EL HIPERCHISTE
Lean, pues: “Desde el 2007, el chavismo le ha quitado ocho ceros a la moneda. Es un maquillaje inútil para tratar de disfrazar el fracaso de un modelo”. Lo dice el escritor y columnista de opinión Alberto
Barrera Tyszka, en un artículo en el New York Times.
Barrera no se equivoca. Sus palabras confirman el mal chiste de la economía venezolana, creado por el chavismo. Humor deprimente que se torna peor con las proyecciones que prevén una inflación de un millón por ciento para finales del año. ¿Quién lo dice? El Fondo Monetario Internacional.
Venezuela se desintegra económicamente. Sí, se cae como un castillo de naipes. El chiste es tan dramático que la hiperinflación -la primera de América Latina- es equiparable a las que vivieron Alema- nia y Zimbabue, países que en 1923 y en 2000, respectivamente, sufrieron las mayores hiperinflaciones de las que se tenga registro. La diferencia es que en estos países sí se preocuparon y se pellizcaron. En cambio, en Venezuela, todo lo que se trata de hacer -que es lo que diga Maduro- sale mal.
El bolívar ya no sirve como moneda de cambio. No genera poder adquisitivo. La gente no transa con él porque en cualquier momento pierde su valor. Lo que la gente gana mensualmente al rebusque no alcanza ni para comprar un kilo de carne y dentro de poco ni una libra. Los billetes, entonces, son papelitos inútiles que ni a los numismáticos les caen en gracia. No hay que ser un experto para comprender que allá las cosas no van para ninguna parte. Bueno, sí van para un punto: la debacle total. Un paréntesis, para que vean esta otra perlita, que hace más charro el chiste: la proyección económica del PIB real muestra una caída del 18 % para este año, una consecuencia clara de la falta de producción de bienes.
Entonces, un país sin economía fiable, con el chorro del petróleo -su fuente de mayor ingreso, la que ha sostenido al nefasto régimen- chueco y destruido, con una escasez dramática de alimentos y medicinas, con gobernantes y militares desangrando lo poquito que queda en las arcas estatales y una represión bárbara hacia la oposición, pues lleva a decir que la comedia creada por el chavismo es una de las más patéticas de la historia, donde los chistes como la hiperinflación no dan risa.
Nicolás Maduro les prohi- bió a sus ministros decir la palabra “hiperinflación”. Según él se está fraguando desde afuera una “guerra inflacionaria contra el revolucionario pueblo bolivariano”. Pura actitud paranoica característica de dictador bananero al que va a tocar explicarle con plastilina que el pueblo, ese que dice defender, tiene a un monstruo apretándole el cuello. Bien lo dijo una enfermera venezolana, que se gana el salario mínimo: “Soy rica, pero pobre”, porque ese montonón de bolívares que se gana al mes, simplemente representan unos cuatro dólares que no alcanzan para nada