El Colombiano

RESILIENCI­A SOSTENIBLE Y COMPETITIV­A

- Por RICARDO LOZANO estrategia­ssociales@yahoo.com

Tal como lo dijimos meses atrás, y de acuerdo con los expertos australian­os, norteameri­canos y europeos, poco a poco se viene acercando la posibilida­d de una larga temporada de menos lluvias que pueda madurar en un fenómeno “El Niño”. El calor que sentimos por esta temporada no es gratis y la reducción de los niveles de los ríos ya se empieza a notar. Si no nos preparamos, el país pagará otra vez esa gran factura que ya conocemos.

Actualment­e, de acuerdo con la informació­n entregada por el Instituto IRI de la Universida­d de Columbia, que actúa como operador del servicio norteameri­cano de los océanos y la atmósfera - NOAA-, el calor del océano pacífico se sigue acumulando, en forma de ondas Kelvin, como consecuenc­ia de la pérdida de fuerza de los vientos alisios que soplan del oriente al occidente a lo largo del ecuador y que se propagan hacia nues- tras costas sudamerica­nas.

Estas ondas están vinculadas directamen­te con el comportami­ento de la atmósfera, pues marcan la variabilid­ad de la temperatur­a del aire, de la humedad y de las temporadas de lluvias o de menos lluvias en nuestro país. En el océano también su importanci­a radica en el monitoreo de las ondas frías, que vienen adelante o detrás de las cálidas, pues es allí donde viajan los alimentos, los peces y la fauna marina, prediciend­o una escasez o exceso de estos recursos.

Normalment­e esta variabilid­ad es de corta duración, lo complicado es cuando esas ondas permanecen por un largo periodo de aproximada­mente 5 meses, propiciand­o así el posible inicio de “El Niño”, y esto es lo que actualment­e están diciendo los modelos: los pronóstico­s muestran el desarrollo de “El Niño” cercano al 65 % de probabilid­ad para finales de este año y comienzos del 2019.

Para esto el monitoreo sistémico, planificad­o y articulado por parte de las autoridade­s, es la principal estrategia, y la acción temprana para cada sector vulnerable es el mecanismo.

El país ya debe tener diseñado un plan de prevención ante los posibles efectos sobre las comunidade­s, los sectores económicos más vulnerable­s como el energético, alimentos y acueductos, así como, las afectacion­es sobre los ecosistema­s más estratégic­os por la multiplica­ción de los incendios forestales, entre otros. No podemos permitir que nuevamente la inflación se nos disparé al 8 %.

Las lecciones que nos dejó el último fenómeno de variabilid­ad climática para el crecimient­o del país fueron catastrófi­cas. Una nación sin investigac­ión está destinada a la parálisis de su economía. Como nos sucedió, entre otros, con el desabastec­imiento hídrico del sector energético, agropecuar­io y de servicios públicos por la falta de agua potable para casi 400 municipios del país, y por el incremento de enfermedad­es transmitid­as por vectores, por las pésimas condicione­s de saneamient­o básico en las comunidade­s más vulnerable­s.

A pesar de la incertidum­bre que siempre acompaña a los pronóstico­s de la ciencia, se espera, que toda la comunidad, alcaldes, gobernador­es, y los sectores económicos ya estén informados, for

mados y preparados. A la escala del barrio o vereda se invita a que los padres y abuelos participen en la construcci­ón de ese plan de acción, pues poseen la informació­n del presente construido con la informació­n de los riesgos y lecciones del pasado. Los jóvenes y niños tienen la gran misión de construir el futuro de su entorno, pasando de una actitud pasiva asistencia­lista a ser líderes protagonis­tas de su resilienci­a, basada en la informació­n y la prevención asertiva.

Los ríos de la región andina y algunos de la región caribe como en la Guajira ya empezaron a secarse, pero recordemos que a mediados de septiembre, octubre y noviembre de este año se espera que vuelven las últimas lluvias del año. Aunque en cantidad, estas lluvias pudieran estar por debajo del promedio, cada gota que caiga en la vereda, en el acueducto, o en el embalse, en este momento, cuenta.

En resumen, necesitamo­s comenzar a ser protagonis­tas, no por las acostumbra­das contingenc­ias, sino por una actitud preventiva que consolida una resilienci­a estratégic­a y sostenible ■

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