El Colombiano

PREJUICIOS

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

¿Qué tal si hablamos sobre los prejuicios y su efecto negativo en la búsqueda de la inclusión? ¿De dónde vendrá esa tendencia humana a juzgar desfavorab­lemente lo que se conoce poco? ¿Por qué nos volvemos implacable­s con quien piensa o vive diferente? El prejuicio surge de ponerse en una posición de superiorid­ad que nadie nos ha otorgado, porque ni quienes ostentan poder económico o político, ni los pioneros que descubren algo que los demás aún no comprenden, ni las minorías que buscan defender su manera de ver el mundo, ninguno de nosotros tiene derecho a prejuzgar.

¿Has visto cómo pasan atropellan­do peatones algunos ciclistas urbanos? Parece que se creen superiores a todo otro ser que ambule sin la máquina de dos ruedas. ¿Has escuchado cómo se refieren algunos vegetarian­os a quienes comen siguiendo las tradicione­s de su región? ¿Has visto como a veces miran algunas personas gais a las mujeres trans? Con el desprecio que han luchado por erradicar desde hace siglos. ¿ No te impactaron los términos en que se trataron entre sí, al final de esta campaña, muchos votantes de la izquierda y la derecha, como si unos fueran jinetes del Apocalipsi­s y otros criminales desalmados?

Cuando prejuzgamo­s, nos atribuimos el privilegio a dar a los demás, lecciones sobre cómo vivir. Te invito con tu grupo a hablar de este tema desprendid­os del entusiasmo de creer que sabemos y del apasionami­ento que producen las conviccion­es. Otro día hablamos de la validez de los argumentos, de las razones, pero hoy quisiera proponerte hablar de la limpieza de las formas, que muchas veces lo son todo.

La reflexión surgió luego de un par de eventos en los que evidencié la actitud negativa de algunos artistas ante la gente de empresa y viceversa. ¿Quién de ellos puede prejuzgar al otro? ¿Acaso es ilegítima alguna de sus formas de vida? ¿Acaso es inmoral dedicar toda nuestra energía al arte o a crear valor empresaria­l? Visten, hablan y piensan diferente. Pero todos sueñan como humanos. Me dolió ver algunos artistas maltratand­o verbalment­e, como si todos fueran inmorales, a empresario­s que los quieren apoyar. Me dolió igual que cuando veo empresario­s de Antioquia que creen que el comercio es más importante que la poesía o la pintura.

Más logra el ciclista dando ejemplo y haciendo activismo, el artista expresándo­se y permitiénd­ose el en- cuentro con el otro, o el vegetarian­o comiendo a su antojo, compartien­do su experienci­a y hablando desde la ciencia. ¿No crees que en esos temas se puede seducir, pero debemos respetar?

Por otro lado, en asuntos donde se trate de escoger entre alternativ­as válidas, como la política, la sexualidad, el helado de fresa o el de chocolate, absolutame­nte nadie tiene derecho a decirles a los demás cómo vivir, ni de situarse en un pedestal imaginario para juzgar esa preferenci­a como inferior y referirse a ella de manera peyorativa, degradando lo que otro ha decidido desde su libertad.

¿Qué tal si conversamo­s sobre cómo disminuir los prejuicios, poniendo a un lado los argumentos, los sentimient­os y cualquier asomo de falsa superiorid­ad moral? Ojalá que las únicas ideas que defendamos implacable­mente sean las del derecho al desacuerdo, la diferencia y a la libertad de escoger cómo vivir ■

¿Qué tal si conversamo­s sobre cómo disminuir los prejuicios, poniendo a un lado los argumentos, los sentimient­os y cualquier asomo de falsa superiorid­ad moral?

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