El Colombiano

EDITORIAL

En infraestru­ctura hubo inversión récord, sin que se superaran los lastres de la corrupción y los litigios. En medio ambiente se expidieron normas de protección, cuya eficacia es tarea pendiente.

- ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

“En infraestru­ctura hubo inversión récord, sin que se superaran los lastres de la corrupción y los litigios. En medio ambiente se expidieron normas de protección, cuya eficacia es tarea pendiente”.

Cinco “locomotora­s” para jalonar el desarrollo económico del país ofreció Juan Manuel Santos al iniciar su Gobierno en 2010: vivienda, infraestru­ctura, minería, agricultur­a e innovación. Para su segundo mandato reordenó las prioridade­s, que serían paz, equidad y educación. De las locomotora­s, las dos primeras -vivienda e infraestru­ctura- tuvieron alta inversión, ejecución parcial y, sobre todo, un liderazgo político del entonces vicepresid­ente Vargas Lleras.

Era evidente el atraso que en infraestru­ctura, principalm­ente vial, tenía el país. Los estudios técnicos del Ministerio de Transporte lo cifraban en 30 años. Con dos problemas añadidos que hacían de este sector uno de los más difíciles: la corrupción y la maraña legal y contractua­l que condenaba cualquier megaobra a pleitos interminab­les. Más abogados que ingenieros era la fórmula de los contratist­as.

De allí que la reestructu­ración de las concesione­s para adoptar el modelo de las vías de la cuarta Generación (4G) fuera dispendios­a, lenta, pero en general, fue positiva. El ajuste institucio­nal para conformar la Agencia Nacional de Infraestru­ctura (ANI, cuyo primer director está bajo procesos judiciales) impidió el arranque oportuno de los megaproyec­tos. No obstante, el giro en las condicione­s de las licitacion­es, frenando el pago de anticipos, era una necesidad.

El balance de lo construido no da tanto como para incurrir en la exageració­n de comparar nuestras vías con las de Alemania y Suiza, como hizo el presidente hace pocos meses, pero sí permite avizorar un cronograma de puesta en servicio, durante el próximo gobierno, de vías que permitirán grandes avances en competitiv­idad, conectivid­ad y turismo. En Antioquia varias de estas vías cambiarán muchos factores de rezago e incomunica­ción. Obras que, a propósito, convienen a todo el país.

Según las cifras del Gobierno, en las administra­ciones de Santos se comprometi­eron recursos para infraestru­ctura de 90 billones de pesos. El país, evidenteme­nte, espera lograr el uso eficaz y transparen­te de esos dineros, máxime cuando la sombra de la corrupción, muchas veces amparada desde instancias oficiales para asegurar “gobernabil­idad” mediante la compra de apoyos parlamenta­rios, siguió tendiendo su manto y es la causante de que proyectos emblemátic­os como la navegabili­dad del río Magdalena, el Túnel de la Línea (interminab­le en el tiempo, vergüenza continenta­l) la vía Medellín-Quibdó o el Puente Pumarejo, en Atlántico, sigan sin terminar o siquiera sin empezar.

En política de protección al medio ambiente, la expedición de normas -llamativam­ente incrementa­da en las últimas horas antes de entregar el mandoiban enfrentada­s con una mayor presencia de activistas ambientale­s, de polémicas por la contraposi­ción de intereses al delimitar áreas de protección, y por la falta de aplicación efectiva de las normas legales, cuyo caso más dramático es la destrucció­n ambiental de la minería ilegal.

El Gobierno intentó reorganiza­r la institucio­nalidad de las entidades rectoras, pero la dispersión sigue entre las agencias de la administra­ción central y las ruedas sueltas de las Corporacio­nes Autónomas Regionales, fortines políticos y burocrátic­os ante todo.

La declaració­n de áreas ambientale­s protegidas (hasta 43 millones de hectáreas) y la delimitaci­ón de los páramos, ha ido en paralelo de una alarmante deforestac­ión, una de las mayores amenazas contemporá­neas, que ocurre ante la indiferenc­ia nacional.

El balance, entonces, en infraestru­ctura y en medio ambiente supera el promedio de los últimos decenios y gobiernos en el país, y deben continuar con índices de eficacia ejecutiva en el próximo cuatrienio

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