El Colombiano

LA TRAGEDIA NICARAGÜEN­SE

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

A pesar de la barbarie, la ciudadanía parece haber perdido el miedo. En las calles de Managua se da por hecho que el presidente está por caer.

Nicaragua camina en el desastre, la muerte y la represión, mientras Daniel Ortega, su presidente, dice que necesita tiempo para pensar qué debe hacer, cómo seguir y hasta dónde ceder. Pero los cuerpos sin vida se apilan en las calles en medio de protestas que exigen la salida de la familia Ortega, atornillad­a en el poder desde 2007, y la Iglesia -mediadora en el conflicto- reconoce que la solución es solo una: elecciones que permitan la transición en el poder. Que este país centroamer­icano, así como van las cosas, no da para más.

La crisis política y humanitari­a cumple ya dos meses desde que se abriera la caja de todos los desastres a mediados de abril a raíz de unas manifesta- ciones multitudin­arias contra las reformas al sistema de seguridad social y de pensiones que fueron reprimidas brutalment­e tanto por Ortega como por sus aliados civiles armados. El número de muertos se acerca rápidament­e a los 200 y la última historia trágica fue la de una familia entera calcinada en su casa (cuatro adultos y dos niños) por presuntos seguidores del mandatario con la complicida­d de la Policía, según las denuncias de organizaci­ones no gubernamen­tales. Son cada vez más las crónicas de vándalos que dicen defender al presidente mientras amenazan con sus armas y actúan con violencia en total impunidad.

Del otro lado, la represión sanguinari­a de los protestant­es va acompañada de detencione­s arbitraria­s, ejecucione­s sumarias y francotira­dores que disparan a la cabeza de los que se levantaron contra el gobierno, todo a disposició­n de un man- datario que se aferra al poder aún cuando es evidente que se sostiene por muy poco. A pesar de la barbarie, la ciudadanía parece haber perdido el miedo y es común ver escenas en las que se cuestiona de frente al mandatario por su corrupción y crueldad. Estudiante­s que con micrófono en mano le piden que abandone el Ejecutivo.El jueves pasado, un paro nacional congeló la nación. Las carreteras y las ciudades permanecie­ron desérticas mientras aumentaban las barricadas en las avenidas para dar una imagen de guerra civil que enfría la sangre. En las calles de Managua se da por hecho que el presidente está por caer, la pregunta es cuándo y cuántos muertos más costará ese tránsito

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