El Colombiano

NICARAGUA: LLEGÓ EL MOMENTO

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Hay momentos en que no se puede dudar. Ni fallar. Y en Nicaragua acaba de ocurrir uno de esos momentos que se convierten en símbolo y que lo cambian todo. El protagonis­ta es un joven de apenas 20 años de edad. Su increíble historia en un momento.

Pero antes, el crimen. Las protestas contra el régimen del presidente Daniel Ortega en Nicaragua, hace más de dos meses, tomaron a muchos por sorpresa. Durante años Ortega y su esposa, la vicepresid­enta Rosario Murillo, habían tenido un romance muy abierto con la Iglesia católica y con los empresario­s. Y casi nada en Nicaragua se movía sin su aprobación. Daniel y Rosario —en Nicaragua les llaman por su primer nombre— se estaban convirtien­do en los mismos tiranos que ellos ayudaron a derrocar. Primero fueron los Somoza; ahora eran los Ortega.

Pero luego cometieron un gravísimo error de cálculo. A mediados de abril propusiero­n un cambio al seguro social que fue recibido con fuertes protestas. La represión a esas protestas fue brutal y hubo varios muertos. Ahí los Ortega perdieron cualquier pretensión de legitimida­d. Ya no se trataba, únicamente, de unos gobernante­s autoritari­os, sino de líderes que ordenaron, autorizaro­n o permitiero­n la muerte de muchos jóvenes. Eso lo cambió todo.

La lucha se transformó. El nuevo objetivo era sacar a los Ortega del poder.

Se llamaron a unas mesas de diálogo —entre el gobierno y la oposición— y es ahí donde

Lesther Alemán apareció. Alemán es un estudiante universita­rio, en proceso de graduarse, que tiene una imponente voz de locutor. Los estudiante­s y empresario­s (que ya le estaban dando la espalda al régimen) lo escogieron a él para hablar. “Sentí un reto total”, me dijo Alemán en una entrevista. “Nunca había hablado en cámara o en una conferenci­a de prensa... No me imaginaba cómo iba a repercutir”.

Y repercutió. Alemán se paró, tomó el micrófono y le dijo lo siguiente a Ortega, en su cara: “Nosotros hemos puesto los muertos, los desapareci­dos, los que están secuestrad­os. Esta no es una mesa de diálogo. Es una mesa para negociar su salida. Y lo sabe muy bien. Porque el pueblo es lo que ha solicitado”.

Nunca, nadie, se había atrevido a decirle a Ortega en público lo que muchos nicaragüen­ses murmuraban en privado. Ortega lleva 23 años al frente del país: primero de 1979 a 1990, y luego del 2006 a la fecha. Los orteguista­s dicen que este es un intento de golpe de Estado. Alemán no e stá de acuerdo.

“No somos golpistas”, me dijo. “No tenemos a nuestro favor grupos paramilita­res. Tampoco estamos involucrad­os en guerrillas, ni nos administra un partido político. Lo que hemos querido construir aquí en Nicaragua es el sueño de devolverle al país el sentimient­o de república. La democracia ha sido secuestrad­a hace más de 12 años”.

Siguiendo el libro de texto de Venezuela, el régimen de los Ortega ha reprimido sangrienta­mente a los estudiante­s con la esperanza de que el miedo se cuele en las casas y las familias no permitan salir a sus hijos. Más de 160 perso- nas han muerto hasta el momento. Pero las protestas no han parado. Se llamó a un paro nacional y hay calles bloqueadas para impedir el paso de la policía. El país se les ha volteado a los Ortega.

“Es nuestro sueño, y lo veo cumplirse: Daniel Ortega deja el poder”, me comentó Alemán sin mostrar ninguna duda. “Sí podría ver al presidente abandonand­o el poder. Estoy convencido. Ellos no tienen más poder que los paramilita­res”.

El de Ortega es el poder de las balas. Y del miedo. “Yo estoy en una casa de seguridad”, me dijo Alemán, escondido en algún lugar de Nicaragua, durante nuestra entrevista vía Facebook. “Lo que más temo es por mi familia, y también por mi vida. El miedo está”.

En Nicaragua suelen pasar cosas imposibles. Me consta. Estuve en Managua el día que los sandinista­s perdieron las elecciones frente a Violeta Ba

rrios de Chamorro en 1990. Pocos lo creían factible y, sin embargo, ocurrió. Esta vez la historia se puede repetir.

Si algo nos han enseñado los nicaragüen­ses es que, tarde o temprano, por las buenas o por las malas, se deshacen de sus dictadores

En Nicaragua suelen pasar cosas imposibles. Me consta. Estuve en Managua el día que los sandinista­s perdieron las elecciones frente a Violeta Barrios de Chamorro en 1990.

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