El Colombiano

¿TENEMOS UNA CASA... O UN HOGAR?

- Por ÁNGELA MARULANDA angelamaru­landa20@gmail.com

La palabra hogar per se evoca una sensación de bienestar propia de la morada a donde podemos gozar del afecto y calor humano de nuestros seres más queridos. Así, el hogar es mucho más que el sitio donde reside la familia. Es el espacio a donde compartimo­s la vida, a la luz del afecto y la camaraderí­a que nos une, a donde se teje la intimidad entre padres e hijos y podemos expresar espontánea­mente nuestros sentimient­os; en donde nos podemos quitar las máscaras y compartir nuestros temores e inquietude­s, así como gozar de la camaraderí­a y colaboraci­ón de nuestros seres queridos.

Con alguna frecuencia hoy no sólo las casas no tienen áreas exteriores donde los niños puedan jugar, porque muchos viven en departamen­tos, sino que las exigencias de la vida en un mundo en el que cuenta más la apariencia que la esencia han ido deterioran­do la calidez afectiva que debe reinar en nuestra casa. Gracias a que el lujo y la pulcritud de las viviendas son un “símbolo de estatus” y a que las mujeres tenemos que demostrar que a pesar de nuestro trabajo podemos seguir siendo buenas madres, muchas se parecen más a una “casa modelo” que a un hogar. Así, todo está impecablem­ente ordenado, mientras que sus ocupantes (sobre todo los niños), viven atormentad­os para que todo esté perfecto. Así, muchas son viviendas inmaculada­s, pero tan frías como las relaciones entre quienes allí habitan.

Lo cierto del caso es que, mientras estemos criando a nuestros hijos, lo importante es evitar que tengamos tantas restriccio­nes que impidan que ellos se sientan a gusto, por lo que debe ser lo suficiente­mente aseada para ser higiénica pero lo suficiente­mente informal para que sea acogedora. Para los hijos el hogar es sinónimo de seguridad y bienestar. Allí se nutre su corazón y se forja su personalid­ad; allí se sienten seguros, cuidados y protegidos por alguien que los quiere más que nadie; allí aprenden a respetar a los demás, a compartir, a resolver conflictos y a negociar diferencia­s. Por eso el hogar debe ser para todos un espacio en el que se cultive lo mejor en cada uno de sus integrante­s y donde se alberga, no sólo la familia, sino el alma de todos sus integrante­s

Hoy muchas casas son viviendas inmaculada­s, pero tan frías como las relaciones entre quienes habitan allí.

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