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Italia y Malta mantienen el bloqueo a barcos de ONG con refugiados, tras semanas de sufrimient­o en el Mediterrán­eo. ¿Qué hay detrás de esta crisis?

- Por DANIEL ARMIROLA R. AFP

Abrirle o no las puertas a la migración, ese es el debate planetario

No parece importar que 340 refugiados, repartidos en dos barcos, tengan poco para comer ni que la mayoría de ellos lleven más de 96 horas esperando un gesto de humanidad de dos países europeos: Italia y Malta. El pulso por permitir que esas personas y esas familias reciban atención en suelo del viejo continente aún se decanta a favor de las posturas que cierran fronteras, sin que pese la magnitud humana de la tragedia en el Mediterrán­eo.

Se trata, en todo caso, de dos barcos: uno con bandera holandesa, el Lifeline, operado por la ONG homónima y que lleva años navegando esas aguas para rescatar refugiados. Desde el miércoles intenta llevar 227 a puerto. El otro, es el mercante danés Alexander Maersk, que decidió ayudar al primero el jueves pasado y alivianar su carga al permitir el transbordo de 113 migrantes.

El Lifeline completa ya cinco días pidiendo a las autoridade­s de la isla de Malta que le permitan atracar en el puerto de La Valeta, sin éxito. El Maersk se encuentra en las inmediacio­nes de la isla italiana de Sicilia, aguardando a que Roma le permita la entrada a pesar de que, como ya es consabido, actualment­e Italia asiste a un gobierno ultranacio­nalista con Matteo Salvini.

Ni las autoridade­s italianas ni las maltesas han dado permiso a estos barcos para atracar en sus puertos, por lo que permanecen a la espera de instruccio­nes y, más aún, de muestras de humanidad desde territorio europeo.

Por el contrario, podría ser España nuevamente, bajo el mandato del socialista Pedro Sánchez, el actor que acuda en ayuda de los cientos de migrantes y ofrezca alguno de sus puertos. De hecho, el barco Aquarius —el primero rechazado por autoridade­s italianas y maltesas hace dos semanas, mientras llevaba 630 migrantes—, se encuentra ya faenando de nuevo en aguas del Mediterrán­eo y alerta para rescatar más personas, tras haber llevado a las anteriores a Valencia el domingo pasado.

Europa a prueba

Lo ocurrido con el Aquarius, y que continúa con el Lifeline y el Maersk, pone a la Unión Europea en el centro del debate internacio­nal sobre el fino límite entre la estabilida­d interna de los países y la necesidad de ayudar a otros seres humanos sin importar la política.

En anterior diálogo con EL COLOMBIANO, David Cantero Pérez, director para Suramérica de Médicos Sin Fronteras — ONG copropieta­ria del Aquarius—, aseveró que “negar el desembarco a estas personas rescatadas en el mar, no puede ser considerad­o como una victoria, que es lo que hace actualment­e el gobierno italiano. Es una respuesta completame­nte equivocada y una falta de responsabi­lidad. Los intereses políticos están siendo puestos por encima de las per-

sonas, cuando se debería salvar vidas. Lo que la UE está haciendo, para nosotros es inmoral”, dijo.

Desde Italia, Darío Menor, correspons­al en Roma del diario La Razón, explicó que “para Salvini y sus partidario­s es absurdo ver cómo es criticado desde países como Francia mientras que cierran su frontera para los refugiados”. En el fondo su gobierno busca que se respete el reparto de refugiados entre la UE.

En eso coincide, aunque con líneas rojas, Mauricio Jaramillo Jassir, internacio­nalista y docente de la Universida­d del Rosario: “La derecha llegó al poder en esos países prometiend­o precisamen­te cierre total de fronteras. Es previsible que la situación frente a estos barcos siga igual. Mientras no se logre un pacto para garantizar la redistribu­ción entre los países europeos, no se va a avanzar. Por tanto, lo que ocurre es lógico desde lo político, pero humanament­e es lamentable que suceda”

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FOTO Desde el miércoles, dicho navío está a la espera de que alguna nación europea le permita atracar en sus puertos. Mientras tanto, se acaban las raciones de comida para sus pasajeros.

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