El Colombiano

DISCURSO DE SANTOS ANTE EL CONGRESO

- Por CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ R redaccion@elcolombia­no.com.co

Es de elemental justicia reconocer que en su último discurso el presidente Santos mostró la altura que le correspond­e a un jefe de Estado, al cerrarlo con, entre otras, las siguientes palabras: “Este ha sido el resultado de un trabajo en equipo con el Congreso, con las Cortes, con las institucio­nes del Estado, con más de un millón de servidores públicos, y con los empresario­s y los ciudadanos que contribuye­ron a acercarnos a esa visión de ser una Colombia en paz, con más equidad y mejor educada. Quedan grandes retos, queda siempre mucho por hacer, y mis deseos más fervorosos son que el gobierno del presidente electo y este nuevo Congreso ten- gan éxito y sigan llevando nuestra nave hacia el puerto del progreso, la justicia social y la paz…”.

Indudablem­ente el más importante logro del presidente Santos fue haber conducido el Estado colombiano al cierre del conflicto armado con las Farc pese a la radical oposición de la que fue objeto su gobierno, pues un Estado democrátic­o que no logre y mantenga la paz interior tiene en sí mismo un protuberan­te vacío. Y este empezó a ser llenado de manera evidente y, ojalá, irreversib­le. Una elocuente muestra fue mencionada por Santos al comienzo del discurso: “El Congreso que dictará las leyes por los próximos cuatro años es un Congreso multicolor, un Congreso pluralista –abigarrado, como diría Gabo–, donde una decena de partidos o movimiento­s están representa­dos, en un equilibrio entre las tendencias políticas de derecha, de centro y de izquierda, con todos sus matices. Y tiene otras caracterís­ticas que dan fe del buen momento de la democracia colombiana: Aquí están –por primera vez– senadores y representa­ntes del partido Fuerza Alternativ­a Revolucion­aria del Común, nacido de la desmoviliz­ación y desarme de las Farc”.

“Cuiden la paz que está naciendo”, fue otro de sus mensajes centrales, pero hay que decirlo: hubiera podido entregarla más avanzada y no tan frágil como se la observa hoy. Es que la convocator­ia al plebiscito para aprobar el acuerdo fue un error de marca mayor que, entre otros aspectos, puso en evidencia una especie de complejo de inferiorid­ad política del presidente frente a los efectos sobre la opinión pública de la oposición del uribismo e hizo que se perdiera tiempo precioso para acometer de lleno la implementa­ción. De no haber sido así, como Jefe de Estado responsabl­e del orden público y la seguridad, Santos hubiera podido asumir directamen­te su responsabi­lidad de firmar el acuerdo ejerciendo después un liderazgo firme, persistent­e y persuasivo para convencer a los colombiano­s escépticos sobre la necesidad y bondades de dichos acuerdos. Su talante de demócrata respetuoso de las opiniones contrarias le permitían hacerlo, pero no lo hizo.

Aún más, por el error de convocar el plebiscito y las medidas que tuvo que adoptar para tratar de enmendarlo – negociació­n con los del No, aprobación en el Congreso etc.– muchos colombiano­s percibiero­n que los acuerdos con las Farc fueron en realidad firmados, no por una firme convicción respecto al destino de un país con paz interior, sino por un fin individual­ista representa­do en su imagen al momento de la firma, aquella que registrarí­a la historia

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