POR LA VERDAD Y EN TONO AMISTOSO
El máximo reto para el ya casi Presidente Duque ha de consistir en hacer valer de nuevo el valor de la verdad, el criterio de veracidad. La primera estrategia, el propósito fundamental y urgente para el buen gobierno debe ser la reconstrucción ética. La gente se acostumbró a dudar, sospechar, desconfiar, no creer, porque así se le ha enseñado con el peor ejemplo desde las posiciones jerárquicas más elevadas. Mentir, engañar, hacer trampa, instituir la picardía como palabra digna de respeto se volvió norma de aceptación general.
¿Puede alcanzar el nuevo gobierno aquellas finalidades depurativas? Ha sido tan tremendo el daño moral infligido a la sociedad por la contracultura del embuste oficializado, que tal empresa parece muy cuesta arriba. Pero un mandatario capaz de unir, de activar voluntades de transformación, de invertir el enorme capital político en un proyecto educativo tan difícil como fascinante, tiene probabilidades de conseguir efectos satisfactorios.
Si no se decide a enseñar que se puede gobernar sin mentir, con decisiones, actos, obras, parece obvio que pondría en peligro la credibilidad, la gobernanza y la eficacia para demostrar resultados. Esa profunda y radical convicción de que es impostergable rehacer el criterio de veracidad, es preciso afirmarla desde mañana con un tono amistoso, unitivo, asociador y no disociador, dialogal y libre del vicio pendenciero y camorrista.
Al mandatario saliente se le notaba como si fueran a reventársele las cuerdas vocales y se le hinchara el cuello cuando pronunciaba la palabra pppaaazzz, como con rabia. El tonito lo contradijo todas las veces. Primero que firmar la paz con los insurgentes debió dar testimonio de que tenía intención de hacerla con todos los conciudadanos, sin dividir, sin alborotar los viejos odios encarnizados. Se va con un acuerdo frágil y con Nobel y todo, pero sin hacer las paces con el país entero para el que debía gobernar. Por eso se le desplomaron estrategias, locomotoras, popularidad, encuestas, plebiscito, elecciones, con todo y la combinación de campañas propagandísticas.
El ya casi Presidente Duque puede ser maestro de reconciliación, entendimiento y reunión de voluntades, junto con la Vicepresidenta Marta
Lucía Ramírez y todo su equipo. Ha demostrado esa cualidad primordial. Cuando se necesita recobrar la confianza y la capacidad de creer en alguien, de convencerse de que la autoridad en sus diversas dimensiones merece respeto, de que las costumbres torticeras no pueden seguir arraigadas en la política, ojalá esté inaugurándose el cuatrienio de un líder creíble, confiable y eficaz en el buen gobierno. Ante todo, listo para rehacer el valor de la verdad y sostenerse en un tono y un talante amistosos (en el sentido clásico, aristotélico) que irradie al país entero. Un líder decidido a completar la polifonía inconclusa de la paz
Primero que firmar la paz con los insurgentes debió dar testimonio de que tenía intención de hacerla con todos los conciudadanos.