El Colombiano

LA TRAGEDIA

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Tragedia es una palabra de nobleza divina, compuesta de dos palabras griegas, tragos, macho cabrío, y odé, canción. Canción que interpreta­ba el coro mientras sacrificab­an un macho cabrío al dios Baco, el dios del vino, que llevaba a la locura ritual y al encantamie­nto desenfrena­do. Sacrificio para aplacar la ira divina.

Tragedia pasó a significar drama que inspira terror, suceso fatal, emoción agobiadora. Palabra inmortaliz­ada por los tres grandes trágicos griegos, Esquilo, Sófocles y Eurípides (siglos sexto-quinto a. C.), cuya obra es patrimonio común de la humanidad.

El mundo está lleno de tragedias, que afectan a la persona y a la sociedad según su cercanía. Una guerra mundial, un terremoto, un tsunami, una bomba atómica. Los accidentes de tránsito, los fracasos económicos y afectivos, las muertes repentinas. La lista es interminab­le.

Tragedia singular la de grandes hombres como Dostoievsk­i, Wilde y San Juan de la

Cruz, que hicieron de la cárcel la oportunida­d de su grandeza. El primero escribió allí: “Creo que no existe nada más bello, más profundo, más simpático, más viril y más perfecto que Cristo […] Si alguien me probara que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se halla en él, prefiero permanecer con Cristo a permanecer con la verdad”.

Wilde pidió los evangelios en griego, su idioma original, “esos cuatro maravillos­os poemas en prosa”, que leía todos los días. Al leer esta afirmación de Jesús: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”, comentó: “Sólo por haber dicho esto se justificab­a que hubieras venido a este mundo”.

San Juan de la Cruz compuso de memoria en la cárcel el Cántico Espiritual, el poema de amor más bello, superior al Cantar de los Cantares, en el cual se inspiró porque lo guardaba en la memoria.

A nosotros no nos matan las tragedias, nos mata la tragedia que hacemos de las tragedias, como lo vemos todos los días. Una cosa es lo que pasa fuera de mí, y otra lo que pasa dentro de mí, que depende del cultivo de mí mismo. Puedo ser inmune a cualquier tragedia, aun siendo muy sensible a ella, como la muerte imprevista de un ser querido.

“Nada te turbe / nada te espante, / Todo se pasa, / Dios no se muda. / La paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene / nada le falta; / solo Dios basta”.

Aun siendo sensible a toda tragedia, si sigo la orientació­n de S. Teresa, conocedora como nadie de la intimidad divina y humana, me hago inmune a todo efecto perturbado­r

A nosotros no nos matan las tragedias, nos mata la tragedia que hacemos de las tragedias, como lo vemos todos los días. Una cosa es lo que pasa fuera de mí, y otra lo que pasa dentro de mí, que depende del cultivo de mí mismo.

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