El Colombiano

NO SOMOS ENEMIGOS DE LA GENTE

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

Donald Trump dice que los periodista­s somos “enemigos de la gente”. No es cierto. Miente otra vez. Lo que el presidente de Estados Unidos no entiende es que nuestro trabajo es cuestionar­lo, obligarlo a rendir cuentas y, cuando no dice la verdad, denunciarl­o y apuntar a los hechos.

Lejos de ser sus enemigos, a los reporteros nos toca hacer las preguntas de la gente. Si no las hacemos nosotros ¿quién? Ese es precisamen­te nuestro trabajo en cualquier democracia. Balanceamo­s al poder. Para eso sirve socialment­e el periodismo. Los reporteros somos servidores públicos, ni más ni menos.

Pero eso no lo agradece Trump. Como tampoco lo reconoció el líder venezolano,

Hugo Chávez, en su momento. Ambos escogieron la misma estrategia: insultar a la prensa libre y saltarse a los periodista­s. Chávez obligaba a los canales de televisión a unirse a sus transmisio­nes a nivel nacional -en su programa Aló Presidente- mientras que Trump, olímpicame­nte, le envía mensajes directos a sus más de 50 millones de seguidores en Twitter. El objetivo es el mismo: evitar las preguntas incómodas.

Sobra decir que mis experienci­as con Trump y con Chávez no fueron muy buenas. El candidato Trump le pidió a un guardaespa­ldas que me sacara de una conferenci­a de prensa en el 2015 porque tuve la osadía de hacerle una pregunta sin que me diera la palabra. Chávez, al menos, no me echó por la fuerza. Pero también se negó a contestar mis preguntas.

Tras un fuerte intercambi­o durante una entrevista en Venezuela en 1999, le tuve que aclarar a Chávez que “mi labor es preguntar”. A lo que contestó: “Está bien. Pero estás recogiendo la basura”. Y luego, trató de desacredit­arme. “Ustedes vienen -¿de allá de Miami vienes tú?- con una bolsa de basura”, me dijo. “¿Estoy yo obligado a responder solo lo que tú quieres preguntar?”.

Bueno, en una democracia sí. Los políticos sí están obligados a contestar las preguntas de la gente. Los presidente­s, en realidad, no son los jefes. Ellos trabajan para quien los eligió - y también para los que votaron en contra.

Daniel Ortega ha dado entrevista­s a medios internacio­nales pero se rehúsa a hablar con periodista­s y activistas nicaragüen­ses sobre las protestas en su contra (que han cobrado casi 500 muertes). La última vez que Ortega se expuso en un foro público, en mayo pasado, se paró el estudiante universita­rio, Lesther Alemán, y le pidió en su cara que dejara el poder. “Esta no es una mesa de diálogo”, le dijo. “Es una mesa para negociar su salida”. Ortega, claramente, está cuidando la silla.

El rol de la prensa también se está poniendo a prueba esta

semana en Colombia -donde

Iván Duque tomó posesión como nuevo presidente- y en México -donde Andrés Manuel

López Obrador fue declarado oficialmen­te como presidente electo. Siempre me ha llamado la atención cómo los candidatos se transforma­n de hablantine­s y chupa cámara a reticentes y hasta temerosos de la prensa cuando llegan al poder. Eso le pasó a Enrique Peña Nieto.

Para Duque y López Obrador debe ser difícil que los mismos reporteros que tanto espacio les dieron durante la campaña se volteen, los critiquen y les hagan preguntas que no quieren contestar. Es clara la incomodida­d de Duque cuando le preguntan sobre la influencia que el expresiden­te Al

varo Uribe podría tener sobre él. De igual manera, López Obrador se siente más a gusto hablando de sus planes para reducir el crimen y la corrupción en México que justifican­do el nombramien­to de Ma

nuel Bartlett -acusado de participar en un enorme fraude electoral en 1988- para manejar la electricid­ad del país. La combinació­n hace corto circuito.

No, los periodista­s independie­ntes no somos los “enemigos del pueblo”, como nos ha tratado de pintar Trump. Pero lo que sí es cierto es nos toca ser adversario­s de los que están en el poder, sea quien sea. Es algo casi automático. Y en los casos más graves -cuando se trata de racismo, corrupción o violación a los derechos humanos- los periodista­s sí nos convertimo­s en enemigos de los que abusan de su poder. (Watergate es el caso más emblemátic­o).

Así que cuando nos pregunten si los periodista­s somos enemigos del presidente, la respuesta más honesta es: “A veces”. ¿Y enemigos de la gente? No, nunca

No, los periodista­s independie­ntes no somos los “enemigos del pueblo” como nos ha tratado de pintar Trump. Pero lo que sí es cierto es que nos toca ser adversario­s de los que están en el poder.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia