PREJUICIOS
Querido Gabriel,
¿Qué tal si hablamos sobre los prejuicios y su efecto negativo en la búsqueda de la inclusión? ¿De dónde vendrá esa tendencia humana a juzgar desfavorablemente lo que se conoce poco? ¿Por qué nos volvemos implacables con quien piensa o vive diferente? El prejuicio surge de ponerse en una posición de superioridad que nadie nos ha otorgado, porque ni quienes ostentan poder económico o político, ni los pioneros que descubren algo que los demás aún no comprenden, ni las minorías que buscan defender su manera de ver el mundo, ninguno de nosotros tiene derecho a prejuzgar.
¿Has visto cómo pasan atropellando peatones algunos ciclistas urbanos? Parece que se creen superiores a todo otro ser que ambule sin la máquina de dos ruedas. ¿Has escuchado cómo se refieren algunos vegetarianos a quienes comen siguiendo las tradiciones de su región? ¿Has visto como a veces miran algunas personas gais a las mujeres trans? Con el desprecio que han luchado por erradicar desde hace siglos. ¿ No te impactaron los términos en que se trataron entre sí, al final de esta campaña, muchos votantes de la izquierda y la derecha, como si unos fueran jinetes del Apocalipsis y otros criminales desalmados?
Cuando prejuzgamos, nos atribuimos el privilegio a dar a los demás, lecciones sobre cómo vivir. Te invito con tu grupo a hablar de este tema desprendidos del entusiasmo de creer que sabemos y del apasionamiento que producen las convicciones. Otro día hablamos de la validez de los argumentos, de las razones, pero hoy quisiera proponerte hablar de la limpieza de las formas, que muchas veces lo son todo.
La reflexión surgió luego de un par de eventos en los que evidencié la actitud negativa de algunos artistas ante la gente de empresa y viceversa. ¿Quién de ellos puede prejuzgar al otro? ¿Acaso es ilegítima alguna de sus formas de vida? ¿Acaso es inmoral dedicar toda nuestra energía al arte o a crear valor empresarial? Visten, hablan y piensan diferente. Pero todos sueñan como humanos. Me dolió ver algunos artistas maltratando verbalmente, como si todos fueran inmorales, a empresarios que los quieren apoyar. Me dolió igual que cuando veo empresarios de Antioquia que creen que el comercio es más importante que la poesía o la pintura.
Más logra el ciclista dando ejemplo y haciendo activismo, el artista expresándose y permitiéndose el en- cuentro con el otro, o el vegetariano comiendo a su antojo, compartiendo su experiencia y hablando desde la ciencia. ¿No crees que en esos temas se puede seducir, pero debemos respetar?
Por otro lado, en asuntos donde se trate de escoger entre alternativas válidas, como la política, la sexualidad, el helado de fresa o el de chocolate, absolutamente nadie tiene derecho a decirles a los demás cómo vivir, ni de situarse en un pedestal imaginario para juzgar esa preferencia como inferior y referirse a ella de manera peyorativa, degradando lo que otro ha decidido desde su libertad.
¿Qué tal si conversamos sobre cómo disminuir los prejuicios, poniendo a un lado los argumentos, los sentimientos y cualquier asomo de falsa superioridad moral? Ojalá que las únicas ideas que defendamos implacablemente sean las del derecho al desacuerdo, la diferencia y a la libertad de escoger cómo vivir ■
¿Qué tal si conversamos sobre cómo disminuir los prejuicios, poniendo a un lado los argumentos, los sentimientos y cualquier asomo de falsa superioridad moral?