POR QUÉ LA COMPETENCIA NO VA A REBAJAR LOS PRECIOS DE LAS DROGAS
Martin Shkreli está en la cárcel, pero Daraprim aún cuesta US$ 750 por pastilla. Heather Bresch fue arrastrada ante el Congreso, pero los EpiPens todavía cuestan de tres a seis veces más de lo que costaban en 2007. Cada semana nos enteramos de un nuevo y escandaloso aumento de los precios de los medicamentos. En las encuestas, un 80 % de los estadounidenses dice que el gobierno debería hacer más para frenar los precios de los medicamentos.
Habiendo proclamado justo antes de su posesión que los fabricantes de drogas estaban “saliéndose con la suya”, el presidente Donald Trump emitió el mes pasado un plan de 50 puntos para bajar los precios, principalmente al inyectar más competencia -y una dosis de vergüenza pública- en el mercado.
Aunque el documento (que contiene más de 130 preguntas) fue poco explícito, el plan incluía propuestas para acelerar el desarrollo y la venta de genéricos, aumentando la influencia de negociación de las aseguradoras y haciendo que los precios sean más transparentes.
Al parecer la administración espera que, con un empujón, el mercado controlará los excesos de precios de farmacéuticos. Si la historia es guía alguna, no lo hará.
La competencia podrá funcionar bien para afectar los precios de panes y carros. Pero ha demostrado tener impacto limitado sobre el cuidado de la salud americana, especialmente cuando se trata de intervenciones costosas como las drogas formuladas.
El Anexo A sería el medicamento contra el cáncer Grievec de Novartis, un milagro cuando fue aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos en 2001. Convirtió a una forma letal de leucemia en una enfermedad tratable. (Notablemente, el Dr.
Brian Drucker, el investigador que demostró que la droga podía curar cánceres, nunca obtuvo una patente y nunca ganó dinero con ella). Hoy, las personas que están en remisión después de dos años de tomar la droga tienen una esperanza de vida normal .
Cuando Gleevec primero llegó al mercado, su precio era aproximadamente US$ 26.000 al año. Hoy, hay varias drogas bastante efectivas en la misma familia en el mercado (algunas veces son llamadas “hijas de Gleevec”). El precio para cada uno es unos US$ 150.000 anuales.
Lo que sucedió es que cada nuevo participante cuesta más que sus predecesores, que luego también aumentaron sus precios para igualarse con el precio más alto. Cuando la primera versión genérica ingresó al mercado en 2016, su precio de lista era solo un poco menor, alrededor de US$ 140.000.
Este fenómeno, lo que los economistas llaman “precios rígidos”, es común en los produc- tos farmacéuticos. Ha elevado el precio de los medicamentos para afecciones graves, incluida la esclerosis múltiple y la diabetes, incluso cuando existen múltiples medicamentos que compiten entre sí. El problema es que las empresas han decidido que no les interesa competir.
Pero mientras que los precios de los medicamentos en Estados Unidos están subiendo, muchos de los mismos medicamentos son más baratos, y a menudo bajan de precio, en otros países desarrollados, donde los gobiernos intervienen para regular los precios. Estos países llevan a cabo negociaciones a gran escala para establecer un precio nacional o un techo de precio que pagarán sus gobiernos, hospitales o ciudadanos, una especie de límite de velocidad.
Armado con una evaluación de la utilidad de un medicamento, el Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña establece un precio que está dispuesto a pagar a los farmacéuticos por los medicamentos que dispensan. Los farmacéuticos, que están en el negocio por sí mismos, pueden obtener el medicamento de cualquier mayorista. Cuanto más barato puedan obtener la medicina, más se beneficiarán. Los pacientes pagan solo una pequeña parte del costo y hay una guía general para corregir la “falla del mercado”, una situación en la que las farmacias están ganando demasiado o muy poco de este arreglo.
Tomando nota de los precios mucho más altos de los medicamentos en los Estados Unidos, la administración Trump ha acusado falsamente a otros países de “aprovecharse” de las inversiones de los Estados Unidos en el desarrollo de medicamentos. Una de las preguntas en su versión original es: “¿Qué se puede hacer para reducir la disparidad de precios?”
La competencia podrá funcionar bien para afectar los precios de panes y carros. Pero ha demostrado ser limitada sobre el cuidado de la salud americana.