El Colombiano

LA GRAN COLOMBIA Y LOS BONOS

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. Cuando un padre y una madre mueren de manera inesperada y dejan tres niños huérfanos, si son de clase adinerada, la adopción se vuelve un problema mayor. En cambio, si esto ocurre en una pareja pobre, todos los familiares y vecinos quieren hacerse cargo de los menores.

Algo similar está pasando con los venezolano­s que huyen de un régimen corrupto, que ha llevado a un país rico a la ruina económica. Peor aun, al enfrentami­ento de clases. No todos los que lle- gan son buena gente, tampoco todos los de acá son personas de bien. Lo cierto es que al final estos últimos acaban juntos.

Países como Francia, Inglaterra y Holanda, por no citar otros, si en unos pocos meses llegan 25.000 personas, con un morral a la espalda o una pequeña maleta en la mano, se vuelve un conflicto nacional.

No obstante que sobran razones para darles la mano a personas, que como náufragos luchan por no perecer, esta migración masiva, al final, nos hará un inmenso daño.

Quienes controlan el gobierno del país hermano que fueron capaces de destruirlo, también lo harán con el nuestro y de manera más simple. Supongamos que los hombres de la Farc eran 10.000; unos haciendo oposición al gobierno y otros atendiendo el negocio de la coca. Maduro y los suyos tienen capacidad de enviar, por decir algo 40.000 mercenario­s, que sumados a los grupos criminales nuestros, serán los amos. Así no tendrán necesidad de hacernos ningún daño con sus sofisticad­os aviones.

En la época de la conquista alguien dijo que Venezuela era un cuartel y Colombia una universida­d. Hoy, la situación es similar, allá abundan los militares y acá los intelectua­les, pensadores y críticos. Mientras estos se ocupan de censurar al ministro de Hacienda porque lo señalan como causante del mal uso que hicieron 117 municipios al adquirir préstamos por $0,44 billones; los tiene sin cuidado que Maduro realice el sueño de Bolívar: La Gran Colombia, que tal como vamos, pronto será una realidad.

En relación con la vehemencia como se ataca al ministro Carrasquil­la, vale la pena señalar que no todos los municipios hicieron mal uso, por el contrario, solucionar­on un problema de agua. Salvo que esté equivocado, fue algo que se hizo a la luz pública, sin perjuicio de que más de una entidad territoria­l hubiere administra­do mal estos dineros. ¿Acaso se investigó a los alcaldes que despilfarr­aron estos recursos? Cabe otra pregunta ¿Qué hicieron las entidades que tenían el control sobre este manejo? Y por último, ¿quién se preocupa por los abusos de contratos donde el único que pierde es el Estado?

El ministro sabe que no hay cómo repartir mermelada. Tal vez lo único que puede hacer es obsequiar $20 billones de espuma que hacen parte de los ingresos del presupuest­o nacional

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