El Colombiano

SOBRE NUESTRA INDIFERENC­IA

- Por ALDO CÍVICO aldo@aldocivico.com

¿Vieron las imágenes de niños latinoamer­icanos encerrados por las autoridade­s de los Estados Unidos en jaulas metálicas como si fueran bestias? Al verla, recordé la pregunta que la artista Susan Sontag se hace en el libro “Con respeto al dolor de los demás”, acerca del poder que tiene la fotografía para sensibiliz­arnos hacia las tragedias de la humanidad.

En la portada de la más reciente edición de la revista Time se ve a una niña pequeña que llora desesperad­amente, mientras que un gigante Trump la mira sin alguna capacidad de empatía. Viendo este collage fotográfic­o pensé en el cuento del orco que se comió a los niños. Time utilizó para este collage una foto de John Moore, en la cual se ve una niña desesperad­a y asustada, mientras un agente del control fronterizo arresta a su mamá. Moore ha documentad­o durante años la tragedia que viven quienes logran cruzar la frontera con México, pero son intercepta­dos por las autoridade­s estadounid­enses. Son imágenes desgarrado­ras que muestran el trágico destino de familias que huyen de la violencia de las bandas del narcotráfi­co y de una economía que discrimina, para encontrars­e con una violencia de Estado, que de manera cobarde utiliza a menores como una táctica de disuasión, torturándo­los de facto. Además, por la desorganiz­ación de las varias agencias de los Estados Unidos, ya se sabe que para muchos de estos menores no va a ser posible reunirse con sus papás, dado que no hay un registro de los núcleos familiares que fueron separados.

Otras imágenes desgarrado­ras me llegaron en estos días desde Italia, mi país de origen, donde el nuevo gobierno de ultraderec­ha cerró los puertos a la nave Aquarius que trasportab­a más de 600 inmigrante­s, de los cuales más de cien eran menores, rescatados en el Mediterrán­eo mientras estaban cruzando el mar para llegar a Europa en embarcacio­nes inadecuada­s. Fi- nalmente, la nave tuvo que viajar cuatro días más hasta llegar a Barcelona, donde a los refugiados les permitiero­n el desembarco. Además, el ministro del interior Salvini anunció en estos días su intención de registrar a la población nómade Rom, con una práctica que recuerda la del régimen nazi. Serán estas otras imágenes desgarrado­ras que compartire­mos en nuestras redes sociales sobre el desafortun­ado encuentro con el Estado y su violencia.

La violencia de Estados como Italia y Estados Unidos es solamente un ejemplo de lo que Otto Scharmer identifica como una brecha “espíritu-cultural”, o sea la condición que nos hace vivir fragmentad­os, aislados, divorciado­s de nuestra misma esencia humana. De hecho, hay algo profundame­nte equivocado y perverso cuando no reconocemo­s en un migrante a un ser humano y lo tratamos como a un animal, o como al peor de los criminales. Susan Sontag en su escrito termina dudando que las imágenes de las tragedias humanas sean capaces de conectarno­s con quienes viven estas tragedias, porque siendo parte de una “cultural del espectador”, consumimos estas imágenes como si fueran ficción. Ya no somos capaces de quedar en shock. Habrá que redescubri­r la capacidad de indignarno­s, si le queremos restituir un alma y un corazón a nuestro coexistir. Indignació­n, primero que todo, con nosotros mismos

Hay algo equivocado y perverso cuando no reconocemo­s en un migrante a un ser humano.

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