El Colombiano

SE LOS DIJE...

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Hace pocos días la Alcaldía de la ciudad anunció el cierre del museo en “honor” a Pablo Escobar. Y qué pena tener que decir “se los dije”, pero se los dije.

Hace seis años larguitos escribí un artículo sobre los narcopaseo­s organizado­s por alias “el Osito”, hermano del capo, que incluía visitas guiadas para mostrarles a los turistas cómo fueron los últimos días de Escobar en Medellín.

En buseta escolar, con guía preparada para narrar las peripecias del “ídolo”, los curiosos hacen un recorrido que empieza en el barrio los Olivos, para que vean el entejado por donde el capo, en calzoncill­os, trató de huir de las autoridade­s “pero mejor se pegó un tiro” para ser fiel a su máxima inmortal: ‘prefiero una tumba en Colombia a una celda en Estados Unidos’”, dice la guía.

En su momento el narcopaseo incluía, entre otras, una visita a las ruinas del edificio Dallas, en cuyos muros se leían grafitis alusivos al que algunos áulicos todavía llaman “el patrón”. Después van a la tumba de Pablo, donde son invitados a hacer una reflexión, ¿o será un minuto de silencio?, y no faltará el pendejo que le pida un milagrito, como si se tratara de “san” Pablo intercesor.

Hace seis años el narcotour tenía un costo de US$30 por persona, y era apenas el comienzo. En la actualidad la casa de “el Osito” es un museo donde se exhiben y se venden fotos, recuerdos y retazos de la existencia de ese hombre que nos puso la vida a cuadritos. Hay gente forrada en morbo, en vez de piel, que no sabe de solidarida­d con las víctimas de este malhechor.

Nunca supe si el precio incluye refrigerio, pero estoy segura de que no incluye verdades. Segurament­e en el libreto no cuentan sobre la muerte de los policías, de los jueces, de los políticos y de cualquiera que para él significar­a una piedra en el zapato. Nada les dirán de los miles de muertos inocentes, de cuántas bombas explotaron por su cuenta ni de la cantidad de sicarios armados y empoderado­s que dejó en nuestros barrios.

Será tema vetado, en fin, el deterioro que le causó a este país, que tuvo la fatalidad de verlo nacer en su territorio y que tantos años después lo sigue padeciendo. No caeré en la ligereza de afirmar que todos nuestros problemas nacieron con él, pero sí muchos.

Quizás lo menos malo que hizo Pablo Escobar fue ser narcotrafi­cante. Lo peor fue ponerles precio a la vida, a la muerte, a la conciencia y a la verdad, y que nos dejó un legado siniestro que no hemos podido superar del todo y tal vez no superemos nunca.

Ya basta de hacer apología del delito con la figura del más grande delincuent­e de nuestro país, y de presentarl­o como un superhombr­e al que la ciudad le está debiendo estatua en el parque de Bolívar, como mínimo.

En la Hacienda Nápoles hay un museo que muestra el horror de los hechos y delitos de Pablo Escobar, como debe ser. Los museos de la memoria son lugares de expresión y participac­ión para que las víctimas y la comunidad conozcan y rechacen las violencias, nunca para exaltar a los violentos, como pretende “don” Roberto

Escobar y familia con el suyo. Las cosas como son

Ya basta de hacer apología del delito con la figura del más grande delincuent­e de nuestro país y de presentarl­o como un superhombr­e al que la ciudad le está debiendo estatua.

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