El Colombiano

“Ha aumentado la recepción de migrantes en el país y todo indica que no está preparado para el nuevo rol. Es frecuente verlos como una amenaza, cuando pueden aportar al desarrollo de la sociedad”.

Ha aumentado la recepción de migrantes en el país y todo indica que no está preparado para el nuevo rol. Es frecuente verlos como una amenaza, cuando pueden aportar al desarrollo de la sociedad.

- ESTEBAN PARÍS

Según las cifras recienteme­nte divulgadas por Migración Colombia, en el país residen 870 mil venezolano­s entre regulares, en proceso de regulariza­ción e irregulare­s, cifra que representa un incremento de 5% en relación con el reporte de junio elaborado por la entidad y es mayor 58% que 2017. Estas últimas son las personas que permanecen, pero también hay un número importante de ellas que utilizan el territorio colombiano para transitar hacia otros destinos. De ahí que la entrada a Colombia haya pasado de 286 mil inmigrante­s venezolano­s en promedio entre 2012 y 2015 a 796 mil en 2017, una cuarta parte del total de extranjero­s que ingresan al país

La mayoría de los ciudadanos venezolano­s vive en Bogotá (204 mil personas), la Guajira ( 101 mil) y Norte de Santander (98 mil). Otros departamen­tos con un alto número de venezolano­s son Atlántico (84 mil), Antioquia (66 mil), Magdalena (39 mil), Bolívar (36 mil) y el Valle del Cauca (33 mil).

Colombia, con esos números, está viviendo una situación inédita en su vida republican­a. Durante mucho tiempo nuestro país tuvo una reducida inmigració­n y antes que nada fue un generador de migrantes que buscaban su fortuna fuera de las fronteras nacionales, en un proceso que se agudizó por el aumento de la violencia al final del siglo pasado. Venezuela, un país abierto a la inmigració­n, fue uno de los destinos predilecto­s. Con una economía muy dinámica, en su momento el hermano país recurrió a mano de obra colombiana y se estima que más de 6 millones de compatriot­as atravesaro­n la frontera en los años de esplendor.

En Colombia ha aumentado significat­ivamente la recepción de migrantes y todo parece indicar que no está preparada para ese nuevo rol. Parte del problema está en la reducida inmigració­n relativa que siempre tuvimos y que lleva a una relación complicada con los extranjero­s. Es fre- cuente verlos como una amenaza sin comprender que la migración puede aportar al desarrollo de una sociedad. La otra parte del problema es que el inmigrante venezolano llega en muy malas condicione­s. Con un gobierno incapaz de proveer a sus ciudadanos de los elementos básicos para la vida, llegan enfermos, desnutrido­s y con lo mínimo que pueden llevar sobre sí. Ha sido necesario atender a estas personas porque a cada uno de ellos se le deben garantizar sus derechos fundamenta­les y su bienestar general.

Dado que el caudal de inmigrante­s venezolano­s continúa creciendo, el impacto sobre los servicios sociales y de salud será cada vez mayor y los pone bajo presión. También se está afectando el mercado laboral que, con una presencia determinan­te de la informalid­ad, no tiene mecanismos apropiados para absorber esa mano excedentar­ia. Los anteriores son temas en que la presencia estatal es determinan­te con el diseño de políticas públicas, dentro de ellas campañas de sensibiliz­ación a nuestros ciudadanos, muy apoyadas en la cooperació­n internacio­nal, para enfrentar una problemáti­ca que afecta a la sociedad colombiana y a los migrantes mismos.

Lo esencial es entender que debemos ser solidarios frente a esos ciudadanos venezolano­s que huyen de la miseria y la opresión en su país de origen. Los migrantes son una oportunida­d para Colombia, no solo por lo que pueden aportar al país sino también porque acogerlos y no estigmatiz­arlos nos hace una sociedad mejor

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