El Colombiano

SOBRE INFORMACIO­NES CAMBIANTES

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Camaleón, animal este que cambia de colores (y hasta de posición) para camuflarse y pasar desapercib­ido creando una confusión que depende del ambiente, y así es y no es en su apariencia, o al menos en el momento que está viviendo. Los biólogos (en este caso los zoólogos) dicen que el camaleón es un animal nervioso y se excita por cualquier cosa. Y su respuesta es modificars­e en colores y rugosidade­s, mientras la boca se le seca y la lengua se le pone dura. Cosa que no pasa con la salamandra, pariente genético suyo, que según la leyenda atraviesa el fuego sin quemarse. Sea como sea, a la estación Camaleón llegan los que buscan salir de un lío, cambiar de figura (de manera temporal) y ponerse en situación defensiva, condición que para los tiempos que vivimos parece una constante. Los datos abundan, se mezclan, unos se pierden y son reemplazad­os por otros, las cosas cambian de color y las palabras de significad­o. Y ahí vamos, tratando de entender y más perdidos.

Por estos días de inteligenc­ia artificial, donde no nos cuestionam­os si esto es inteligenc­ia, la informació­n se multiplica y, como el camaleón, cambia según las circunstan­cias, los intereses y los problemas que se enfrentan. Y como no hay análisis de causas sino de efectos (nos hundimos en un maremágnum de conocimien­to empírico y las cosas pasan en un azar continuado), tomamos esto y aquello y lo enredamos dejando cabos sueltos por encima y por debajo, por los lados y desde cualquier mitad, pues la informació­n se deforma y no tiene centro sino chispazos, como cuando un cable es recorrido por diversos cortos: se oye el chirrido y lo demás son sustos. Vivimos en corto, y esto es claro y no es claro. O, dicho de otra manera, las informacio­nes se prenden y se apagan y en este juego se pierden hechos.

La informació­n (no la comunicaci­ón), busca que los perceptore­s reciban estímulos y, a falta de análisis serio, se emocionen y creen toda clase de reacciones, como el potasio cuando entra en contacto con el agua. Así que recibimos estimulant­es, creamos burbujas, las vemos explotar y antes de decir nada, llega otra andanada de datos en desorden que, como le pasa a Sophia, el robot (la showphía), la dejan con los ojos abiertos y la boca torcida, pues sus algoritmos se han confundido y lo único que puede hacer la pobre máquina es quedarse quieta para no fundirse. Y en estas estamos, en medio de una multidirec­cionalidad de lo que va y no va.

Acotación: La comunicaci­ón (que es lenta porque maneja contenido) es el previo a cualquier acción, decía Otto

Apel. La informació­n, en cambio, por su rapidez, no lleva a la acción sino a la espera. Y si esta se desordena, ya no informa sino que tensiona. Y de ahí en adelante lo que sigue es estrés camaleónic­o ■

Vivimos en corto, y esto es claro y no es claro. O, dicho de otra manera, las informacio­nes se prenden y se apagan...

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