“¿CON QUÉ VAMOS A COMPRAR PAN PARA QUE ESTA GENTE COMA?”
Esta pregunta de Jesús hecha al apóstol Felipe “para ver que respondía” (Juan 6, 1-15), podemos considerarla hoy como hecha a cada uno de nosotros. Actualmente se calcula, según las estadísticas del WFP (Programa Mundial de Alimentos) y la FAO ( Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), que cerca de 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa. Eso es, casi una de cada nueve personas en la tierra. La gran mayoría de las personas que padecen hambre en el mundo viven en países en desarrollo, donde el 12,9 % de la población presenta desnutrición, y esta es la causa de 45 % de las muertes en niños menores de cinco años. Por otra parte, 66 millones de niños en edad escolar primaria asisten a clases con hambre, y ha crecido la proporción de las emergencias alimentarias derivadas de los conflictos armados.
Ante esta situación, el mensaje del Evangelio es un llamado a la reconciliación y a compartir. Mientras pocos que tienen mucho sigan despilfarrando en forma egoísta lo que tienen, mientras el mal uso que se hace de los recursos naturales siga haciendo que estos sean cada vez más escasos -como el agua, por ejemplo-, mientras no tomemos todos conciencia de que cada cual es corresponsable de la suerte de todos según esté dispuesto o no a compartir constructivamente la mesa de la creación con los demás, la pregunta de Jesús seguirá siendo un llamado a nuestra reflexión para ver qué y cómo respondemos.
La enseñanza del relato evangélico de la multiplicación de los panes y los peces es que donde existe la voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra; en cambio, donde no existe esa voluntad, aunque haya mucho, unos pocos lo acaparan todo y las mayorías padecen hambre. El sacramento de la Eucaristía prefigurado en dicho relato, expresa la voluntad sincera de compartir la creación, significada en las ofrendas de pan y vino, para que al hacerlo se realice entre nosotros la presencia de Dios, que es Amor, que se nos ha revelado en la persona de Jesucristo y nos alimenta con su propia vida ■
La enseñanza del relato evangélico de la multiplicación de los panes es que donde existe la voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra.