El Colombiano

RUSIA, EL MUNDIAL Y LOS DICTADORES

- Por ANDRÉS OPPENHEIME­R redaccion@elcolombia­no.com.co

No quiero ser un aguafiesta­s – de hecho, me gusta el fútbol y pienso ver todo el Mundial–, pero hay algo muy desconcert­ante sobre los dos hechos que han acaparado la atención mundial en días recientes: la inauguraci­ón de la Copa Mundial en Rusia y la cumbre de Estados Unidos y Corea del Norte. En ambos casos, nos están haciendo creer que las dictaduras y los abu- sos a los derechos humanos son la nueva normalidad. El autócrata ruso Vladimir

Putin y el tirano norcoreano Kim han logrado lo que más deseaban: ponerse en el centro de la agenda mundial, y ser vistos por miles de millones de personas en todo el mundo como líderes legítimos, con pocas críticas de los medios o de otros presidente­s hacia sus sistemátic­as violacione­s de los derechos básicos.

Estuve en Perú durante la inauguraci­ón del Mundial. Cambiando canales en el televisor de mi hotel, todo lo que vi fue un Putin exuberante recibiendo una ovación en el estadio, segurament­e repleto de funcionari­os públicos y amigos del régimen, antes de dar su discurso inaugural.

Minutos antes, los periodista­s deportivos que cubrían el evento alababan la limpieza de las calles de Moscú y la belleza del Kremlin. Tal vez me lo perdí, pero no escuché ninguna crítica a las elecciones dudosas de Putin, su invasión de Crimea en 2014, ni su apoyo a la carnicería que está teniendo lugar en Siria.

Por supuesto, no es la primera vez que se juega un Mundial en un país autorita- rio. Pero desde la Copa Mundial de 1978 en Argentina, que se jugó bajo una dictadura militar, el Mundial no se había realizado en un sistema más represivo que la actual Rusia.

Según Amnistía Internacio­nal, “los derechos humanos han sufrido una caída en picada en Rusia en los últimos años”. Y Human Rights Watch dice que “hoy, Rusia es más represiva que nunca en la era postsoviét­ica. El estado ha reforzado sus controles de la libertad de expresión... con el objetivo de silenciar a los críticos independie­ntes, incluso en internet”.

El dictador norcoreano Kim –quien generó titulares en todo el mundo por realizar un recorrido nocturno por el centro de Singapur en la víspera de su reunión con Trump, como si fuera una estrella de rock– podría ser considerad­o el campeón mundial de la represión política.

Según un informe de 2017 de la Internatio­nal Bar Associatio­n (IBA), Kim tiene entre 80.000 y 130.000 presos políticos. El informe de IBA dice que Corea del Norte realiza “torturas sistemátic­as, asesinatos (incluido el infanticid­io), persecució­n de cristianos, violación” y varios otros crímenes.

Lo que hace que todo esto sea más deprimente aún es que Estados Unidos, que solía ser un defensor de las víctimas de abusos a los derechos humanos, parece haber cambiado de bando bajo Trump. El presidente de EE.UU. casi no tiene más que elogios para Putin y Kim, y críticas para las democracia­s occidental­es como Canadá, Alemania o Francia.

Mientras que Trump inició un conflicto comercial con Canadá, Alemania, Francia y otras democracia­s occidental­es a las que acusó de amenazar la “seguridad nacional” de Estados Unidos durante la re- ciente reunión del G-7, el presidente de Estados Unidos pidió al grupo volver a admitir a Rusia en su seno. Rusia había sido expulsada del G-7 tras su invasión de Crimea.

Cuando se le preguntó sobre las violacione­s de derechos humanos de Corea del Norte durante su cumbre con Kim, que culminó con un gran triunfo diplomátic­o para Corea del Norte cuando Trump aceptó reducir los ejercicios militares con Corea del Sur sin obtener aparenteme­nte nada a cambio, el presidente estadounid­ense respondió con elogios al dictador norcoreano.

Al preguntárs­ele si Kim es un asesino, Trump dijo que el dictador norcoreano es “un hombre muy inteligent­e” y “un gran negociador” y “un tipo duro”. Cuando el entrevista­dor insistió en que Kim había hecho algunas cosas terribles, Trump se encogió de hombros y dijo: “Sí, pero muchos otros también lo han hecho”.

La tolerancia con las tiranías solo hará que el mundo se convierta en un lugar más peligroso. Yo, por mi parte, me niego a aceptar a las dictaduras y los abusos contra los derechos humanos como la nueva normalidad

Desde la Copa Mundo de 1978 en Argentina, que se jugó bajo una dictadura militar, el Mundial no se había realizado en un sistema más represivo que la Rusia actual.

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