El Colombiano

SOBRE TANTAS MIGRACIONE­S

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Fronteras, que además de geográfica­s son también sociales, raciales y económicas, y a la que llegan cientos de personas con sus niños y enseres, unas en calidad de refugiados y otras como desplazado­s, sin que falten los que quieren atravesar de un lado al otro porque en esto de moverse cada cual busca su lugar en la tierra; si lo dejan. Pero no todos pasan o si lo hacen no es haciendo fiesta (como la llegada de un circo) sino sabiendo que ya todo lo han perdido: la lengua, las formas de expresión, el paisaje y sus referencia­s, su antiguo tejido social, el sistema climático, la comida etc. Y como siempre pasa, los espiritual­istas (que hablan de humanizarn­os y hasta lloran con sus palabras) por ninguna parte, tampoco los que se conmueven viendo películas mientras se atiborran de crispetas y muerden perros calientes rebosantes de salsa de to- mate, y menos los teóricos sociales, tan claros mientras no los comprometa­n. Encomendad­os al diablo y a los dioses, los emigrantes llegan medio andando.

Los siglos 19 y 20 fueron de grandes emigracion­es debido a las hambrunas y los totalitari­smos, las guerras que nos deshumaniz­aron, el antisemiti­smo rabioso (en Rusia, Alemania, Rumania y Polonia) y los disparates étnicos creados por el colonialis­mo, que llevaron a que los mismos colonizado­s se mataran o se echaran unos a otros, como pasó en África. Los puertos se atiborraro­n de refugiados, igual que las estaciones de tren, los caminos y hasta los helicópter­os, como se vio en Vietnam. Y en el siglo 21 seguimos en las mismas: migra la gente que la escupe su propio país (los venezolano­s), pierde la tierra o es víctima de la extrema pobreza, como pasa en los países que destruyen sus te- rritorios en aras de un capitalism­o salvaje que no para de devorar recursos, incluyendo el agua.

Y en todas estas migracione­s los más afectados son los niños que se encuentran con un mundo bárbaro donde el pato Donald ya no es su amigo, con la pérdida de la entidad familiar (como pasó con los niños de los republican­os en la guerra civil española y con los hijos de los judíos en los campos de exterminio), los viajes terribles (desde África y Siria), los pasos por la selva y los sustos que produce ser enjaulados como animales, cuando no incluidos en cadenas de explotació­n sexual o de trabajo esclavo. Y como no hay poetas que los canten, solo son un minuto de noticia en televisión. Algo así como dos comerciale­s publicitar­ios.

Acotación: todos, de una manera u otra, somos descendien­tes de inmigrante­s. Nuestros antepasado­s buscaron su lugar en la tierra y, dejando la propia, nos situaron en un lugar decente. Solo que ahora los lugares decentes ya no existen. Y ahí se están criando los niños

En todas estas migracione­s los más afectados son los niños, que se encuentran con un mundo bárbaro donde el pato Donald ya no es su amigo.

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