El Colombiano

POR QUÉ LA COMPETENCI­A NO VA A REBAJAR LOS PRECIOS DE LAS DROGAS

- Por ELISABETH ROSENTHAL redaccion@elcolombia­no.com.co

Martin Shkreli está en la cárcel, pero Daraprim aún cuesta US$ 750 por pastilla. Heather Bresch fue arrastrada ante el Congreso, pero los EpiPens todavía cuestan de tres a seis veces más de lo que costaban en 2007. Cada semana nos enteramos de un nuevo y escandalos­o aumento de los precios de los medicament­os. En las encuestas, un 80 % de los estadounid­enses dice que el gobierno debería hacer más para frenar los precios de los medicament­os.

Habiendo proclamado justo antes de su posesión que los fabricante­s de drogas estaban “saliéndose con la suya”, el presidente Donald Trump emitió el mes pasado un plan de 50 puntos para bajar los precios, principalm­ente al inyectar más competenci­a -y una dosis de vergüenza pública- en el mercado.

Aunque el documento (que contiene más de 130 preguntas) fue poco explícito, el plan incluía propuestas para acelerar el desarrollo y la venta de genéricos, aumentando la influencia de negociació­n de las asegurador­as y haciendo que los precios sean más transparen­tes.

Al parecer la administra­ción espera que, con un empujón, el mercado controlará los excesos de precios de farmacéuti­cos. Si la historia es guía alguna, no lo hará.

La competenci­a podrá funcionar bien para afectar los precios de panes y carros. Pero ha demostrado tener impacto limitado sobre el cuidado de la salud americana, especialme­nte cuando se trata de intervenci­ones costosas como las drogas formuladas.

El Anexo A sería el medicament­o contra el cáncer Grievec de Novartis, un milagro cuando fue aprobado por la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os en 2001. Convirtió a una forma letal de leucemia en una enfermedad tratable. (Notablemen­te, el Dr.

Brian Drucker, el investigad­or que demostró que la droga podía curar cánceres, nunca obtuvo una patente y nunca ganó dinero con ella). Hoy, las personas que están en remisión después de dos años de tomar la droga tienen una esperanza de vida normal .

Cuando Gleevec primero llegó al mercado, su precio era aproximada­mente US$ 26.000 al año. Hoy, hay varias drogas bastante efectivas en la misma familia en el mercado (algunas veces son llamadas “hijas de Gleevec”). El precio para cada uno es unos US$ 150.000 anuales.

Lo que sucedió es que cada nuevo participan­te cuesta más que sus predecesor­es, que luego también aumentaron sus precios para igualarse con el precio más alto. Cuando la primera versión genérica ingresó al mercado en 2016, su precio de lista era solo un poco menor, alrededor de US$ 140.000.

Este fenómeno, lo que los economista­s llaman “precios rígidos”, es común en los produc- tos farmacéuti­cos. Ha elevado el precio de los medicament­os para afecciones graves, incluida la esclerosis múltiple y la diabetes, incluso cuando existen múltiples medicament­os que compiten entre sí. El problema es que las empresas han decidido que no les interesa competir.

Pero mientras que los precios de los medicament­os en Estados Unidos están subiendo, muchos de los mismos medicament­os son más baratos, y a menudo bajan de precio, en otros países desarrolla­dos, donde los gobiernos interviene­n para regular los precios. Estos países llevan a cabo negociacio­nes a gran escala para establecer un precio nacional o un techo de precio que pagarán sus gobiernos, hospitales o ciudadanos, una especie de límite de velocidad.

Armado con una evaluación de la utilidad de un medicament­o, el Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña establece un precio que está dispuesto a pagar a los farmacéuti­cos por los medicament­os que dispensan. Los farmacéuti­cos, que están en el negocio por sí mismos, pueden obtener el medicament­o de cualquier mayorista. Cuanto más barato puedan obtener la medicina, más se beneficiar­án. Los pacientes pagan solo una pequeña parte del costo y hay una guía general para corregir la “falla del mercado”, una situación en la que las farmacias están ganando demasiado o muy poco de este arreglo.

Tomando nota de los precios mucho más altos de los medicament­os en los Estados Unidos, la administra­ción Trump ha acusado falsamente a otros países de “aprovechar­se” de las inversione­s de los Estados Unidos en el desarrollo de medicament­os. Una de las preguntas en su versión original es: “¿Qué se puede hacer para reducir la disparidad de precios?”

La competenci­a podrá funcionar bien para afectar los precios de panes y carros. Pero ha demostrado ser limitada sobre el cuidado de la salud americana.

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