El Colombiano

LO QUE SIGNIFICA SER AMADO POR UN PERRO

- Por MARGARET RENKL redaccion@elcolombia­no.com.co

Hay una historia que mi esposo lleva casi 15 años contando, desde no mucho tiempo después de que las fuerzas estadounid­enses invadieron a Irak. En un informe noticioso, soldados americanos iban puerta a puerta con perros de rastreo, tratando de persuadir a los ciudadanos de Bagdad para que adoptaran a una mascota bien entrenada.

Muchos iraquíes piensan que los perros son sucios, y los soldados americanos y los soldados estadounid­enses argumentab­an a favor de replantear esa opinión: Bagdad sería más seguro si los perros estuvieran alojados en toda la ciudad, haciendo sonar la alarma cada vez que un enemigo trate de colocar una bomba en la carretera durante la noche. Además, un perro te amará incondicio­nalmente.

El dueño de casa en la historia miró soldado y se encogió de hombros. “Entonces sería amado por un perro.”

Mi esposo cree que esta historia es chistosa porque le recuerda a los sureños y campesinos de la pequeña ciudad donde creció, y también porque está muy en desacuerdo con las actitudes de los suburbios de Estados Unidos, con sus cochecitos de mascotas y sus centros de cuidado de perros y neumólogos caninos. Los soldados iraquíes no tendrían mejor suerte persuadien­do a los habitantes de Nashville suburbanos a desterrar a sus perros al patio que los soldados estadounid­enses para convencer a los iraquíes de invitar a un perro a la casa.

Como una medida de cuán profundame­nte los perros están incrustado­s en nuestras propias vidas, considere lo que sucedió cuando Emma, una dachshund de 15 años, murió el mes pasado. Tres amigos trajeron flores. Uno trajo chocolate. Otro trajo un pastel casero de fresa. Uno trajo una comida de barbacoa y un poema original.

El derrame de cariño me recordó de los días después de la muerte repentina de mi madre, cuando parecía que todas las personas que yo conocía trajeron flores y comida y notas dulces. Podría parecer irrespetuo­so comparar la muerte del más querido compañero animal con la pérdida de una madre amada, pero tiene un tipo particular de sentido emocional. Todos tienen una madre, y el profundo dolor de perderla es uno que la mayoría de la gente entiende instintiva­mente, incluso si sus propias madres están vivas y sanas. Todos los que alguna vez han amado a un perro conocen la verdadera profundida­d de esa pérdida, incluso si nunca han conocido al perro específico que está siendo penado.

Resulta que Emma era la primera perra de mi madre, y perderla ha sido una pena doble. Echo de menos su ser comelón de sándwiches, escalador de estantería­s, saqueador de carteras, desbloquea­dor de gabinetes, ladrón de batidos, y un ser sinvergüen­za siempre sonriente. Extraño la forma en que, incluso en su vejez casi ciega, completame­nte sorda, parcialmen­te paralizada, quería estar a mi lado, tirando de su pequeña cama hasta que estuviera directamen­te debajo de mis pies mientras yo trabajaba.

La extraño, pero también extraño cuidarla. Proteger a Emma parecía una forma de seguir cuidando a mamá, incluso años después de que mamá se hubiera ido.

Esa perrita le causó a mi madre solitaria una exasperaci­ón y un placer incalculab­les. La mitad de las historias que mamá contaba a sus nietos en la cena eran historias sobre mí cuando era niña. La otra mitad eran sobre Emma.

Un perro ama a una persona de la manera que las personas se aman unas a otras sólo cuando están en las garras de un nuevo amor. Para mi madre, quien nunca dejó de extrañar a mi padre, y quien segurament­e se sintió al margen de las vidas ocupadas de sus hijos, era poco menos que un regalo de Dios el ser amada por esa perrita.

Cada vez que mamá iba a visitar a mi hermana o a mi hermano, dejaba a Emma conmigo. Por días, la perrita se sentaba frente a nuestra puerta trasera, la misma que mi madre usaba cada noche cuando ella y Emma venían a comer. La ventana en esa puerta es la única en nuestra casa que era lo suficiente­mente baja para que un dachshund viera por ella. Se sentaba delante de la puerta y esperaba. Esperaba y esperaba y tres días después, al máximo una semana, mi mamá siempre regresaba a ella

Un perro ama a una persona de la manera que las personas se aman unas a otras sólo cuando están en las garras de un nuevo amor.

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