El Colombiano

OCHO CONTRA DIEZ

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

La trifulca actual se exasperó en el plebiscito de hace año y nueve meses. En ese entonces los colombiano­s resultamos seis millones contra seis. Cincuenta mil votos desempatar­on a favor del No.

El domingo pasado, día concluyent­e, las cifras engordaron: diez millones enfrentado­s a ocho. Los diez correspond­en a la corriente que negó el plebiscito de la paz con la guerrilla. Los ocho, a quienes hoy se definen como Resistenci­a.

Desde hace casi dos años cada hogar de este país duerme con el enemigo por dentro. No hay división por clases sociales ni por ideología, a pesar de que los del ocho y los del diez se diferencia­n en el modelo de país y en cómo repartir la tajada de comida entre ricos y pobres.

Pero el cuchillo que partió a la población es fundamenta­lmente religioso. En ambos lados hay mesías, prédicas, verdades reveladas, profetas, tablas de la ley, traidores, excomulgad­os, adoradores y adoratrice­s.

Así las cosas, ¿ha avanzado el país? ¿Somos mejores seres humanos? ¿Nuestra sociedad es más vivible? Parece que no. Vamos más hacia Locombia y menos hacia la nación de la ‘colomba’, de la paloma.

No obstante, los analistas conceptúan que nuestra democracia es fuerte. De hecho, la abstención fue derrotada como masa mayoritari­a por segunda vez. De hecho, muchos ciudadanos se apresuraro­n a las urnas “para salvar la democracia”.

Por allá, en sordina, se eleva la voz del escritor nor- teamerican­o Ambrose Bierce, desapareci­do en su muerte mientras seguía a las huestes de Pancho Villa en el 1913 de la revolución. Considerad­o “autor maldito entre los malditos”, y novelado por Carlos Fuentes en su “Gringo viejo”, Bierce fulminó la palabra “voto” en su “Diccionari­o del diablo”:

“El instrument­o y símbolo del poder de un hombre libre para hacer de sí mismo un tonto y de su país una ruina”.

Sin duda fue un anarquista de pensamient­o. Pero qué le vamos a hacer si poco más de un siglo después de publicado su libro, la realidad de la condenada Colombia le entrega la razón que en su tiempo le negaron.

En efecto, ¿acaso la garrotera vigente y la crispación consiguien­te no están convirtien­do en tontos a los votantes criollos y en una ruina a este zarandeado país de ocho contra diez? Razón tienen, además, los millones que se declararon exhaustos tras la campaña electoral con menos muertos y más ferocidad de nuestra historia

¿Ha avanzado el país? ¿Somos mejores seres humanos? ¿Nuestra sociedad es más vivible? Parece que no.

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