PENA AJENA
Uno no debería hablar de esto, debería dejarlo pasar de largo para que la vergüenza ajena no sea tanta, pero nada que hacer, las situaciones penosas de algunos colombianos en el exterior se repiten una tras otra. Seguramente estos temas darán para mucho, aparecerán chistes, memes, despidos, oleadas de indignación.
Al día siguiente, el colombiano que hizo que una pobre japonesa repitiera una serie de insultos, después del partido que Colombia perdió contra Japón, ya estaba arrepentido y lo único que pedía era perdón por su comportamiento, según él, había empezado a beber desde muy temprano con sus amigos colombianos en Rusia y ya estaba borracho cuando hizo la bobada que hizo. Claro, como ahora nada permanece en silencio, este hecho bochornoso ya esta- ba circulando en las redes sociales y en los medios de comunicación cuando, seguramente, no se le había pasado la resaca al hombre. Pero el daño ya estaba hecho y hasta la Cancillería reprochó estos actos que “no representan nuestra cultura, nuestro idioma y nuestra raza”.
Pero este acto no fue el único, de nuevo las redes sociales se encargaron de botarnos en la cara más minutos que uno lamenta, y espero que los protagonistas también, pero esta vez pregonando el “ingenio paisa”. Un grupo de colombianos celebra que a través de unos binoculares pudo violar la seguridad del estadio e ingresar alcohol. ¡Genios de la estupidez!, y qué molesto me resulta oír el corrillo que grita: “¡Esoooo, epaaaa!” ¡Aplausos, bravo!, rueda la copita de mano en mano. De nuevo el daño quedó hecho y las conse- cuencias no se hicieron esperar, uno de ellos hasta perdió su empleo. Lo triste de esto es que en realidad estas no son excepciones, en Colombia nos han inculcado “virtudes” que en realidad no lo son, recordemos nada más la terrible sentencia: “El vivo vive del bobo” o la insoportable “malicia indígena”; por algo, una vez más, vuelve a ser pertinente ese proyecto que lanzó Eafit hace unos años “Atreverse a Pensar”, el cual ponía el dedo en la llaga sobre el fraude, la mentira, la viveza. Cito unas líneas que el rector, Juan Luis Mejía, escribió sobre estos penosos comportamientos: “El avispado tiene profunda confianza en sí mismo, por tanto, no requiere de preparación, dado que su astucia natural le permite salir triunfante en todas las situaciones. El avispado es cañero, fafarachero, lanza, espuelón, fregao y ventajoso, tiene agallas y se lleva a todo el mundo por delante. El avispado se ufana: Yo no lo tumbé, él se cayó solo. Para el avispado no hay mayor triunfo que sacar ventaja en cada negocio”. Como colombiano uno se acostumbra a perder partidos, lo que es difícil acostumbrarse es a la estupidez, así se repita en Rusia o aquí no más a la vuelta de la esquina
Como colombiano uno se acostumbra a perder partidos, lo que es difícil acostumbrarse es a la estupidez.