CONFESIONES
En un ensayo de Antonio Pa
nesso Robledo titulado: “Pornografía: un lío insoluble”, se habla de un juicio célebre sobre “libros malos” en los Estados Unidos que implicaba obras de muy distinta índole, desde “Lady Chatterley” hasta “Candy”. Un honrado ciudadano de una población de Ohio, que formaba parte del tribunal popular, declaró rotundamente: “Cualquier cosa que a mí me excita es pornografía, y se acabó el cuento”.
Por supuesto esta situación dejaba un margen bastante relativo para juzgar correctamente lo que podía o no ser esta palabra, que a lo largo de la historia ha tenido tantas connotaciones. La pornografía en sus orígenes griegos designaba a la prostituta, hoy, la pornografía ha llegado a ser, inevitablemente, sinónimo de suciedad y por eso es frecuente que en distintos medios se empleen sin control las palabras sucio, pornográfico, sexual, impuro.
Podría quedarme un par de párrafos más tratando de distinguir lo pornográfico y lo erótico, lo sensual y lo sexual, el placer y las ganas, lo bueno y lo malo, y un montón de conceptos que aparecen indistintamente en el acto sexual, pero no viene al caso, muchos ya lo han hecho, simplemente supongamos que en el plano sexual los límites se componen según quiénes enfrenten el acto sexual; por eso lo que unos creen que está bien otros lo desprecian. De generación en generación podríamos mirar cómo lo pornográfico se ha vuelto erótico y lo erótico se ha vuelto mojigato.
Hace un tiempo, leí una entrevista que le hicieron a la di- rectora de cine X, Erika Lust. Ella decía que su trabajo se diferencia de las películas pornográficas porque la mujer está en el centro de la acción, porque la estética de sus películas tiene que ver más con el cine erótico y el cine independiente que con la pornografía, y porque para ella el proceso de producción es muy importante.
Valoro, por supuesto, este punto de vista, pero estoy seguro de que para mi madre, las películas de Lust pueden ser pornográficas, lo cual, desde mi punto de vista, no tiene nada de malo, al fin y al cabo apelan a las emociones, y dichas películas, eróticas o pornográficas, estimulan los sentidos de algunas personas y hacen que una situación particular en la vida sea tremendamente placentera.
Nuestra sociedad mojigata le ha hecho mucho daño al sexo. A muchos les parece aterrador ese asunto de excitarse, de sentir placer, de vivir libremente la sexualidad. Por eso, para exorcizar esas culpas, esos deseos reprimidos que muchos ni siquiera expulsan a solas en el baño, sería bueno darle una mirada al proyecto de Erika Lust: “XConfessions”. En esa página de internet podrán contar su confesión, vivencia o fantasía erótica. La directora selecciona cada mes una de esas historias para producirla. Ya es hora de que los colombianos tengamos más participación en este tipo de proyectos y dejemos a un lado ese pudor rampante que estigmatiza incluso a la misma vaselina. ¿Cuál sería tu confesión erótica?