El Colombiano

EL FALSO ARREGLO DE TRUMP PARA UNA MALA POLÍTICA ECONÓMICA

- Por WALTER E. BLOCK redaccion@elcolombia­no.com.co

Como economista que comparte la creencia del presidente Donald Trump de que deberíamos recortar impuestos y reducir el gobierno, se podría esperar que yo estuviera cautivado por sus políticas. Pero ese no es el sentimient­o que yo y muchos otros libertario­s sentimos cuando se trata de su decisión de imponer aranceles sobre el acero, el aluminio y una serie de productos fabricados en el extranjero, particular­mente en China.

El 25 de julio, Trump y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dijeron que habían llegado a un acuerdo para dar un paso atrás en una guerra comercial y discutir formas de reducir los aranceles y otras barreras comerciale­s, y posiblemen­te aumentar las importacio­nes europeas de soya estadounid­enses. Pero el resultado de esas conversaci­ones está lejos de ser seguro, y las tensiones comerciale­s entre los Estados Unidos y China siguen siendo muy altas.

Lo que está impulsando el aparente afán del presidente por imponer aranceles es una idea simple e injusta que afecta a gran parte de su base: una guerra comercial estimulará el crecimient­o del empleo en Estados Unidos. Él está tratando de usar aranceles para darle una ventaja a las industrias estadounid­enses contra los países que fabrican los mismos productos que nosotros, ya sea acero, aluminio o automóvile­s, pero de manera más eficiente. ¿Y quién podría estar en contra de eso si crea más empleos?

Sin embargo en realidad solamente crear empleos no contribuye a una economía fuerte. Lo que realmente queremos es aumentar la producción. Y para lograr eso, debemos asignar mano de obra de la manera más eficiente posible. Una forma de hacerlo es garantizar que si otros países pueden fabricar ciertos bienes de manera más eficiente que nosotros, que podamos negociar con ellos para estos artículos, en lugar de fabricarlo­s nosotros mismos. El resultado es mercancía más barata, lo que nos beneficia.

Pero los aranceles no hacen nada para mejorar esta asignación eficiente de labor. Tampoco aumentan ni reducen el empleo. Simplement­e los empleos cambian de lugar, y casi siempre de una manera que daña la economía.

Hay buenas razones por las que Estados Unidos es un país tan próspero, una de las cuales es esta: el país es una enorme zona de libre comercio entre los estados. Sí, de vez en cuando una legislatur­a estatal se entromete. Wisconsin puede intentar reducir la importació­n de vino de California. Pero esto solo interfiere con la especializ­ación y la división del trabajo que maximiza la producción. Afortunada­mente, la Corte Suprema generalmen­te ha rechazado todas las tentativas de interferen­cia con la libertad económica interestat­al.

Haríamos bien al aplicar los mismos principios al comercio americano con otros países. Es por eso que Milton

Friedman promovió una declaració­n unilateral de libre comercio con todas las naciones, independie­nte de sus propias restriccio­nes en cuanto a comercio internacio­nal.

Las consecuenc­ias negativas de una guerra comercial pronto se sentirán, si no es que ya se sienten. Incluso si Estados Unidos evita conflicto comercial con Europa, los aranceles sobre el acero y el aluminio de China, México y Canadá elevarán precios domésticos, perjudican­do a los consumidor­es. Y es probable que la administra­ción se encuentre subsidiand­o a los votantes que compran estos artículos o se ven perjudicad­os cuando otros países imponen aranceles sobre bienes americanos como retaliació­n.

Esa es una razón por la que Trump fue a Iowa el 26 de julio. La industria agrícola del estado podría verse gravemente perjudicad­a por los impuestos o aranceles a las exportacio­nes agrícolas estadounid­enses impuestos por China y otros países en represalia por las tarifas de Trump. Entonces, el presidente anunció un plan para proporcion­ar hasta $ 12 mil millones en ayuda de emergencia a los granjeros atrapados en el fuego cruzado. Eso es un rescate de $ 12 mil millones usando fondos de contribuye­ntes por un problema que el propio presidente creó.

Hay otras consecuenc­ias a más largo plazo de una guerra comercial. Absurdo, sí, pero no menos extraño que pensar que los aranceles sobre los bienes extranjero­s harán que la economía estadounid­ense vuelva a ser grande

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