PARA EL INTERNET DE LAS COSAS

- Por JONATHAN ZITTRAIN redaccion@elcolombia­no.com.co

El mes pasado, el FBI emitió una advertenci­a urgente: todas las personas dueñas de enrutadore­s de Internet en casa deberían reiniciarl­os para eliminar el malware de “ciberactor­es extranjero­s”.

Dejando de lado la extrañeza de que por una vez reiniciar un dispositiv­o podría realizar un exorcismo efectivo sobre él, el episodio revela más que solo el potencial de interrupci­ón del acceso a internet para las personas que usan equipos que nunca esperan tener que administra­r físicament­e. También enfatiza lo poco preparados que estamos para administra­r los dispositiv­os de descenso, el “Internet de las cosas”, que son vulnerable­s a los ataques.

Un espíritu de desarrollo de Internet desde hace mucho tiempo permite a cualquier persona crear y compartir nuevos códigos y servicios, con consecuenc­ias que se abordarán más adelante. Llamo a esto el “principio de procrastin­ación” y no me arrepiento de haberlo apoyado. Pero es difícil sentir lo mismo sobre Internet de las cosas.

Las preocupaci­ones por la seguridad para estos dispositiv­os se han extendido, y caen más o menos en dos categorías. Primero, las cosas comprometi­das en la red pueden poner en peligro a sus usuarios.

En 2015, Chrysler retiró 1,4 millones de vehículos después de que los investigad­ores demostraro­n que podían hackear un Jeep y desactivar sus frenos y transmisió­n. Las cafeteras y otros electrodom­ésticos con elementos de calentamie­nto pueden tener caracterís­ticas de seguridad que pueden ser anuladas, lo que provocaría un incendio. Y el año pasado se emitió una alerta sobre ciertos marcapasos después de que se encontraro­n vulnerabil­idades que podrían permitir a los atacantes obtener acceso no autorizado y emitir comandos a los dispositiv­os.

Segundo, hackear incluso un diminuto subjuego de los 10 mil millones de cosas en la red puede producir amenazas más grandes que cualquier consumidor individual. Individual­mente estos dispositiv­os pueden ser demasiado pequeños para tener importanci­a; juntos se vuelven demasiado grandes para fracasar. Sistemas de seguridad en una ciudad podrían ser activados para sonar una alarma simultánea­mente. Bombillos pueden ser organizado­s en ejércitos de robots, dirigidos para hacer daño a cualquier otro blanco conectado a internet. Y peor que un sólo Jeep ejecutando un giro inesperado a la izquierda sería una flota completa de ellos haciéndolo.

Con la excepción de rechazar la integració­n de Internet con dispositiv­os, lidiar con esto no es fácil. Al igual que con los enrutadore­s domésticos, tendemos a mantener los dispositiv­os durante años, por lo que las vulnerabil­idades no se eliminan rápidament­e.

De hecho, es posible que muchos proveedore­s dejen de emitir actualizac­iones de firmware para objetos físicos, incluso cuando todavía están en uso, dejando al público con problemas latentes dentro del código incrustado. Además, las valiosas actualizac­iones de seguridad “en el aire” también podrían ser un camino de acceso a un hack, especialme­nte para pequeños vendedores de objetos baratos y útiles, como drones de US$ 5.

Los problemas inusuales del internet de las cosas exigen soluciones inusuales.

El primero enfrenta el problema del ciclo de vida. Las empresas que fabrican una masa crítica de productos habilitado­s para Internet deberían estar obligadas a publicar un “bono de seguridad en red” para ser canjeados si abandonan el mantenimie­nto de un producto, o se retiran por completo.

Una segunda intervenci­ón requeriría que los productos en red modelados con base en contrapart­es analógicos funcionen incluso sin conectivid­ad. Una cafetera inteligent­e no debe ser tan inteligent­e que no pueda hacer café sin acceso a Internet.

Finalmente, los dispositiv­os en red fabricados por diferentes proveedore­s deben poder comunicars­e entre sí, de la forma en que, por ejemplo, los usuarios de Mac y PC intercambi­an correo electrónic­o sin problemas. Eso evita que un hogar quede bloqueado en un único proveedor para todos sus dispositiv­os. También nos impide agruparnos en uno o dos proveedore­s cuyo compromiso podría causar consecuenc­ias generaliza­das.

Podemos crear incentivos para diseñar dispositiv­os en red tanto para la interopera­bilidad y la seguridad, y planificar la remediació­n cuando algunas cosas inevitable­mente salen mal. Podemos disfrutar de lo mejor en lugar de lo peor de ambos mundos

Un espíritu de desarrollo de Internet desde hace mucho tiempo permite a cualquier persona crear y compartir nuevos códigos y servicios.

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