LOS JÓVENES PRIMERO
Hace unos días, el alcalde Fede
rico Gutiérrez pronunció unas palabras fuertes y sinceras frente al consejo comunal. Dijo que Medellín es como una cometa con un viento fuerte, pero con rocas amarradas a la cola. Una de estas rocas, dijo el alcalde, es la cultura de la ilegalidad. Sugirió una autocrítica, afirmando que: “una sociedad que todavía piensa que la vida del otro no importa, es una sociedad que demuestra que todavía hay mucho por hacer”. Resaltó, que no es suficiente que la ciudad se vea bonita en su innovación urbanística, sino que también hay que innovar y transformar los modelos mentales.
Hoy el síntoma más grave de esta necesidad de transformación, que resaltó el alcalde, es el alto número de homicidios de jóvenes en Medellín, que durante el último año se ha duplicado. Son jóvenes que matan a otros jóvenes, y en la mayoría de los casos la ciudad mira para otro lado. Esta ciudad, que tiene foros académicos reconocidos a nivel internacional y que tiene una comunidad de empresarios que durante décadas ha mostrado una extraordinaria capacidad de liderazgo, no solo económico, sigue teniendo una tasa de desempleo de alrededor del 20 por ciento. Que haya todavía tanta violencia y tanta desigualdad económica en una ciudad como Medellín es una grave y triste contradicción que hay que resolver.
Hay algo de esta ciudad que me asombra. No importa si estoy hablando con líderes en Castilla, Aranjuez, la 13, o conversando con grandes empresarios, o visitando un campus universitario, o almorzando con un miembro del consejo de gobierno de esta ciudad, lo que me impresiona profundamente de Medellín es la alta densidad de talento que hay en esta ciudad. Es verdad que esta ciudad tiene todo los recursos humanos y económicos para dar un giro definitivo. Por eso hay que preguntarse, ¿por qué una ciu- dad que lo tiene todo no logra transformarse de manera definitiva? Vale la pena preguntarse también, ¿cómo canalizar todo este talento hacia un propósito superior y transformador?
La violencia y el desempleo que afectan a los jóvenes de Medellín solo son síntomas, la punta del iceberg de una realidad más grande y profunda. Solamente son la parte visible, observable. Pero si queremos transformar de verdad lo que es visible y observable, no podemos solamente reaccionar a las crisis, o simplemente tratar de manejar a los patrones de un fenómeno criminal. Hay que ir más a fondo; hay que ir y mirar lo que está escondido bajo el agua y que es invisible. Hay que ir a la base del iceberg. O sea, hay que enfocarse en los modelos mentales, las normas sociales y culturales que siguen reproduciendo estos fenómenos. Es decir, lo que el teórico de los estudios de paz Johan Galtung define como la violencia cultural y estructural.
Me permito sugerir que hoy la crisis juvenil que enfrenta Medellín puede ser una oportunidad para explorar el iceberg desde la punta hasta la base, y tomar decisiones que puedan transformar a toda la ciudad, liberando a la cometa de sus rocas. Un buen comienzo sería hoy darles prioridad a los jóvenes
Medellín es como una cometa con un viento fuerte, pero con rocas amarradas a la cola. Una de estas rocas, dijo el alcalde, es la cultura de la ilegalidad.