El Colombiano

GRACIAS, JUANFE

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

La muerte de un hijo debe doler en lo más profundo. En algunos casos, sin embargo, una gran pérdida se puede transforma­r en compromiso con una causa: la tragedia suprema se supera mejor cuando nos entregamos a la bondad. Eso sentí en Cartagena con Catalina Escobar, emprendedo­ra social de la fundación Juanfe, que lleva el nombre de su hijo, muerto en un accidente. Ella y su equipo trabajan hace 17 años por el desarrollo de madres adolescent­es y sus bebés. Las acogen, cuidan y guían en la construcci­ón de un proyecto de vida, con dignidad y sentido de la posibilida­d. La Juanfe ha sido fundamenta­l en la rápida disminució­n de la cantidad de niñas que quedan en embarazo cada año en esta ciudad del Caribe. Sus egresadas pasan de la pobreza a la clase media, contra todas las apuestas.

¿Qué tal si hacemos una tertulia sobre la prevención del embarazo adolescent­e? En Colombia hemos avanzado lentamente. Aunque los promedios mejoran, y se ven progresos en ciudades como Medellín, Barranquil­la y Bo- gotá, la tasa nacional sigue siendo muy alta (cerca del 20 % de las mujeres menores de 19 años queda en embarazo en Colombia).

Allí donde hay pobreza, hay embarazos de niñas, y se configura un círculo vicioso. Cada embarazo de una menor limita su desarrollo, generalmen­te detiene su proceso educativo y afecta la economía de su familia. Por esto, el recién nacido llega al mundo con una probabilid­ad altísima de ser tan pobre o más que su mamá. Peor aún, una de cada tres de esas mujeres, tiene a los pocos años, aún siendo menor, su segundo bebé. Así, se cierra con candado, virtualmen­te, la puerta de las oportunida­des para ellas y sus hijos.

Debemos aprender de la obsesión de la Juanfe por el foco. Hay una fidelidad total al principio de Pareto: foco en los barrios con más incidencia, foco en las mujeres que ya tuvieron el primer embarazo y cuya probabilid­ad de un segundo se dispara, foco en aquellas que muestran más compromiso y ganas de salir adelante. También me sedujo su modelo integral, tan difícil para el Estado, donde la educación, la salud y el empleo son compartimi­entos estancos.

Pero si tuviera que quedarme con una sola cosa de esta admirable institució­n, ahora que la Alcaldía y Comfama la quiere traer a Medellín, te diría que tiene que ver con su cultura orga- nizacional, conectada con lo que llaman el “Alma Mater”. Todo (salud preventiva, asistencia sicológica, educación técnica, cuidado de los niños, servicio de empleo) sucede en una misma sede, en medio de un entorno acogedor, con una cariñosa y firme disciplina. Tienen una cultura institucio­nal tan fuerte que hace que cada empleado y participan­te sea un juanfelipi­sta. Se genera un “efecto manada” en el cual cada mujer quiere ser digna de sí misma y de la Fundación: planificar, estudiar, conseguir trabajo, ser libre y autónoma. Se fortalecen porque en su entorno se refuerza, se demuestra y se vive la posibilida­d de lograr lo improbable.

Conmovido, le dediqué a Juanfe un pensamient­o, otros dirían una oración. Al morir, elevó e inspiró la visión y talento de su mamá para cambiar el mundo. Catalina Escobar nos recuerda que solo los valientes son capaces de transmutar el dolor en el más puro y generoso amor

En la fundación tienen una cultura institucio­nal tan fuerte que hace que cada empleado y participan­te sea un juanfelipi­sta. Se genera un “efecto manada” en el cual cada mujer quiere ser digna de sí misma.

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