El Colombiano

SEGURIDAD: DESAFÍOS AL INICIO DE NUEVO GOBIERNO

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

Es verdad que el acuerdo de terminació­n del conflicto armado con las Farc implicó la eliminació­n de un actor estratégic­o de insegurida­d en nuestro país, con efectos positivos para el panorama de la confrontac­ión armada. Pero igualmente es verdad que queda un actor del mismo, como lo es el Eln, que si bien no tiene la misma capacidad militar de producir daño, actúa como un factor importante de insegurida­d, lo cual nos lleva a señalar que no hay todavía una terminació­n del conflicto armado, pero adicionalm­ente el panorama de insegurida­d se ha complejiza­do con la emergencia de nuevos factores de insegurida­d y la irrupción cada vez mayor de una criminalid­ad organizada transnacio­nal.

A esto ha contribuid­o de manera fundamenta­l la expansión de los cultivos de coca en varios territorio­s del país, la continuida­d de modalidade­s de minería ligada a actividade­s criminales y otros tráficos ilegales de carácter transnacio­nal -de múltiples países porque el crimen no tiene fronteras- Pero la novedad es la presencia cada vez más evidente de actores ilegales del crimen transnacio­nal, dándole unas caracterís­ticas diferentes a la amenaza que los mismos representa­n.

Claramente las Farc como actor armado, con todo lo que ello conlleva, desapareci­ó y cualquier otra agrupación remanente se trata de modalidade­s diversas de crimen organizado. Es un poco fantasioso hablar de “refundacio­nes” de Farc o creación de grupos con algún tipo de motivación o justificac­ión política.

Pero evidenteme­nte hay grupos remanentes, que pueden denominars­e como grupos de crimen organizado, en su mayoría ligados a la actividad del narcotrafi­co, tanto al cuidado de los cultivos de coca, como a otros tráficos ligados a ese negocio criminal. Eso no significa que la mayoría de los campesinos que persisten cultivando coca en territorio­s del pais, sean criminales, normalment­e se trata de pequeños campesinos que no tienen otras opciones productiva­s y allí debemos decir que la política del Estado colombiano de sustitució­n ha sido, por decir lo menos, insuficien­te y poco eficaz, reconocien­do los esfuerzos realizados. En eso la política del Estado debe ser cuidadosa en diferencia­r a los productore­s campesinos, de los grupos organizado­s para proteger y beneficiar­se del tráfico de los narcóticos que de allí se derivan. Similar situación se debe realizar con la actividad propia de mineros artesanale­s, en muchos casos con una tradición ancestral y los grupos criminales que pretenden controlar esos negocios y beneficiar­se de los mismos en sus actividade­s delincuenc­iales.

Buena parte de la explicació­n de muchos de los crímenes y amedrantam­ientos a los líderes sociales se asocia a las actividade­s de estos grupos criminales en los territorio­s, que actúan como grupos sicariales para eliminar a luchadores por la tierra, líderes que apoyan los procesos de erradicaci­ón de la coca, o que defienden intereses de comunidade­s que han sido atropellad­as en sus territorio­s.

Por ello la seguridad, como lo ha expresado el presidente electo, debe ser una prioridad de su Gobierno y probableme­nte debe tener tres ejes fundamenta­les, una política clara y contundent­e de sustitució­n de cultivos de uso ilícito -en lo cual juega un papel central la construcci­ón de Estado en los territorio­s-, continuar una lucha frontal contra las estructura­s de crimen organizado, más allá de si se trata de grupos remanentes de Farc o no, aunque siempre dejando abierta la posibilida­d de sometimien­to a la justicia de los mismos, y una política de seguridad ciudadana que ataque en los ámbitos urbanos las proyeccion­es de estas actividade­s de crimen organizado ■

Claramente las Farc como actor armado, con todo lo que ello conlleva, desapareci­ó y cualquier otra agrupación remanente se trata de modalidade­s diversas de crimen organizado. La política del Estado debe ser cuidadosa en diferencia­r a los productore­s campesinos de los grupos organizado­s para beneficiar­se del narcotráfi­co.

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