EL CONGRESO NO PARECE SABER DE SU PROPIA FUERZA
Cuando se escriba la historia de la política cruel de la separación familiar, los teóricos constitucionales registrarán que más de 2.300 niños fueron arrebatados de sus pa- dres en la frontera porque la rama legislativa perdió su apetito para legislar.
Incluso, mientras firmaba una orden ejecutiva poniendo fin a la práctica, el presidente Donald Trump de manera repetida culpó a los congresistas demócratas por la política inhumana de su propia administración de separación familiar. Deténgame, parecía decir, antes de que yo maltrate de nuevo. Pero como muchas falsedades políticas, la suya también contenía un rastro de verdad. El fracaso para legislar de ambos lados permitió que la crueldad continuara por semanas mientras que un consenso bipartidista creciente en el Congreso imploró al presidente que dejara de hacer lo que sus mismas leyes discutiblemente le daban discreción para hacer.
En esto es lo que el Congreso, la primera rama del gobierno y el centro del régimen constitucional, se ha convertido: un suplicante institucional que motiva a las demás ramas del gobierno para que hagan lo que podía hacer ella misma. Deténganos, suplican los miembros, antes de que volvamos a delegar. No es solo que un Congreso polarizado haya perdido la capacidad de legislar. Esa excusa es en sí misma una abdicación de autoridad. Lo que ha perdido no es la capacidad de legislar sino la voluntad.
La suposición actual sobre el sistema de separación de poderes de la Constitución es que la primera lealtad de cada rama del gobierno será a su propia autoridad. Entonces, ¿ por qué el Congreso no reaccionó celosamente al cambio de política en la frontera? Los republicanos y los demócratas por igual deberían haber dicho que la política de inmigración era suya, no del presidente. La Constitución, después de todo, autoriza al Con- greso a promulgar una “norma uniforme de naturalización”. El Congreso nunca hizo que Trump separara a las familias, pero tampoco lo detuvo, a pesar de tener un mayor reclamo de autoridad sobre la política de inmigración.
Fue el Congreso el que aprobó leyes de inmigración tan amplias que estas medidas lograron acomodar la decisión ejecutiva del presidente Barack Obama de no aplicarlas en una clase definida de casos - por lo tanto, el programa de acción diferi- da para llegadas de la infancia- y la política de cero tolerancia del gobierno de Trump de hacer cumplir las leyes todo el tiempo.
Cualquiera de esas decisiones presidenciales debería haber llevado al Congreso a defender sus prerrogativas. Pero ambos se encontraron con una mezcla extraña de indignación y apatía. La mayoría republicana en el Congreso podría haber rescindido a DACA, pero en cambio pidió a los tribunales que anularan la política. Poner fin a la separación de la familia también estaba dentro de la autoridad del Congreso.
La práctica de otorgar a la amplia autoridad ejecutiva sobre la política conduce a lo que James Madison llamó “la definición misma de tiranía”: la combinación de formulación de políticas y exigencia de cumplimiento que expone a los individuos a acciones gubernamentales impredecibles y arbitrarias ■
Poner fin a la separación de la familia también estaba dentro de la autoridad del Congreso.