¿TENEMOS UNA CASA... O UN HOGAR?
La palabra hogar per se evoca una sensación de bienestar propia de la morada a donde podemos gozar del afecto y calor humano de nuestros seres más queridos. Así, el hogar es mucho más que el sitio donde reside la familia. Es el espacio a donde compartimos la vida, a la luz del afecto y la camaradería que nos une, a donde se teje la intimidad entre padres e hijos y podemos expresar espontáneamente nuestros sentimientos; en donde nos podemos quitar las máscaras y compartir nuestros temores e inquietudes, así como gozar de la camaradería y colaboración de nuestros seres queridos.
Con alguna frecuencia hoy no sólo las casas no tienen áreas exteriores donde los niños puedan jugar, porque muchos viven en departamentos, sino que las exigencias de la vida en un mundo en el que cuenta más la apariencia que la esencia han ido deteriorando la calidez afectiva que debe reinar en nuestra casa. Gracias a que el lujo y la pulcritud de las viviendas son un “símbolo de estatus” y a que las mujeres tenemos que demostrar que a pesar de nuestro trabajo podemos seguir siendo buenas madres, muchas se parecen más a una “casa modelo” que a un hogar. Así, todo está impecablemente ordenado, mientras que sus ocupantes (sobre todo los niños), viven atormentados para que todo esté perfecto. Así, muchas son viviendas inmaculadas, pero tan frías como las relaciones entre quienes allí habitan.
Lo cierto del caso es que, mientras estemos criando a nuestros hijos, lo importante es evitar que tengamos tantas restricciones que impidan que ellos se sientan a gusto, por lo que debe ser lo suficientemente aseada para ser higiénica pero lo suficientemente informal para que sea acogedora. Para los hijos el hogar es sinónimo de seguridad y bienestar. Allí se nutre su corazón y se forja su personalidad; allí se sienten seguros, cuidados y protegidos por alguien que los quiere más que nadie; allí aprenden a respetar a los demás, a compartir, a resolver conflictos y a negociar diferencias. Por eso el hogar debe ser para todos un espacio en el que se cultive lo mejor en cada uno de sus integrantes y donde se alberga, no sólo la familia, sino el alma de todos sus integrantes
Hoy muchas casas son viviendas inmaculadas, pero tan frías como las relaciones entre quienes habitan allí.