LA CIUDAD Y LOS PERROS
Aunque nada tanga que ver con el tema de este escrito, tomo prestado el título de la primera novela del Nobel peruano de Literatura, Mario Vargas Llosa, (primera también del boom latinoamericano) para hablar de esta ciudad agobiada por el asfalto y el cemento, y de esos perros que en las aceras de nuestras calles hacen popó (sonaría feo decir que cagan y mean) y que “día y nochemente” ladran y ladran incomodando a transeúntes y habitantes, vecinos o alejados que, despiertos o dormidos, se ven obligados a soportar mascotas que no son suyas. Muy bellas las mascotas, pero no que tengan que aguantarlas quienes no las acogen en sus casas o apartamentos. Los animalitos de midiós no son para hacerlos sufrir fuera de su ámbito, por más caricias y carantoñas enfermizas que se les brinden.
“HUELE Y NO A ÁMBAR”. Siguiendo con títulos prestados, tomo esta frase del Quijote para tratar el problema de los excrementos de perros en parques y zonas verdes aledañas de las aceras o en las misma aceras. Eso de “huele y no a ámbar” le dijo Don Quijote a su escudero (cap. XX) en la aventura de los batanes, que sonaban tan fuerte en la noche que el pobre Sancho, muerto de miedo, se hizo en los calzones y el caballero empezó a oler lo que sabemos.
Pues ya no se puede caminar por muchos parques de Medellín, o por calles y descampados, porque dichos sitios se han convertido en excusados de perros, sacados a eso por sus amos o por enternecidos caminadores con- tratados para atender esa labor escatológica de los mimados huéspedes de cuatro patas. Todos esos sitios huelen y no a ámbar. A puro popó de perro. Muy triste una ciudad convertida en letrina de perros, de chandas.
Por lo demás, ya se sabe que el inventico de recoger el popó en bolsitas plásticas negras ha sido peor remedio que la enfermedad. Porque los muy educa- dos dueños de los canes sí recogen con unción su popó en las bolsitas, pero terminan tirándolas por ahí o echándolas en los recipientes públicos para basuras, donde se acumulan y acaban hediendo en toda la cuadra. Uno va a cruzar la esquina y ahí, junto a los postes de la luz donde se colocan dichos recipientes, huele y no a ámbar. Si no es que los inefables mascotahabientes llevan a los edificios el paquetico y lo arrojan por el “chut”, impregnando de fetidez áreas comunes y rincones.
“EL COLOQUIO DE LOS PERROS”. ¿Saben de quién es este título? Se lo cuento dentro de ocho días, si Dios nos da vida. En verdad esto de las mascotas mal educadas (y maleducadas) en la ciudad se está volviendo insoportable
Ya no se puede caminar por muchos parques de Medellín. Muy triste una ciudad convertida en letrina de perros.