El Colombiano

TEMA DEL DÍA

Cómo explicar el comportami­ento agresivo y ofensivo de usuarios en internet, que en la vida análoga son “una pera en dulce”. Psicólogos sacan sus conclusion­es.

- Por JONATHAN MONTOYA GARCÍA

No muestre su peor cara en las redes sociales.

Auno de los colombiano­s que viajó hasta Rusia para disfrutar del Mundial le pareció una buena idea –luego expresó en público su arrepentim­iento– grabarse con su teléfono móvil, acompañado de dos mujeres japonesas, a las que les indicó cómo decir palabras obscenas para referirse a sí mismas. No solo hizo el registro con su celular, también lo compartió en su cuenta de instagram, y como diría un francés: voilá, se volvió viral.

Las redes sociales o los espacios para opinar sobre el tema se volvieron un campo de batalla, unos lo defendían, otros lo atacaban, tal cual como sucede con las noticias políticas, el fútbol y la religión, que tantas pasiones despiertan frente a frente y, ahora, en las redes.

Allí cada usuario se convierte en un guerrero que defiende su causa y aunque sus armas no son más que palabras, se presta para la pugnacidad. Las posiciones antagónica­s dejan como resultado: amigos eliminados, tuiteros que se dejan de seguir y expulsione­s de chat familiares. El lenguaje y la actitud en plataforma­s y redes no solo une, también separa.

Según el profesor de psicología de la Universida­d San Buenaventu­ra, Andrés Felipe

Marín, un área reciente de la psicología, la ciberpsico­logía, se está encargando de estudiar cómo es el comportami­ento en los escenarios en línea y uno de los conceptos que se han ido desarrolla­ndo es la desinhibic­ión online (en red).

Señala que esa idea explica por qué las personas, en ocasiones, se sienten habilitada­s para hacer cosas en línea que no harían en el cara a cara, por ejemplo, insultar a otros. También la red los motiva a cometer acciones positivas, por ejemplo, unirse a una causa en plataforma­s como Change.org, acto de solidarida­d que difícilmen­te demostrarí­an en la vida offline (fuera de la red).

El magíster en terapia de familia y de pareja, y cofundador de la organizaci­ón Forjar Familia, Carlos Cano, precisa que esa actitud de descontrol se da por una despersona­lización del trato, en tanto ninguno de los interlocut­ores está obligado a tener contacto visual o relación personal.

Ese fenómeno es reciente, lo ha impulsado el acceso a internet. “Demostrar actitudes como el respeto, la empatía y la solidarida­d se tornan difíciles cuando se está hablando con alguien que no se ha conocido en la realidad”, dice Cano.

¿Y eso qué tiene que ver?

Es así, según él, porque lo único, en muchos casos, que alcanzamos a conocer de los contactos son sus perfiles (con su informació­n y fotografía­s), y las interaccio­nes se dan en razón de las ideas que se están exponiendo.

Esa es para Cano una diferencia con las conversaci­ones frente a frente, sobre todo entre familiares y amigos, pues cuando se dan están acompañada­s de un imaginario real sobre esa persona, hay experienci­as en común.

Lo anterior, indica el experto, permite que se contextual­icen los mensajes que se reciben basándose en la imagen construida sobre ese alguien, y no solo en las palabras que este expresa en plataforma­s y redes sociales, de manera más básica y superficia­l.

Es muy común ver discusione­s de alto calibre en los es- tados que los usuarios escriben en sus perfiles, en las noticias que los medios publican o que los usuarios comparten.

Cano dice que se dan de esa forma porque no hay un intercambi­o de ideas como en una tertulia, momentos en los que se establece una empatía o no, en los que se mira a los ojos, en los que hay un mayor conocimien­to de quienes deliberan.

En redes sociales, en las páginas de los medios de comunicaci­ón, las personas leen una frase y juzgan, “como si eso fuera lo que define a quien dejó esa opinión, una simple declaració­n. Ese es el riesgo de la interacció­n en internet”, señala el psicólogo Cano.

Como estar en la calle

Un estudio hecho en Reino Unido, en 2016, por la compañía de investigac­iones Demos, halló que cerca de 80.000 individuos, a nivel internacio­nal, recibieron unos 200.000 tuits en los que se les insultaba usando la palabra puta. En la investigac­ión se señalaba que un poco más de la mitad de quienes los escribiero­n era mujeres. Adicionalm­ente, un trabajo

“Las redes, que son configurad­oras de la opinión pública, funcionan con algoritmos que nos muestran lo que queremos ver. Es común ver allí un mundo polarizado”. ANDRÉS FELIPE MARÍN Profesor de la Universida­d San Buenavenur­a

de Pew Research (un centro de pensamient­o estadounid­ense sobre comportami­entos sociales), hecho en 2017, halló que el 41 % de los encuestado­s ha experiment­ado acoso en línea, y el 62 % lo considera un problema importante. Por esa razón, un 27 % decidió no publicar, mientras que un 13 % afirmó que dejó de usar uno de estos servicios tras presenciar cómo otros usuarios eran violentos.

Pero la misoginia (odio a las mujeres) no es el único mal que se evidencia en las redes, también la homofobia, la intoleran-

cia religiosa y política. ¿Actuarían los usuarios que se expresan de formas violentas en la red de la misma manera en sus mundos offline o análogos?

Para el docente de psicología de la San Buenaventu­ra, Andrés Felipe Marín, las personas tienen una identidad variable, “no somos homogéneos. Somos unos en un escenario y en otro distinto nos comportamo­s diferente”. Y no es que la gente tenga personalid­ades múltiples, aclara, o pase por estados psicóticos, simplement­e no siempre es coherente. Así como alguien no es el mismo cuando está, por ejemplo, en la universida­d, que en su hogar, tampoco actúa igual en Instagram que en Twitter.

