El Colombiano

Reto: evitar hacinamien­to en las prisiones

En las salas de captura en Medellín hay 1.050 detenidos cuando la capacidad es para 255.

- Por RAFAEL GORDO NUÑEZ

En Antioquia llega al 80 %, según cifras del Inpec. ¿Cuáles son las posibles causas y soluciones a un problema que no cede?

El hijo de Marleny Castañeda pierde lentamente la movilidad en la prisión de Puerto Triunfo por un tiro de fusil en una pierna. En la penitencia­ría -antes de ser traslado al régimen de máxima seguridad- él debió permanecer 36 horas, de acuerdo a la Ley, pero residió varios meses por la superpobla­ción en las prisiones del país.

Necesitó intervenci­ón quirúrgica, y como en su vida jamás tuvo seguro médico, le fue imposible acceder al régimen subsidiado en la comisaría. Hoy su madre costea la operación mediante el embargo de su patrimonio a cambio de 2 millones de pesos. Es el círculo interminab­le de quienes caen tras las rejas.

La otra cara del problema: el pasado 12 de mayo la Fiscalía General de la Nación comunicó al alcalde de Medellín “la imposibili­dad de continuar los operativos de seguimient­o criminal de seguridad ciudadana por hacinamien­to carcelario. Últimos capturados habían terminado en el auditorio de la Fiscalía”.

Días después se sumó al debate el gobernador de Antioquia Luis Pérez con la propuesta de “cobrarle un canon mensual a los internos con recursos.”

Ambos anuncios desataron la polémica. El primero, debido a la violencia que por décadas ha azotado la ciudad y que hoy se contrarres­ta dotando de más recursos a los organismos de control. El segundo, porque, entre otras razones, podría propiciar lavado de dineros de origen ilegal.

Ni aire, ni baños, ni camas

El hijo de Marleny Castañeda es parte de los 117.826 hombres y mujeres que a principios de junio sobrevivía­n en las 135 cárceles del país, las cuales poseen capacidad para 79.172 reos, según el Instituto Nacional Penitencia­rio y Carcelario, Inpec.

En su último informe sobre el problema carcelario colombiano, (2017) el Institute For Criminal Policy Research, de la University of London, ubica a Colombia en el grupo de 12 países del continente donde los centros de reclusión superan la población permitida. “En algunos casos sobrepasa el 365 %”, escribió Elke Kooyman, coordinado­ra de deten- ciones del Comité Internacio­nal de la Cruz Roja.

En Antioquia, con 20 establecim­ientos, esa situación rebasa el 80%. Hoy no poseen libertad 13.887 personas. Pero las prisiones apenas pueden

albergar a 7. 660 –señaló Imelda López Solórzano, directora

regional del Inpec.

Por otra parte, en las salas de captura de unidades policiales permanecen 1.050 detenidos, cuando la capacidad

real es de 255.

Para el secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, esta situación “se traduce en que la Policía se ha visto obligada a desviar efectivos para custodiar prisionero­s, en vez de dedicarlos a vigilancia y orden”.

El Inpec, por su parte, intenta cumplir la regla de equilibrio que exige el ingreso a sus institucio­nes de un reo por cada dos egresados.

“Este año se ha dado de alta a 3.552 recluidos. Y se han incorporad­o 2.580. Pero en las salas de la Policía las cifras de detención no disminuyen. Esto conlleva a retener individuos por más tiempo de las 36 horas establecid­as”, explicó López al Concejo de Medellín.

La Corte Constituci­onal - recuerda Aura Marleny Arcila, presidenta del Concejo- ha declarado el sistema penitencia­rio en estado inconstitu­cional y ha exigido actuación al Ministerio de Justicia.

En 2017, la Secretaría de Seguridad y Convivenci­a destinó 15.600 millones de pesos para mejorar las condicione­s de los centros del Inpec.

“Se ha apoyado en la logística, en la seguridad durante el traslado de prisionero­s, con la dotación e instalació­n de equipos en salas de monitoreo mediante cámaras de vigilancia, y en la intervenci­ón psicosocia­l”, expuso Andrés Tobón.

Por su parte, Imelda López explicó que en mayo el Inpec comenzó el traslado de más de 500 detenidos de Medellín a la cárcel de El Espinal, en Tolima. “Y se inició la construcci­ón de la colonia agrícola de Yarumal, al norte del departa-

mento, pensada para albergar a 1.328 privados de libertad”. Estos hechos, denuncian los familiares, afectan el derecho de los reos a recibir visitas, a causa de la lejanía.

Hacinamien­to = tortura

“Si tú único plato de comida te llega a las cinco de la tarde avinagrado y a la misma celda de alguien con una epidemia. Y si mueres en esa cárcel por falta de medicina, pues te están torturando. La tortura tiene múltiples formas”, dice la concejal Luz Marina Múnera.

A estas violacione­s se suman la estratific­ación de los reclusos por su estatus económico, la escasa higiene sanitaria y la falta de oxígeno que en lugares como La Candelaria provoca la aparición de enfermedad­es micóticas y un calentamie­nto a temperatur­as incompatib­les con la vida, argumenta

Emilio Ceballos Orozco, investigad­or de Derechos Humanos de la Personería de Medellín.

Él y su equipo monitorean los establecim­ientos del Inpec, las salas de detención de la Policía y el búnker de la Fiscalía. “En esos centros conviven, junto a condenados mayores, personas que a veces no han sido enjuiciada­s o prohibidos de detención domiciliar­ia. Se convierten en centros perpetuado­res de la violencia”.

El hijo de Marleny -cuenta Orozco- integra los miles de casos en un limbo en materia de salud. “En los establecim­ientos de Inpec solo se prestan servicios básicos. Quienes necesitan otras atenciones recurren a asegurador­as, como hizo su mamá, pero luego, debido a la falta de condicione­s del Inpec, por ejemplo, pierden citas médicas, al no existir garantías para su traslado”.

Más gente sin libertad, con menos derechos, en menos metros cuadrados, es el resultado, en Antioquia, de uno de los dilemas de la justicia en el país

“Esta situación no está solo en manos del municipio. Si no se resuelve de manera urgente, enfrentare­mos una crisis mayor”. ANDRÉS TOBÓN Secretario de Seguridad de Medellín.

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