Los restos de Franco y un valle que divide a España
El nuevo mandatario, el socialista Pedro Sánchez, prevé revivir el debate de la reconciliación simbólica en el recuerdo de la guerra y la dictadura.
Había quedado pendiente. La salida en 2011 del entonces presidente del gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, entre el oprobio por el papel de sus políticas en la crisis económica, truncó un sueño de vieja data: que España pudiera pasar la página del enfrentamiento a muerte que vivieron izquierdas y derechas en la Guerra Civil (1936-1939). ¿Cómo ocurriría eso? Para el mandatario se trataba de “la obligación de condenar y retirar los símbolos franquistas”, de calles, recintos y plazas.
Perseguir ese objetivo se vio plasmado en la Ley de Memoria Histórica promovida por su gobierno desde 2007, para eliminar todo vestigio de admiración en España a un régimen dictatorial que dejó un mínimo de 192.000 víctimas, entre asesinados y desaparecidos. Desde entonces se ha vuelto costumbre para los españoles ver el cambio de nombre de sitios que honraban la memoria de los generales más represivos de la dictadura franquista o sus líderes más fascistas.
No obstante, el camino allanado por Zapatero en materia de memoria histórica dejó numerosas insuficiencias. Aún en España hay fosas comunes sin investigar, 80 años después del inicio de la Guerra Civil, aún hay familias clamando por verdad. Y muy cerca de Madrid, casi pegado a la localidad de San Lorenzo de El Escorial —simbólica por su patrimonio histórico que remonta a la Edad Media—, sigue en pie lo que para muchos es una afrenta, el Valle de los Caídos.
“Un año después del fin de la Guerra Civil, en 1940, Francisco Franco toma la decisión de hacer un gran mausoleo a los muertos del conflicto. Ordena construir una gran iglesia en medio de la sierra de
Guadarrama, y hace el Valle de los Caídos. Ahí se lleva los huesos de los combatientes que no tenían tumba”, relató Alfonso Vidal, director del portal Crónica Económica.
Pero el problema fue que, tal como explicó David Solar, periodista y fundador de la revista La Aventura de la Historia, “si bien esa obra faraónica estaba prevista para ser un monumento de paz entre los españoles, claro, era un monumento impuesto por quienes habían ganado. Y de hecho los que lo construyeron eran presos políticos o excombatientes de los vencidos. Ahí ya empezaron mal. La obra se termi- nó en los años cincuenta y se llevaron restos de los caídos de ambos bandos. Pero allí también se sepultaron, en un lugar de honor, los restos de José Antonio Primo de Rivera, el fundador del grupo fascista Falange Española, que había sido ejecutado en la cárcel de Alicante a finales de 1936”.
Allí, en una losa enorme, en el centro del altar, está sepultado desde la década de los cincuenta el mayor símbolo del fascismo español. Cuando Franco murió en 1975, también sus restos fueron llevados al sitio, justo al lado de la tumba de Primo de Rivera.
Simbología y pactos
La idea de Franco fue, en opinión de estos expertos, preservar en dictadura la simbología que ganó tantos apoyos durante la Guerra Civil, en la que el fascista Primo de Rivera fue convertido en mártir de la causa de los militares sublevados contra la República progresis-
ta. El régimen pudo haber pensado que, tras la muerte del dictador en 1975, esos símbolos ya estarían muy enraizados en el imaginario colectivo.
“En vida, el dictador se apoyó en los símbolos falangistas siempre que lo necesitó, teniendo en cuenta que Franco seguía aliado a movimientos fascistas en Italia (Mussolini) y Alemania (Hitler). Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el régimen siguió con la simbología y los himnos fascistas. Yo mismo los oí cuando estaba en la escuela y nos los enseñaban. Se trataba de mantener entre la población una admiración al fascismo que alimentaba al régimen”, admitió Solar.
No obstante, con el retorno de la democracia en 1978, hubo un acuerdo tácito de los españoles para dejar quieto el tema de la memoria de la guerra y la dictadura, con el fin de reconciliar en el corto plazo a la sociedad. “Por eso todos los partidos políticos; comunistas, socialistas, demócratacristianos, nacionalistas, acordaron olvidarse de las historias del conflicto”, agregó.
Pero para los sectores herederos del bando republicano hubo espinas que siguieron enterradas. El historiador Bor
ja de Riquer, experto en asuntos de memoria en España y docente de la Universidad Autónoma de Barcelona, lo explicó al hablar solo del cementerio: “es una ignominia la existencia del Valle de los Caídos, con la tumba de Franco como un monumento que homenajea la dictadura. Porque no es en absoluto un monumento de reconciliación, al contrario, los guías utilizan todo el discurso típico del franquismo, en el que hacen una clara apología a la obra del dictador.
Eso es una vergüenza. Tal como lo es que en España todavía exista una Fundación Francisco Franco, que solo hay que entrar en su página web para ver que se dedica a elogiar al caudillo. ¿En qué país democrático se puede tolerar que haya una institución que incluso reciba fondos públicos para hacer una apología de una dictadura?”.
¿Objetivo de Sánchez?
Pedro Sánchez, un socialista de estilo sencillo y un discurso humanista, quien reivindica muchas de las políticas y prioridades de Zapatero, prevé aprovechar la reñida mayoría que tiene para finiquitar un tema que quedó en deuda para los progresistas españoles. Según me-
dios de ese país, será uno de los primeros proyectos de su gobierno ante el Congreso.
“Se debe transformar dicho lugar en un monumento de denuncia de esa dictadura, de lo que supuso para la inmensa mayoría de los españoles. Siempre hubo una clara frontera entre los vencedores y los vencidos, lo que impidió la reconciliación. Eso es lo que se propuso Sánchez ahora. Convertirlo en un lugar de memoria con un discurso alternativo, totalmente diferente al que hoy en día se sigue divulgando”, auguró De Riquer, quien de hecho fue parte del Consejo Asesor de Historiadores y de la Comisión redactora del proyecto de Ley de Memoria Histórica de Zapatero, y podría volver a asesorar hoy a los socialistas.
¿Pero tendrá dificultades Sánchez en el Congreso para sacar adelante una reforma al sitio histórico? Incluso analistas conservadores lo dudan en Madrid: “El tema del Valle de los Caídos lo tiene la izquierda en la recámara, y lo va sacando de vez en cuando para generar un poquito de ruido. Pero a casi todo el mundo hoy en España le importa un pimiento la situación. Mucha gente no sabe ni quién era Franco. Este debate absurdo, de ruido, no es un tema prioritario para la derecha”, dijo
Humberto Montero, columnista del diario La Razón.
“Yo me atrevería a vaticinar que tanto Ciudadanos como el PP van incluso a abstenerse en cualquier votación, y la mayoría le bastará a Sánchez para hacer reformas. Creo que no es tanto un objetivo de su gobierno, eso le interesa lo más mínimo. Pero así él tiene entretenidos a los partidos que en algún momento podrían negarle su voto (izquierda, catalanes y vascos). Sánchez lo tiene muy claro: quiere aguantar dos años en el poder, para en ese periodo recuperar los votos que perdió el Psoe en los últimos 8 años, como consecuencia de la crisis económica que generó Zapatero en 2008. A él no le interesa más que ganar tiempo para las elecciones de 2020”, auguró Vidal ■