En Latinoamérica, la derecha recoge los ceros de la izquierda
Aunque algunos representantes tienen problemas con la justicia, aún conservan su popularidad.
Con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela, el emblemático triunfo de Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, el fortalecimiento del peronismo en Argentina con Cristina Fernández de Kirchner y la llegada a la presidencia de Rafael Correa en Ecuador, y la consolidación de la tan anhelada estabilidad de un gobierno que él representó para ese país, la primera década del Siglo XXI vivió un auge de la izquierda en la región, de la que Colombia, claramente, fue la excepción.
No solo eran ellos. Michelle Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia, Alan García en Perú y, ya después de la primera década del siglo, en 2010, Pepe Mujica en Uruguay, y Dilma Rousseff, en 2011, cuando recibió el legado de Lula y el PT en Brasil, demuestran el poder que alcanzaron los movimientos alternativos a la ideología neoliberal con tendencias de izquierda en Sudamérica.
Un éxito casi común
“Una izquierda gradualista y pragmática sin definiciones ideológicas duras”, escribía en junio de 2005 Carlos M. Villas, investigador de la Universidad Nacional de Lanús, en Argentina. Quienes lideraron ese cambio político ahora son representantes a los que sus nacionales aún legitiman, a pesar de que sobre algunos hay condenas e investigaciones por corrupción y secuestro. Pero, ¿por qué mantienen su popularidad a pesar de que la justicia está sobre ellos? La respuesta esta en los avances de sus administraciones.
Para Miguel García, codirector del Observatorio de Democracia de la Universidad de los Andes, en estas izquierdas “hay un legado inmenso en términos de la transformación en los sistemas políticos y de partido latinoamericanos”. Para él, las izquierdas de Brasil, con el PT, Chile, Uruguay e incluso Ecuador, marcan un antes y un después, aunque el correísmo no trasciende a un fenómeno político como ocurrió en otros países. Respecto a Argentina, explica que el fenómeno de los Kirchner está enmarcado dentro del peronismo, un movimiento político que nació en ese país en la década del 40.
Enfatiza, además, que “hay una izquierda que ha sido respetuosa de la institucionalidad y ha contribuido a la consolidación de los procesos y del régimen democrático de Latinoamérica”.
Brasil y Lula son un caso emblemático. Como lo escribió Wilfredo Lozano, exsecretario general de Flacso, en su artículo La izquierda latinoaméricana, su ascenso a la presidencia abrió un conjunto de expectativas sobre esta ideología. Para Lozano, “el surgimiento de los gobiernos de izquierda constituye algo más que un hecho fortuito en la región y permite sostener la hi-
pótesis de una posible ‘reversión’ de la escena política”.
Economía, factor clave
Las izquierdas nacen con la intención de proponer algunos ajustes y críticas al modelo neoliberal que se venía implementando en el siglo XX. Esa nueva era comenzó con la llegada de Hugo Chávez, en 1999, luego Lula y Evo. “Por eso decimos que a principios del 2000 hay un giro hacia la izquierda que busca cambiar el modelo económico y aumentar la inversión social”, explica Ger
mán Valencia, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia. Es decir, Brasil, Ecuador, Venezuela y otros países que dieron este giro mostraron que era necesario esa inversión porque el Estado no estaba dando los resultados que había prometido. Como García, Mario Torrico, investigador de Flacso México, encuentra un factor económico en el auge de esta tendencia política. “Los países que giraron a la izquierda avanzaron más en reducir la pobreza y la desigualdad. Esto no tiene que ver con un buen crecimiento económico porque todos lo tuvieron en la década pasada, sino con su orientación ideológica mientras que los que no la vivieron (Colombia y México) tuvieron menos inversión social”.
Ese desarrollo social explica porque hoy gobiernos como el de Bachelet en Chile y Mujica en Uruguay han conservado una imagen tan positiva, no solo en sus países, sino fuera del continente.
Prueba de esto es que el exmandatario de Uruguay se convirtió en un referente mundial por sus políticas de igualdad, mientras que la expresidenta de Chile se convirtió en secretaria general de las Naciones Unidas. Igualmente, sustenta por qué aquellos que están salpicados por hechos de corrupción ( Lula, Cristina,
Rafael) aún son populares. “Las izquierdas ahora están desacreditadas y esto también tiene que ver con que gobernaron durante mucho tiempo”, concluye Torrico.
Caída ante la justicia
Hoy se les acusa de corrupción. No es simplemente una “calumnia” o una “persecución política”, como le han llamado los propios exmandatarios, sino que la justicia de sus países tiene elementos claros que los involucran con delitos: sobornos y hasta secuestros.
¿Estamos ante una caída de la izquierda de la región? La respuesta la da Medófilo Medi
na, profesor emérito de la Universidad Nacional. “No está dicho que los movimientos alternativos hayan dejado la escena. Una muestra es lo que ocurrió en México y lo que se perfiló en los resultados del pasado debate electoral en Colombia, dos países que en sus
regímenes de gobierno no tomaron parte de esa izquierda, sino que hicieron un contrapunto contra esa avanzada de reforma social y democrática que se registró a comienzos del Siglo 21”.
No caerá su ideología, pero sí es probable que caigan (aún más) sus líderes. Mientras Lula pasa sus días en la prisión de Curitiba y ve cómo el candidato opuesto a su partido, Jair
Bolsonaro, gana popularidad en las elecciones, su compañero de lucha, Rafael Correa, vive exiliado en Bélgica mientras en Ecuador avanza un proceso judicial en su contra.
¿Y Cristina Fernández? Este mes fue testigo de cómo la justicia allanó tres de sus propiedades con la autorización del Congreso, una de ellas su chalet en la ciudad de El Calafate, donde murió su esposo y también expresidente. Y Ve-
nezuela se convirtió en un caso aparte, un Estado en el que no hay democracia.
En contraste, otros de sus representantes, en especial Mujica y Bachelet, demuestran que el problema latinoamericano no es la ideología de un gobierno, sino cómo administra. Porque, aunque los escándalos más mediáticos de la región son de líderes de izquierda, la derecha también es cuestionada. Críticas que podrán fortalecer la llegada de líderes de izquierda como pasó con Andrés Manuel López
Obrador, en México ■