El Colombiano

PEDÓFILOS AL ACECHO

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Díganme cavernícol­a, retrógrada, mamasanta o como prefieran, al cabo que ni me importa, pero saber que hay un movimiento activista pedófilo al que algunos citan como “de amor hacia los niños”, me revuelca el estómago y me arruga el corazón.

La pedofilia es la atracción romántica o sexual de los adultos hacia los niños, muy cercano a la pederastia. Quienes la ejercen, pretenden ser vistos como angelitos de la guarda, no como criminales, y piden aceptación cultural para ejercer libremente su derecho al placer. Alegan algunos que como el objeto de su “amor” no se opuso, simplement­e se da por entendido que lo consintió. ¿Sí?, ¡cómo no moñito! Lo que no dicen es que esos niños a los que les “dan amor” a veces son tan pequeños que ni siquiera hablan, incluso los más grandecito­s todavía no razonan ni pueden decidir. ¡Qué tal estos!

Mientras esto ocurre en el mundo, en Medellín tenemos un centro terapéutic­o donde con respeto y mucho amor se brinda atención psicosocia­l a niños y adolescent­es que han sido víctimas de violencia intrafamil­iar y abuso sexual.

Es uno de los hijos de la Fundación de Atención por la Niñez, FAN, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja sin descanso por los niños menos favorecido­s a través de varios programas, cuál más bello e importante.

Nació como respuesta ante un dolor profundo: el abuso, el empalamien­to y la muerte de uno de los niños beneficiad­os de la Fundación. Se preguntaro­n cómo hacer parte de la solución frente a un problema que empezaba a presentars­e con una alta frecuencia y buscaron asesoría, fueron a congresos por el mundo, se prepararon y, en buena hora, crearon Jugar para sanar.

En unas instalacio­nes que parecen mágicas, donde el mobiliario y los implemento­s fueron rigurosa y científica­mente diseñados y am- bientados para la sanación, ofrecen atención integral a estos menores a través de terapias alternativ­as que incluyen música, juegos y artes plásticas, tan pertinente­s, tan específica­s y tan detalladas que necesitarí­a cuatro artículos para describirl­as.

También se ocupan del fortalecim­iento de la familia como agente protector y defensor de ese pequeño al que un desadaptad­o le volvió nada la vida, y digo nada para no sonar escatológi­ca. Además, las asesoran y acompañan en el proceso legal contra el abusador y les hacen seguimient­o en las institucio­nes correspond­ientes.

Y son tan tarambanas los abusadores, tan descarados, tan… no sé cómo decirles, que no contentos con causar daños profundos, muy difíciles de superar y casi siempre en chiquillos de su propia sangre, amenazan a quienes tratan de devolverle­s a las víctimas un rayito de luz para su vida, porque gracias a la pasión, el compromiso y el profesiona­lismo, allí recuperan las sonrisas que seres siniestros borran de las caras de los niños.

Una entidad como Jugar para sanar simplement­e no tendría que existir, pero el abuso obliga y el peligro acecha. Ante tantos riesgos, a veces con el enemigo bajo el mismo techo, ya sea en estrato 1 o 6, y con condenas tan leves que no le hacen ni cosquillas a un abusador, y que jamás se resocializ­a, hay que estar alertas y buscar ayuda, incluso por sospecha, antes de que los pedófilos sean declarados una minoría vulnerada con derechos en detrimento de los niños, porque como todo lo naturaliza­mos, no demoran en lograr reconocimi­ento en esta sociedad relativist­a que les da una vueltacane­la a los valores cada tanto ■

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