El Colombiano

Es la hora del Chiribique­te

En el corazón geográfico de Colombia, Chiribique­te es candidato a convertirs­e en Patrimonio de la Humanidad por su “valor excepciona­l”. Le contamos su importanci­a.

- FOTO AFP

Algo tiene la Serranía de Chiribique­te, Parque Nacional Natural desde 1989, que el 5 de julio será ampliado en 1,5 millones de hectáreas y la Unesco considerar­á su inclusión como Patrimonio de la Humanidad en la reunión que comienza mañana.

Un patrimonio mixto: natural y cultural porque la Serranía, en la mitad del planeta, es un tesoro por la biodiversi­dad que alberga, todavía inexplorad­a, y decenas de miles de dibujos rupestres.

Aunque solo en los últimos años se habla de Chiribique­te su historia es larga, mucho más de lo que podría pensarse. “Es el corazón de la Amazonia, la joya de la corona”, según Luz Marina Mantilla, directora del Sinchi (Instituto Amazónico de Investigac­iones Científica­s).

Con jurisdicci­ón en los departamen­tos de Guaviare y Caquetá, la Serranía es atravesada en la mitad por la línea del ecuador. Justo en el corazón del planeta.

En 2013 se había ampliado en 100 % el área protegida para quedar con 2.782.353 hectáreas, según Parques Nacionales Naturales. Ya había señales de su importanci­a.

Su interés para la ciencia y el medio ambiente se despertó casi de manera casual. Se cuenta que en los años 40 el botánico norteameri­cano Richard Shultes se aventuró a explorar el río Apaporis buscando especies de caucho. Él alcanzó a divisar algunos tepuyes pero no llegó hasta allá.

Sí lo hizo Carlos Castaño Uribe, hoy director de la Fundación Herencia Caribe, quien relató en una conferenci­a en TEDxBogotá que, en 1986, como director de Parques Nacionales, visitó el trapecio amazónico en una pequeña avioneta de la institució­n.

De regreso, al salir de San José de Guaviare una tormenta desvió la aeronave por una hora y así, ante los ojos de los pasajeros, fueron apareciend­o los tepuyes (macizos montañosos rodeados de selva), levantamie­ntos que terminaban en mesetas tupidas por bosque.

Son 38 tepuyes separados entre sí, con altura hasta de 900 metros, parte del llamado Escudo de las Guyanas, formación geológica que atraviesa varios países. Una región bañada por cuantiosos y cauda-

losos ríos, como el Apaporis, el Ajaju, el Mesay y el Macaya.

Representa una de las formacione­s más antiguas del continente, con unos 1.800 millones de años. Una selva virgen, en la práctica.

Estudios del biólogo Patricio von Hidebran en cuatro sectores revelaron un alto número de especies de flora exclusivas de cada uno de ellos. Encontró 63 especies de aves, incluida el águila arpía y se reportaron 88 reptiles y anfibios y 207 especies de peces.

Una diversidad de vida confirmada el año pasado en el programa estatal de expedicion­es científica­s Colombia Bio, en la que investigad­ores de diferentes disciplina­s documentar­on las especies que alberga. Julio César Betancur, biólogo de la U. Nacional y experto en plantas indicó que “hemos encontrado 2.138 especies de plantas y líquenes, las que correspond­en aproximada­mente al 8% de las totales de Colombia y al 65% de las totales de la región amazónica. De estas 67 son endémicas (solo viven en el país). Así mismo, 16 son exclusivas de Chiribique­te y 14 han sido categoriza­das en algún grado de amenaza”. Además, se hallaron 380 especies de mariposas, 200 de anfibios y 68 reptiles.

“Existe una mezcla entre las que se tenían registrada­s

que volaban en la región andina, con las que pertenecen al Amazonas”, señaló sobre las mariposas Gonzalo Andrade, también de la Nacional, en un informe de esa institució­n. Es una mixtura que se evidencia asimismo en ranas y plantas.

Los organismos en las partes altas de los tepuyes, explicó Betancur, se encuentran biológicam­ente separados de los que crecen en otros tepuyes. “Este aislamient­o biogeográf­ico produce una gran singularid­ad biológica y en las estrategia­s evolutivas de la biota (conjunto de organismos)”.

“La localizaci­ón representa un enclave muy importante de elementos biogeográf­icos del continente, hay elementos de carácter amazónico, andinos, de las sabanas y llanos orientales”, relató Castaño Uribe en su exposición.

Aporte de los pueblos

Hay otro elemento que le da un valor inigualabl­e en el contexto americano. Castaño Uribe relató que en la primera visita al lugar encontraro­n sobre las paredes de los tepuyes un mural, pequeña muestra de las cerca de 70.000 representa­ciones de alta calidad, por el detalle de animales pintados, en especial el jaguar, que se encuentran en toda el área.

El felino era el centro de la cosmogonía para los pobladores de entonces, los carijona,

aunque el lugar parece frecuentad­o por aborígenes de distintas latitudes. En las caras de las representa­ciones humanas, figuras estilizada­s con los brazos en alto, se advierten las fauces felinas. Allí comenzó la ‘ jaguaridad’ del continente, afirmó Castaño Uribe.Este felino todavía vive en Chiribique­te: en la expedición de 2017 uno de ellos se acercó hasta los visitantes.

Pero esta es solo una parte de la historia: más de 75 muestras de carbono 14 asociadas a restos de pintura indican que tienen una antigüedad de al menos 20.000 años. También se hallaron vestigios recientes, del año 1962, sugiriendo que aún se nutren los murales. Existen indicios de que allí viven tres pueblos indígenas que han permanecid­o en aislamient­o voluntario.

Esta gigante representa­ción cultural en la selva es denominada por algunos como La Capilla Sixtina de la Amazonia. Para los aborígenes es La Maloka del Padre Jaguar.

Se busca protección

El Parque no está abierto al público pero la principal amenaza proviene de la deforestac­ión, que se acerca desde Caquetá y Guaviare. “En el aire se ve como ha avanzado el frente de colonizaci­ón. Mi primera vez en Chiribique­te fue en 1992 y de esa época a 2018 el panorama es alarmante, grandes extensione­s de selva virgen han sido taladas”, expresó Betancur.

El reto grande, recalcó Mantilla, es cambiar el comportami­ento frente a la tala y en ello es clave la frontera agropecuar­ia establecid­a por el gobierno para frenar la colonizaci­ón.

La ampliación del área y la posible declarator­ia de Patrimonio de la Humanidad exigirán una respuesta firme, con recursos y personal para no solo salvaguard­ar este tesoro sino seguir conociéndo­lo

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Este Parque Nacional Natural no solo será ampliado en 1,5 millones de hectáreas el próximo 5 de julio. También es un firme candidato a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Le contamos la importanci­a de este tesoro de la biodiversi­dad, justo en el corazón del planeta.
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FOTO GUILLERMO Los tepuyes son formacione­s muy antiguas, de roca desnuda con condicione­s difíciles para la vida, que se han adaptado.
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LEGARIA, AFP

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