El hombre que hace hablar a las rocas
El maestro Hugo Zapata expone sus esculturas recientes y un libro recopilatorio sobre su obra,. Esta noche en el Hotel Atton.
Es un enamorado de las piedras. Las colecciona desde niño cuando se las encontraba en el camino; hoy las busca entre ríos y quebradas, con el mismo instinto de aquel infante, pero con la sabiduría de los años. “Me gustan las rocas porque tienen la memoria del hombre”, dice. Trabaja con ellas desde hace cuatro décadas.
Tal vez por eso le ha gustado la antropología, la arqueología y la geología. Desde la universidad comenzó con esta última a explorar la dureza y el brillo de las piedras.
Profesor universitario, artista y arquitecto. La pintora santandereana Beatriz González explica que sus obras “son connotaciones innovadoras y profundas en la escultura colombiana”.
Sus piezas de gran formato se encuentran en las vías hacia los aeropuertos El Dorado de Bogotá, Rionegro de Antioquia y Bonilla Aragón del Valle del Cauca.
Expresión
Dice Zapata que en la roca encontró el elemento más antiguo que el hombre haya expresado, “que las rocas escribían mucho antes que los humanos. Esto me atrajo”.
La mayoría de sus piedras vienen de Río Negro, Cundinamarca. Allá ha recogido ejemplares que se conocen como lutitas, unas negras que tienen mucho hierro y por tanto se oxidan. “Son muy expresivas. Me permiten trabajar mucho”. Él ve lo que otros no. Se orienta por lo que la roca le dice: ritmos, geometrías, texturas o colores. Es como una “comunión” a partir de la cual aparece la obra.
Dominio de la materia
Pensaba que la roca era lo más duro que existía hasta que descubrió que con ayudas tecnológicas podía manejarlas, hacerlas completamente maleables.
“Es inaccesible. Con la tecnología puedo entrar, cortar y pulir. Utilizo cuchillas de diamante y carburundum ( carburo de silicio artificial que se utiliza como abrasivo). Así puedo ponerle a decir lo que quiera”.
Zapata camina por las estribaciones de La Fe. Puede tropezarse con rocas de todo tipo. Tiene ahora cientos de muestras que ha recogido por años. Llega un momento en el que, luego de verlas quietas en sus estantes y almacenes, ve una y le dice: “Hoy te tocó, querida”.
Ve en ellas una gestualidad y una expresión. No son simples objetos inánimes. Para él tienen vida: les habla, las respeta, las escucha. Así las trata el maestro