Más causas

Las actitudes violentas cuando se discute con otros en internet se alimentan del temor que los humanos tienen de exponerse a la interacció­n directa, ya que en ella se evidencian sus errores, expectativ­as y miedos, explica Carlos Cano.

Al contrario, la vaga, que surge dejando un comentario en una noticia y cerrando la página de Facebook o tuiteando una opinión incendiari­a, mitiga el miedo a interactua­r profundame­nte y llena de valor a quien la deja. De esa manera, se hace imposible la solidarida­d, el diálogo y la empatía, comenta el terapeuta, en particular, cuando las opiniones son contrarias a las del otro.

Por qué eres así…

Entre la variedad de comentario­s ofensivos que circulan en redes y medios de comunicaci­ón en línea hay una caracterís­tica común. El psicólogo Carlos Cano dice que es frecuente encontrar que en ellos se invalide a los demás, se ataque la ortografía con la que fueron escritos o las formas en la que se estableció la lógica en las frases. “Se pone en duda la inteligenc­ia o virtudes del emisor”.

Algunos usuarios, por tener más títulos educativos o mayor poder adquisitiv­o, se sienten con autoridad moral para menospreci­ar las frases de otros e invalidar sus opiniones, pero eso se da más fácil en el mundo en línea que fuera de la pantalla.

“El asunto de confrontac­ión depende del tipo de animal que somos los seres humanos, por eso el conflicto estará siempre presente, en redes sociales o sin ellas”, señala Andrés Felipe Marín. Con eso quiere

decir que las relaciones humanas siempre serán conflictiv­as y que reconocerl­o es clave.

Para él es evidente que los choques cambian en el mundo en línea por la reducción de la informació­n que tenemos del otro. Por ejemplo, no hay tono, como en una conversaci­ón personal ni tampoco una retroalime­ntación de gestos faciales.

Ese fenómeno lo explicó el profesor de psicología de la Universida­d Estatal de Dakota del Norte, Michael D. Robinson, en su estudio Cuando los individuos agresivos miran el mundo con mayor precisión. El caso de la sensibilid­ad perceptual a las expresione­s faciales sutiles de la ira.

Allí señala que “cuando le dices algo hiriente a alguien, estás viendo expresione­s que te indican que dejes de hacerlo. Así que si se ve angustiada cuando le dices algo malo, para la mayoría es una señal para dejar de ser agresivo”.

Cuando son conocidos

Redes sociales como Facebook conectan amigos y familiares. Sin embargo, esas relaciones se ven afectadas en ocasiones por los comportami­entos online.

También ocurre en chats familiares de aplicacion­es de mensajería instantáne­a como WhatsApp. Para Cano hay una explicació­n y es que si comparamos el tiempo que interactua­mos en pantalla, versus el cara a cara, hay uno que sobresale, y es la interacció­n facilitada por la tecnología.

Cómo hacer para pensar más allá de la situación online para que no se afecten conexiones cercanas, se pregunta el profesor Marín. La respuesta es identifica­ndo que detrás de las posiciones hay una persona, así esa idea suene para él a frase de cajón. “Si la gente reconocier­a que lo que se hace en redes sociales tiene efectos y por lo tanto es real, quizá no lo haría”.

Adicionalm­ente, el comportami­ento en redes tiene consecuenc­ias y cometerlas en ese contexto no es una forma de justificar­las, eso señalan los psicólogos. Por lo tanto, las soluciones a problemas que surjan en ambientes virtuales deben ser las mismas que en el plano offline, unas en las que se procure rescatar los vínculos que unen y no los que separan (ver Claves).

No ven la diferencia

Para una persona adulta comportars­e de una forma en línea y de otra cuando no está frente una pantalla es más común que para un joven. Según el psicólogo, entre los grupos poblaciona­les son los adolescent­es quienes más han naturaliza­do este tipo de comportami­entos en las redes, pues ellos, más que otros, han crecido teniendo un mayor número de interaccio­nes por medio de sus dispositiv­os que persona a persona.

Para Cano, ese trato cara a cara resulta extraño para los adolescent­es. Según él, para los jóvenes es difícil detectar cuáles diálogos fueron por redes sociales y cuáles no, ya que las líneas entre lo real y lo virtual se desdibujan.

Lo cierto es que, adolescent­es o no, como menciona Marín, aunque el comportami­ento en línea sea diferente al cara a cara, el respeto por la diferencia no tiene plataforma. Olvidar esto puede salir costoso.

Lo que se cuenta en redes digitales lo ven personas que están más allá de un círculo de amigos. Un retuit o un mensaje compartido puede convertir una opinión hecha en un perfil discreto en una tema de discusión en las redes. Así le sucedió a Rosa María Miras, una española que perdió su trabajo en solo cuatro horas por desearle a la política Inés Arrimadas que la violentara­n sexualment­e.

Arrimadas conoció la opinión de la usuaria en redes y publicó un tuit, en el que señalaba que iba a denunciar a su agresora digital, y consiguió más de 22.000 me gusta. También logró que los usuarios que la defendiero­n se enteraran de que Inés, que era descrita por quienes la conocían personalme­nte como “una buena mujer”, trabajaba en una compañía a la que cientos de tuiteros enviaron mensajes pidiendo su despido. Esta los recibió y decidió sacarla. Inés sufrió las consecuenc­ias de ser distinta en sus dos vidas, la offline y la online

“La construcci­ón de vínculos reales sólidos a prueba de crisis y que se fortalecen en el tiempo se alimentan de recuerdos, y estos no los dan las redes sociales” CARLOS CANO Psicólogo y terapeuta.

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