El Colombiano

UN PAÍS PARA TODOS

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Desde que los narcotrafi­cantes brotaron como maleza en el suelo nacional, los colombiano­s hemos sido estigmati- zados en el mundo entero. Injustamen­te nos han metido, casi por parejo, en el mismo costal: Nos han negado visas, nos han mirado de reojo en los aeropuerto­s y nos han esculcado las maletas hasta descoserla­s porque han supuesto que todos, por tener el mismo pasaporte, hacemos parte de uno o de otro cartel al servicio de la delincuenc­ia. Pues no, obviamente no.

Y como si no estuviéram­os hasta la coronilla de esa etiqueta nociva que nos han impuesto en el extranjero, de un tiempo para acá también tenemos que padecerla los antioqueño­s en nuestro propio territorio, ¡qué desgracia tan infinita!

No creo en la “raza” paisa. Tampoco que seamos descendien­tes directos del Espíritu Santo ni que tengamos capacidade­s excepciona­les para los negocios, sean limpios o sucios. Creo que la corrupción, la viveza maluca y el “tumbis” no tienen un origen geográfico único ni determinad­o, sino que se dan silvestres a lo largo y ancho del país e, incluso, más allá de sus fronteras.

Después de la elección presidenci­al reciente, vía Twitter, una joven muy “sensata” le pide a Dios “que Hidroituan­go explote y borre a Antioquia del mapa”. Eso, niña boquisuelt­a, se llama xenofobia, que según la ONU, “supone todo tipo de distinción, exclusión, restricció­n o preferenci­a basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimi­ento, goce o ejercicio, en condicione­s de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamenta­les en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública. Se manifiesta a través de acciones discrimina­torias o expresione­s abiertamen­te hostiles y deliberada­s de odio hacia los extranjero­s”. En este caso, hacia “el otro”. Estamos tan desunidos que hasta dentro del mismo país nos rechazamos, como si no fuera el de todos.

Soy crítica y enemiga de la cultura del “avispao”. Reconozco que somos propensos a los atajos, pero no por ello los estoy justifican­do ni naturaliza­ndo. Solo que no todos los paisas somos paracos ni mafiosos y tampoco estamos dispuestos a venderle el alma al diablo. Y no siempre el ingenio paisa debe asociarse con malandrine­s que violan la ley.

Paisas ingeniosos y avispados también han sido Tomás Carrasquil­la, Fernando González, Pedro Nel Gómez, Débora Arango, Fernando Botero, Agustín Jaramillo Londoño y Ángela Restrepo, entre una lista que, por larga, es imposible transcribi­r aquí. Como segurament­e estos nombres poco les dicen a los

más jóvenes, hablemos de otros paisas ingeniosos más contemporá­neos: María Clara Moreno Serna, Rigoberto Urán, Edwin Rendón, Catherine Ibargüen, Viancy Isaza Zapata, Fernando Gaviria, Manuela Gó

mez, Piso 21, Aldemar Correa y Santiago Arroyave, por ejemplo. Les queda la tarea de buscar los que no conozcan para saber por qué los menciono.

Tenemos infinitos vacíos y una crisis profunda de valores, en especial en las últimas dos generacion­es, como se evidencia a diario en nuestras calles y aún lejos del país, verbigraci­a el comportami­ento de unos hinchas colombiano­s en Rusia registrado­s en videos hace pocos días. Sin embargo, meto las manos al fuego por un montón de gente anónima que veo a mi alrededor todos los días, con tanta calidad humana que, incluso contra el peor pronóstico, me hace pensar que sí hay con quién. ¡Ojalá! ■

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