TRES EXPRESIDENTES Y SUS SEIS HUEVITOS
Fue la política y no lo político lo que juntó a tres expresidentes: César Gaviria, Andrés Pastrana
y Álvaro Uribe. Su poder de representación para capturar un cargo, el que ocupará el nuevo contralor de la República. Luego de una reunión para definir asuntos de burocracia y clientela salen a decirle al país que cesarán sus hostilidades y que dedicarán esfuerzos a promover la unidad a la que invita el presidente Iván Duque. Pero no hay tal: se trata de una negociación estratégica para poner a uno de sus ungidos en un cargo esencial de control a las actuaciones de los servidores públicos.
No era una reunión, por fuera de la puja por la Contraloría, para mirar el país del futuro, el que requiere integración y reconciliación para fijar prioridades frente a los asuntos de
la nación que ocupan a los ciudadanos: inclusión económica, social, cultural y étnica, participación y diversidad política, construcción de la paz, combate a la corrupción y desarrollo territorial. No. Los reunió la repartija de un cargo para ver si va el que diga Uribe, José Felix
Lafaurie, el que diga Pastrana —no lo ha cantado—, o el que diga Gaviria, Carlos Felipe Córdoba Larrarte.
Por eso es de esperarse que esa tregua no dure mucho, porque carece de compromisos esenciales. Está mediada por aquella coyuntura en la que los tres buscarán coincidencias y equilibrios para repartirse los cargos clave del Estado durante los próximos cuatro años. Para armar el llavero de quienes, a través de esas sillas muy visibles para influir en la opinión pública, se empiezan a proyectar para la próxima contienda electoral. Un delfinazgo de sangre o de padrinos: si son parientes o si son los muchachos buenos y obedientes que cumplirán cuotas burocráticas, mandados y órdenes de los “papás”.
A Gaviria, a Pastrana y a Uribe no los acercó la necesidad de buscar salidas definitivas a los conflictos que mordisquean el país: el del Eln, las bandas criminales, los cultivos ilícitos, el narcotráfico, la fragmentación territorial y la depresión agraria y campesina. No. A ellos los juntó, como siempre, su ambición de mantener poder sobre la cosa pública. Lejos están de reunirse para discutir a fondo qué pueden aportar a la transformación e inserción en la modernidad, en todas dimensiones, de esa Colombia aún tan harapienta y huérfana.
A ellos solo los juntan los asuntos de partido y parcelas burocráticas. Pero lo político, lo que atraviesa la vida cotidiana de la gente de a pie, los tiene sin cuidado. Solo se reúnen, desarman sus egos y su retórica, si se trata de repartir la torta y las migajas. No se juntan para mejorar el Estado sino para seguir repartiéndoselo. Les preocupan los seis huevitos sobre los que se sientan, no los que pueden alimentar al pueblo de una verdadera esperanza de cambio
Les importan los 6 huevitos en que se sientan, no los que alimenten al pueblo.