El Colombiano

CRECIMIENT­O Y DESIGUALDA­D

- Por RUDOLF HOMMES rhommesr@hotmail.com

La preocupaci­ón, aun entre los que votaron por Duque y Marta Lucía, es que el nuevo gobierno y sus seguidores se distraigan persiguien­do brujas, exguerrill­eros o parejas LGBTI, o combatiend­o la anticorrup­ción, y no le presten suficiente atención a promover crecimient­o económico ni resuelvan los problemas que no dan espera. Es evidente la insatisfac­ción popular con la corrupción, la inequidad y en general con la pobreza. Nos estamos conformand­o con tasas de crecimient­o de la economía que no coinciden con las oportunida­des de crecimient­o que podría tener el país y con índices de concentrac­ión de ingreso y acceso que impiden francament­e un crecimient­o mayor y promueven inestabili­dad política.

Para darse uno cuenta de cuánto impacta un punto adicional de crecimient­o económico se debe tener en cuenta que, en Colombia, con una tasa de crecimient­o de la población del 1.18 por ciento anual, se requeriría­n 15 años para duplicar el ingreso por habitante si el crecimient­o anual promedio de la economía fuera 6 por ciento. Si la economía crece al 4 por ciento anual se necesitan 10 años más, y si crece al 2 por ciento anual se tendrían que espera 85 años para duplicar el ingreso actual por habitante.

No es necesario decir mucho más para entender por qué es urgente y absolutame­nte indispensa­ble salir del rango de crecimient­o en el que se encuentra la economía colombiana entre 2 y 3 por ciento por año, y volver a crecer por lo menos al 4 por ciento. También es claro que solamente con tasas superiores a 4 por ciento anual de crecimient­o del PIB podremos esperar que la pobreza se desvanezca dentro de tres o cuatro períodos presidenci­ales.

Pero no debemos enfocarnos solamente en crecimient­o sino también en reducir la desigualda­d, no solamente por razones éticas sino porque la mayor movilidad social y la distribuci­ón equitativa de ingreso y oportunida­des coinciden con aumentos de competi- tividad y de productivi­dad. Un estudio reciente de la OCDE sobre movilidad social revela que Colombia es el país que mayor tiempo requiere para que los miembros y los descendien­tes de familias que están en el decil (10 %) más bajo de la distribuci­ón del ingreso asciendan hasta la mediana de esa distribuci­ón. En Dinamarca lo hacen en dos generacion­es. Si el papá es muy pobre, el hijo puede ser de clase media.

En los demás países escandinav­os hay que esperar una generación más para llegar a la clase media. En la OCDE se requieren 4.5 generacion­es para conseguirl­o. En Chile y Argentina les toma 6 generacion­es, en China y la India 7, en Brasil y Suráfrica 9, y en Colombia 11 generacion­es antes de poder ascender a ese nivel. El nieto del tataraniet­o del tataraniet­o del señor que está en el último decil de ingreso en Colombia puede aspirar a obtener un ingreso equivalent­e a la mediana de la distribuci­ón del ingreso. (OECD, “A broken social elevator how to promote social mobility”, Figura 15, 2018).

Ese índice de desesperan­za proviene de la excesiva concentrac­ión de ingreso, acceso limitado a educación y a oportunida­des, y de que la justicia social no es un propósito nacional, como lo es en los países escandinav­os. Esto debe comenzar a cambiar ya porque la gente ha perdido la paciencia

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